22º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria

Ángela Molina y la mirada honda del arte: "El cine nace de las libertades"

La actriz cumple 50 años de trayectoria y reflexiona sobre su carrera en el Festival de Cine de Las Palmas | Su carrera abarca más de un centenar de filmes

Ángela Molina charla con Elena Sánchez sobre su vida de cine

Andrés Cruz / Carla Rivero

La niña, miren a la niña, que llora desde el palco y contempla a ese hombre sin consuelo porque la emoción de verlo cantar siempre le toca un resquicio del alma. Esa que es solo de su padre. Él es Antonio Molina y ella es Ángela Molina. La anécdota volvía a unirlos en el tiempo cada vez que lo nombraba en el encuentro que mantuvo ayer con la periodista Elena Sánchez dentro del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, donde ya tenía ganado al público con la maestría de quien ha encandilado en más de un centenar de películas a la cultura de todo un país.

Atusándose el pelo y riendo con los ojos, lo primero que hizo Molina fue acercar su sillón a su compañera. Entre recuerdos, enseñanzas, risas y aplausos espontáneos, la mítica actriz recordó que cumplía 50 años frente a las pantallas en las que ha crecido con maestros como Luigi Comencini, Franco Rossi, Bigas Luna, Almodóvar —que cuando consiguió convencerla le hizo repetir la misma toma 35 veces—, y ha rechazado tantos otros con una certeza inamovible. "Yo respeto mucho el instinto, no porque sea un capricho, sino una deriva de todo lo que has llevado contigo. El cine nace de las libertades, así que lo que no me interesaba como persona, por qué lo iba a hacer", preguntó de quien Manuel Gutiérrez Aragón decía que nunca hacía dos tomas iguales.

Pasión por el oficio

Ante el arte, su gesto rinde pleitesía. Tanta como cuando su padre le agarró la carilla entre las manos después de ver cómo se emocionaba en el Museo de la Orangerie ante un cuadro, "me cogió y me dijo, hija, qué precioso que te haga llorar la belleza". De aquellas giras entre cantares en brazos del malagueño aprendió que el duende se cultiva día a día, migaja a migaja, letra a letra, y por eso se metía rauda en su habitación para leer a Dostoyevski y a Tolstói sin la algarabía de los ocho hermanos que llenaba la casa. Ahora, madre de cinco vástagos, deja atrás, "en el jardín", el duelo que siente al abandonar cada personaje que ha encarnado, ya que la vida la arrastra, y no entiende otra forma de experimentarla que con pasión, "de donde más aprendía era de mis mayores, con los grandes directores que he trabajado, porque lo que te enseña es el oficio, el compañero y estar en esa onda de creación".

La memoria vuela a un invierno con vistas desde la Torre de Madrid. Hacía frío y a su lado hablaba de las aves y de su próxima película con Luis Buñuel, "tenía una sensación de felicidad", y en mitad de la noche en un viaje en tren preparó la escena que la catapultaría a nivel mundial: Ese oscuro objeto del deseo. Las canas han crecido a lo largo de los años como marca distintiva de su fuerza actoral, "el cine me ha visto crecer y es, de alguna manera, un buen hermano", y con ellas ha contemplado tanto el frenesí que envuelve a las producciones actuales como al talento emergente. "Buñuel era un genio y disfrutaba como un niño, y mientras que hoy no gusta enseñar a los actores lo que se ha rodado en vídeo, como que no hay tiempo, él te hacía rodar un ensayo y lo organizaba como si fuera una pintura".

Encuentro con Ángela Molina: 'Una vida de cine', en el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, ayer, en Cinesa El Muelle.

Encuentro con Ángela Molina: 'Una vida de cine', en el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, ayer, en Cinesa El Muelle.

Más y más proyectos

Dama del cine español perenne, Molina ha sentido el miedo del teléfono mudo. "Como madre, aunque rodara embaraza y terminara pariendo, hacía parones de año y pico, y sí recuerdo que hubo un momento en que pensé que no iba a volver a trabajar... Aunque pensé que había tocado fondo, solo recuerdo lo mucho que me enseñó ese momento". Sacudiéndose los fantasmas, habló de Canarias, paraje con el que siente una firme unión y en la que ha vivido tanto un verano de la veintena donde cultivó amistades en La Gomera como una grabación en La caja de Juan Carlos Falcón, "venir aquí es estar en paz porque conviven tantas culturas... Es un mundo pequeño donde vive el mundo entero".

A sus 67 años reconoce los procesos de su cuerpo y memoria arduos y, al mismo tiempo, complejos y sabios, listo todavía para encarar lo venidero: "El cine ahora se vive con una libertad inmensa, sin perder el norte, y los cineastas más jóvenes son los más divertidos. Arrasan, y el núcleo de su cine es con la misma pulsión y conciencia. Noto que hay una urgencia en hacer las historias debido a que el tiempo va muy deprisa y la gente joven se queda con sus sueños interrumpidos muy pronto, ¡y es injusto!, hay mucho talento y muy diverso, sin embargo, van a trabajar a otro lugar porque es difícil producir aquí". Con esta generación enlaza sus siguientes años, como con María Ripoll y Carlos Marqués-Marcet, y le pide al destino una cosa: "Solo quiero salud para hacerlos y que sea vuestro". De su público.