Entrevista |

Claudia Piñeiro: "La excepción produce modelos a imitar muchas veces inalcanzables"

La escritora argentina vuela a Aridane Criminal para hablar de justicia, segundas oportunidades y memoria | "Nosotros hicimos un juicio después de una dictadura militar y eso cerró una herida"

La escritora argentina Claudia Piñeiro, en La Palma con motivo del Festival Aridane Criminal.

La escritora argentina Claudia Piñeiro, en La Palma con motivo del Festival Aridane Criminal. / Eventosaridane

La escritora argentina Claudia Piñeiro aterriza por primera vez en el Festival Aridane Criminal con una nueva novela bajo el brazo, El tiempo de las moscas, donde rescata a la protagonista de su antigua novela Tuya cuando sale de la cárcel después de haber cometido un asesinato. Entre el griterío de los chiquillos, las pelotas que van y vienen por la plaza de Los Llanos de Aridane, hasta de una que intenta parar con el pie, la ganadora del premio Hammett y tantos más, reflexiona sobre cómo las mujeres han cambiado el sistema y cómo la memoria tiene peso en cada una de nuestras decisiones.

Después de 15 años, vuelve a la vida de Inés, quien no reconoce el mundo. ¿Por qué volvió a rescatar su historia?

Inés sale a un mundo distinto, para colmo, tantos años después cuando la situación de la mujer cambió radicalmente. Ella que creía que sabía ser mujer, que era todo apariencias y no le importaba que el marido le fuera infiel con tal de mantener su familia, salió a un mundo donde las mujeres patearon el tablero y los códigos son otros. Así que tiene que aprender rápidamente un montón de cosas. Eso por un lado, y por otro, por qué volví, soy muy amiga de Guillermo Martínez, autor de Crímenes imperceptibles, y llevó a sus alumnos de un curso en una universidad de Estados Unidos algunas novelas latinoamericanas, entre esas, Tuya. Cuando volvió, me dijo, vos tenés que seguir con el personaje de esta novela. Yo nunca me lo había planteado, excepto con algunos de Betibú, pero luego la trama que se me había ocurrido era muy similar a un crimen político que hubo en la Argentina, entonces la abandoné porque parecía que estaba escribiendo sobre ello. Volviendo, tal y como termina Tuya, a mí no me resultaba sencillo escribir una novela carcelaria porque no es un mundo que conozco, pero empecé a hacer cálculos en la pandemia y vi que a lo mejor Inés ya estaba por salir libre. Entonces, ¿qué pasa con un mundo que cambió tanto? Ahí me empezó a entusiasmar: cómo esta mujer tenía que reconvertirse.  

Unos años que hemos vivido intensamente, ¿cómo vive esos cambios tan frenéticos?

En cuanto a la protagonista, digamos que se tiene que adaptar a cambios reales e, incluso, del lenguaje, como que empiece a cuestionarse el sentido de cada palabra. En ese sentido, yo estoy viviendo muchísimo y participando activamente de muchas de las luchas por conquistar derechos para las mujeres y para los grupos LGTB+, pero siento que esta novela también me obligó a cambiar como escritora. Por ejemplo, yo cuando releí Tuya me daba cuenta que yo había escrito esa novela sin cuestionarme determinadas cosas del lenguaje, como cuando dice Inés, “si uno piensa que va a ir al cine”... ¡Es “si una piensa”! Por más que me quieran decir que el uno es el universal masculino las mujeres sentimos una incomodidad, o muchas de nosotras, por lo que tratamos de usar otra forma, como el inclusivo. 

Los académicos se le echarían encima.

No me importa. Tuvimos esta discusión en un congreso en la ciudad de Córdoba y cuando se les preguntó en la ronda de prensa sobre el lenguaje inclusivo, dijeron que no les parecía un tema que había que debatir. Para que te hagas una idea, de un montón de módulos y mesas sin que ninguna hiciera referencia al lenguaje inclusivo, sin embargo, en casi todas se habló, ya que era imposible no hacerlo. El lenguaje evoluciona permanentemente frente a incomodidades, frente a palabras que no nombran, es decir, no sé cuál será la evolución, pero lo que no se puede negar es que hay cambios en función a esa incomodidad.

Ha abordado en multitud de ocasiones el mundo familiar, pero esta vez fija la vista en la amistad. ¿Qué opina sobre estas relaciones que escogemos y validamos? 

Es como una familia elegida, yo elijo seguir estos años que me quedan por delante con esta gente que es la que me acompaña, con la que puedo estar. Inés ya tenía esa familia que era una ficción, entonces, esa protección que ella se inventaba no era tal y lo que logra hacer en esta novela es crear otros vínculos. Para que te hagas una idea, el director Alejandro Doria, que iba a adaptar el libro al cine hasta que falleció, siempre muy inteligente y muy lúcido, me decía que no entendía con quién hablaba esta mujer, decía ‘necesito que hable con alguien porque no tiene empleada que le ayude a las tareas de la casa, no tiene amigas, qué hace, ¿hablar contra la pared?’. No tenía vínculos con otras mujeres porque todo era ficticio. La cárcel la obliga a generar esos vínculos porque tiene que socializar, y el de La Manca es mucho más estrecho. A partir de eso, hay una reconstrucción de eso, al fin y al cabo, ella fingía tener una familia fingida, como una relación con su hija que, como no existía, no podía modificarlo. En esta otra novela empieza a aceptar que no siente la maternidad, tal vez aquello de haber preferido no ser madre, y no siente que ella es madre, sino que parió otra mujer. Cuando empieza a cuestionarse esto, le permite acercarse a la maternidad. 

Acerca de las segundas oportunidades, ¿cree en la idea de la decisión aislada o que el sistema perpetúa esos círculos que le hacen volver a fallar? 

Los grandes cambios en el mundo no se hacen con la excepción. Cuando uno dice que las mujeres estamos relegadas en muchos aspectos y viene alguien y te dice, no, pero mi mamá logró ser médica a pesar de que tuvo no sé cuántos hijos y no sé qué. Bueno, esa es la excepción. La excepción produce modelos a imitar y muchas veces inalcanzables para muchas mujeres, lo que produce cambio es cuando eso se socializa y se hacen políticas que permitan que muchas mujeres accedan al estudio, ayuda para los cuidados que se nos dice hacélo por amor cuando en realidad es trabajo gratuito, entre otras cosas. Todo eso de tú puedes y tú puedes, es muy bueno para la autoestima de cada uno, pero hay que acompañarlas para las que no con políticas de estado, cambios en la sociedad, luchas por los derechos, que, por suerte, vamos consiguiendo.

Vuelve al pasado, tanto en este libro, en Catedrales, o en la película de actualidad, Argentina 1985. ¿Qué heridas quedan por sanar? 

No es que haya una herida por sanar, todo lo contrario. Nosotros hicimos un juicio después de una dictadura militar y eso cerró una herida y, luego, construimos a partir de ahí. En la Argentina tenemos un montón de defectos, pero eso lo hicimos bien, pusimos a juzgar a jueces civiles a los militares y se cerró una etapa. Me parece que en otros países no hicieron esos procesos y esas heridas sí quedan abiertas, por lo que hay todavía consecuencias. El problema también tiene que ver con la memoria, porque quizás uno ya no pide justicia, uno pide verdad, ¿no? Después de tantos años, hay mucha gente involucrada en distintos procesos dictatoriales y antidemocráticos en distintos países que probablemente ya están muertos, pero por lo menos uno lo que quiere es saber: dónde están los cuerpos de los familiares, dónde están los hijos apropiados… En el caso de 1985, los cines se llenaron de gente, no se conseguían entradas, había quien se trasladaba hasta 100 kilómetros, lloraban familias enteras con los hijos yendo a ver la película, todo eso que se produjo no es porque haya una vida abierta, sino era por reconocer la catástrofe que pasamos y de la pudimos salir de esto. La memoria es lo que te permite no volver a cometer los mismos errores.

Viene a Aridane Criminal a hablar de corrupción, y vemos a Cristina Fernández de Kirchner que, después de sufrir un atentado, ha sido condenada. La pongo como ejemplo para pensar si, ¿olvidamos que los políticos son personas corrompibles?

Son dos cuestiones que separo. Cristina Fernández sufrió un intento de asesinato, lo cual debe ser investigado y condenado, y es tremendo. Cuando yo estaba mirando la televisión en el momento que sucedía… ¡Sentir que a vos se te detiene el corazón! ¿Qué hubiera pasado en nuestro país, además de la muerte de la vicepresidenta,, si se daba un hecho como este? Me parece que es algo de lo que tendríamos que estar hablando, pero ahora no se hace, porque la violencia política es muy impresionante y también los discursos de odio que llevan a esa misma violencia política. No se termina de saber quiénes eran estos muchachos y si actuaban porque se les ocurrió o porque alguien les llenaba la cabeza, pero en todo caso siempre hay alguien que intenta transmitir ese odio. Eso es algo que el movimiento feminista lo conoce muy bien debido a que nosotras durante la lucha nos hemos quejado de un montón de cuestiones de odio que se daban en las redes sociales y nunca nos dieron bolilla. Te ponían una barbaridad y sin más. Consigue que se permitan y avalen estos discursos, que se rían, y luego viene un asesino con revólver y quiere matar a la vicepresidenta. 

En cuanto a los hechos de corrupción, en Argentina tenemos que revisar tanto este gobierno como todos puesto que tenemos muy malas instituciones que permiten que haya este acto. En el caso concreto en que se la juzga a ella, hay que esperar porque nosotros no sabemos bien todavía lo que ocurre. Los jueces dieron su veredicto y la consideraron culpable, y no sé si ocurre aquí en España, pero los considerandos que te explican por qué llegaron a estas conclusiones recién los van a dar en marzo. El juicio de Argentina 1985 se hizo en 14 meses, y hoy en el país hay procesos de treinta años que no se resuelven, gente que está esperando una condena desde hace veinte años. ¿Cuáles son las pruebas? Tendrás que esperar a marzo para ver cómo llegaron a esas conclusiones y ver desde fuera si esa decisión está bien tomada. Me parece que es algo que debería mejorarse en la justicia en la Argentina.

Hay una frase de Catedrales que dice, “un acontecimiento inesperado rasgó el velo que protege la vida cotidiana de los brutal, de lo salvaje”. ¿Considera que ha vivido con ese velo o lo ha roto y mira a través de él?

Una no está preparada para determinadas cosas que te pasan. A mí, en lo personal, me ha ocurrido y pienso que a mucha gente también. Siempre me impactó mucho una escena de una película que en Argentina se llamó Gente como uno, protagonizada por Mary Tyler Moore, que trataba de un matrimonio que tenía dos hijos. Los hijos salen en un bote, naufragan y uno de los dos muere. En esa familia relinda, la madre empieza a generar un odio terrible hacia el hijo que sobrevivió, ya que su preferido era el otro, y siente que debería haber muerto; el chico entra en depresión terrible y el padre lo apoya, y esa familia se destruye. Llega el momento en que el padre le dice a la madre, “nosotros somos ese tipo de personas que, si no nos hubiera pasado esto, nunca nos hubiéramos conocido”. Él hubiera seguido pensando que era la persona que creía que era, y ella de él, y ese hecho permitió que se conocieran. Me parece que eso pasa frente a un abismo: una situación absolutamente diferente a la que uno viene remando todos los días en lo cotidiano. Cada uno reacciona de la manera que puede, que quiere, que le parece, y eso genera sindronazos familiares, personales, etcétera. No obstante, es casi inevitable. Yo, tan catastrófica, pienso cuando no pasa nada, bueno, que me estará reservado, por qué prueba tendré que pasar ahora.