Trilogía vencedora

Borja González, Premio Nacional de Cómic: “Mis historias están más cerca de una canción o un disco que de una novela”

El dibujante extremeño, que acaba de recibir el galardón otorgado por el ministerio de Cultura, cierra con 'El pájaro y la serpiente' una saga de gótico femenino y feminista llena de matices

Borja González, en la librería Generación X de Tirso, en Madrid.

Borja González, en la librería Generación X de Tirso, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Alex Serrano

El pájaro y la serpiente (Reservoir Books, 2023) es una opresiva historia sobrenatural de ambiente gótico en la que su autor, Borja González, reflexiona sobre los miedos, las amenazas y la violencia a través de unos personajes femeninos que le llevan acompañando desde hace años. Es, precisamente, el cierre de un viaje junto a ellas que, en su anterior obra, Grito Nocturno (Reservoir Books, 2022) le valió el Premio Nacional de Cómic recibido hace solo unas semanas, que arracó con The Black Holes (Reservoir Books, 2018) y que tuvo como prólogo la autoeditada La reina orquídea (El verano del cohete, 2016).

Durante los últimos cinco años, Borja González ha dedicado su energía a crear obras atmosféricas en las que el tiempo y el espacio se detienen en un ámbito de marcada indefinición en el que sus protagonistas, Teresa y Matilde, están atrapadas, no quieren abandonar o ambas cosas a la vez. Las protagonistas de los tres episodios de esta trilogía (Las tres noches) mutan en cada una de las obras: adolescentes, primero, en un pueblo pequeño y aburrido que quieren montar una banda de rock; convertidas después en una librera y su amiga en una ciudad en la que pasan cosas raras; jóvenes hermanas esperando un destino terrible en un castillo rodeado de un bosque impenetrable en este último episodio.

“Me gustaba mucho la idea de del verano eterno, en el que todo está por venir y reina esa calma chicha que parece que el tiempo se haya detenido” cuenta González sobre El pájaro y la serpiente. “Hay un cierto halo de terror, de fatalidad, incluso de melancolía, de estar esperando que ocurra algo, que igual ya pasó hace mucho y no, no lo viste. Ambas cosas creo que también estaban presentes en mis anteriores obras”, señala.

Páginas de 'El pajaro y la serpiente'.

Páginas de 'El pajaro y la serpiente'. / RESERVOIR BOOKS

“Mis personajes no llevan móvil, no tienen trabajo, no tienen obligaciones y viven en un lugar muy extraño en el que no tienen ni pasado ni futuro, ni tienen que ir a la Seguridad Social”, apunta el dibujante. “Es el mundo que yo manejo, quiero construir estos escenarios en los que los problemas se palpan de una manera abstracta. Los personajes están igual que estamos nosotros, pero trato de eliminar cualquier cosa que sea rutinaria”, concluye.

Me obsesiona bastante el tiempo de lectura. Siempre he desecho muchas escenas, tengo mucho más escrito. Lo que hago es ir podándolo hasta que quede lo justo para insinuar cosas”

Misterios sin resolver

El autor se crió rodeado de la biblioteca de libros de terror de su madre y los cómics de su padre, las películas de la Hammer o el turbador encanto del parque Castelar de su ciudad, Badajoz, como inspiración para su particular tonalidad narrativa. “El enigma me interesa. El misterio me interesa, pero no me interesa en absoluto resolverlo. Me interesa la atmósfera que genera el vacío, el bocadillo sin texto, la relación que termina y punto”, cuenta. Y añade: “Incluso mi manera de terminar los cómics es no darles un final. Siempre me gusta arrancar cosas de los cómics. Me obsesiona bastante el tiempo de lectura. Yo siempre he desecho muchísimas escenas, es decir, tengo mucho más escrito. Hay más escenas, más desarrollo de todo, y lo que hago es ir podándolo hasta que quede lo justo para insinuar cosas”.

Ese interés se amplía a la manera de definir las relaciones entre sus personajes, a menudo esbozadas en un puñado de páginas. “A veces he presentado la relación en una escena y se ha roto en otra o directamente no se llega a romper nunca, y ya está”, explica. “Sencillamente, los personajes no vuelven a cruzarse porque esas cosas pasan en la vida real. Me sorprende, además, que la gente le choquen ese tipo de cosas. Con la gente con la que nos dejamos de hablar no nos batimos en duelo, ni salimos llorando, ni nada. Simplemente dejamos de llamarnos, la gente desaparece de tu vida, sin más”, concluye.

El autor asegura que le gusta pensar en su trabajo como un diario emocional. “Nunca pensé en hacer una serie al uso. Mis cómics están más cerca de una canción o de un disco que de una novela. Solo estoy interesado en atrapar sensaciones concretas, a menudo confusas y esquivas”, cuenta.

El pájaro y la serpiente.

El pájaro y la serpiente. / archivo

Este interés por lo ambiental pone más en valor el reconocimiento a su trabajo a través del Premio Nacional de Cómic, que tradicionalmente se otorga a obras que cuentan una historia. “Que el premio me lo den en este momento es un poco como una reivindicación de lo que he hecho, porque al final, aunque yo soy muy vehemente con mi manera de hacer los cómics, siempre tienes esa inseguridad”, asegura González. Y destaca cómo “siempre está ese pajarito que te dice: ‘la gente gente no entiende tus comics: no los entiendo, son bonitos, pero no los entiendo’, que hace que te plantees hacer las cosas de otra forma. Generalmente siempre puede mi parte de cabezonería, de tirar para adelante, y supongo que el premio ha sido como ‘bueno, pues igual tan mal no lo estaba haciendo, ¿no?’”.