Fotografía

Una ciudad de espaldas a su identidad

La exposición 'El Risco, la montaña habitada' de Elio Quiroga se puede ver en la Fundación Mapfre hasta el 14 de julio

Una de las fotografías de la exposición 'El Risco, la montaña habitada' de Elio Quiroga.

Una de las fotografías de la exposición 'El Risco, la montaña habitada' de Elio Quiroga. / Elio Quiroga

Martina Andrés

Martina Andrés

Una chica vestida de uniforme se tapa la cara al fondo de una fotografía. El paisaje que la rodea lo forman rojos, azules y amarillos intensos; un colorido espectacular acompañado por la sinuosidad de unas calles que desaparecen como si treparan por la montaña, se agazapan en cualquier esquina y dan lugar a recodos y rincones que invitan a perderse y descubrir, a descubrir y perderse. Estamos en el Risco de San Nicolás, lugar al que nos trasladan las fotografías del cineasta y escritor palmense Elio Quiroga y que se pueden ver en la Fundación Mapfre de la capital grancanaria hasta el 14 de julio.

Esta muestra de fotografías conforman la exposición El Risco, la montaña habitada, en la que quince piezas apelan directamente al espectador palmense como si le gritaran, a través de la potencia de sus colores y de la belleza de su desorden, una realidad oculta, un silencio escondido en la ladera de una montaña en la que se encuentra la esencia y la historia de una capital y que no ha pasado desapercibido para Quiroga.

«Tengo la sensación de que en Las Palmas [de Gran Canaria] siempre se ha estado un poco de espaldas a los riscos, porque era donde iba a vivir la gente que no tenía otro sitio al que ir», explica el cineasta, que ha estado alrededor de un año acudiendo a pasear, cámara en mano y mirada atenta bien activa, por las calles de este barrio capitalino. «En cada nueva visita intentaba llegar un poco más arriba y encontrar un nuevo lugar, una nueva casa… Han sido meses de pateos arriba y abajo, tranquilamente, sin prisa», explica el autor de esta muestra.

Las fotos seleccionadas tras estos calmados paseos, tienen un objetivo claro: invitar a los palmenses a conocer mejor su propia ciudad. Invitarlos a perderse en uno de los lugares que constituyen un rasgo fundamental de la ciudad y que durante años —aún hoy— son la prueba viva de la desigualdad que, en mayor o menor medida, existe en cualquier sociedad.

Observados desde el exotismo o desde el rechazo, los distintos riscos de la ciudad han presenciado de primera mano la historia de la clase trabajadora que impulsó el desarrollo capitalino con el esfuerzo de sus manos. Manos que hoy, habitantes como la chica que aparece en una de las fotografías de Quiroga, utilizan para taparse la cara en un acto de vergüenza. Vergüenza por vivir en la cascada de casitas desordenadas de un barrio al que pocos miran, asociado a lo extraño y lo peligroso.

Elio Quiroga huye de generalizaciones y estereotipos: «El barrio tiene mala fama pero es muy seguro. Las Palmas de Gran Canaria es una de las ciudades más seguras de España. De hecho, hay ya gente que tiene planeadas excursiones para turistas, para hacerles caminatas y recorridos, y me parece una idea estupenda. Es un sitio a recorrer y valorar, es otra forma de ver Las Palmas. Además, te das la vuelta y ves toda la bahía y es precioso».

Porque el otro objetivo de esta muestra fotográfica es para sus gentes: poner un granito de arena para que se sientan orgullosos del sitio en el que viven, para que no sientan la necesidad de taparse la cara ante un objetivo ajeno. «Quiero que sus habitantes se den cuenta de lo que tienen, que su barrio tiene un valor porque la gente viene a verlo. Estamos yendo poquito a poco. Ahora está viniendo gente de la zona baja de la ciudad que se sube a vivir al Risco porque encuentran una casa que es una oportunidad, pueden alquilar una casa terrera, inviable en cualquier zona de Las Palmas, y en El Risco todavía es posible. Hay gente que está subiendo y que se empieza a mezclar con los habitantes tradicionales», destaca Quiroga con entusiasmo.

La zona baja es por la que tradicionalmente han paseado los zapatos más relucientes de la ciudad: clero, comerciantes, gente pudiente. La zona alta es la que ha visto más pies descalzos: obreros, campesinos, sirvientes. Y la desigualdad, que como una enfermedad se transmite de generación en generación, ha estado presente en el abandono histórico de esta zona de la ciudad por parte de las instituciones y los planes urbanísticos.

Quiroga pone en valor la arquitectura popular que caracteriza a esta zona capitalina, una arquitectura que es reflejo de una cultura a la que describe con el mismo adjetivo. «Las Palmas es una ciudad que surgió como tal entre el siglo XIX y el XX, a partir de grandes extensiones de platanera en las que empieza a haber autoconstrucción. Es una ciudad eminentemente popular, todos los barrios fueron hechos de esa forma. Yo me crié en Alcaravaneras. La calle Luis Antúnez, cuando yo era chico, era una fila de casas terreras preciosas hasta casi llegar a El Corte Inglés. Esto hoy se está perdiendo», concluye el cineasta palmense.

Partiendo de su máxima «sé local si quieres ser universal», el autor busca con esta exposición acercar «el concepto popular y libérrimo de arquitectura al público a través del arte de la fotografía». Para que las manos de sus habitantes no sean colocadas en sus caras con vergüenza, sino que se agiten con el orgullo de ser uno de los símbolos más emblemáticos de la capital grancanaria.