"Las bubillas cuando cantan aberruntan algo": 'Soo', la poesía de Juli Mesa

La poeta y dibujante lanzaroteña poetiza la memoria familiar de su pueblo materno

El poemario ha sido distinguido con el I Premio Ana Santos Payán para Proyectos de Libros de Poesía

Ilustración de 'Soo'.

Ilustración de 'Soo'. / Juli Mesa

Nora Navarro

Nora Navarro

Entre terrenos como alfombras amarillas, tierras en cal y canto, el zumbido del silencio adormecido, flores lilas azules amarillas y blancas, el verde y la Primavera, yerbamúa pa las cabras, lavadoras con el corazón caliente y lluvias que hacen posible la vida, anida un misterio. La poesía anhela nombrarlo desde dentro y, al levantar las alfombras y remover las semillas, «aquí solo hay memoria bajo la tierra aglomerada». Así lo escribe Juli Mesa (Arrecife, 1990) en Soo, un poemario que germina en las raíces del pueblo que le presta título en el corazón de Teguise, en Lanzarote, «una isla dentro de una isla», que ve la luz al abrigo del sello independiente La Bella Varsovia tras alzarse con el I Premio Ana Santos Payán. 

La poeta y dibujante horada los tallos, huellas y fantasmas de su paisaje materno, donde crecen los berros y tafeñas de millo, donde jugaba con los baifitos antes de alimentarse de ellos, y desentierra sus palabras contra el viento del olvido, contra el silencio de la enfermedad de nuestras abuelas, contra el borrado de los cuerpos que trabajan en el campo, que cuidan y sostienen el mundo, en el espejo desigual de la literatura. «Tantas palabras para llenar los misterios de los que tenemos al lado», recoge uno de los poemas.

Memoria familiar

«En realidad, Soo nació como un proyecto íntimo y personal para conservar la memoria de mis abuelos», expresa Juli. «Grababa algunos fragmentos mientras hablaban, les preguntaba cosas, anotaba en el móvil. También guardé algunas conversaciones de whatsapp con mi madre sobre cosas que me iba contando, y ahí me fui dando cuenta también de la posición que ocupaba ella en este intercambio: cómo ella había venido de ese entorno rural a un espacio urbano, y cómo nos había educado en ese misterio». 

En la fragua poética de esa memoria a través unos talleres de escritura online, Juli puso en el centro de la página el testimonio heredado del campo que los renglones de la historia relegan a los márgenes, como los saberes y expresiones orales erosionados por el tiempo, mecidas de un pueblo a otro, de una isla a otra, con olor a cebolla y perejil recién cortado.

«Durante ese registro quizás no había esta conciencia política tan arraigada de querer compartir y dar valor a estas cuestiones, pero en ese acompañar de la escritura, porque la escritura se acompaña, me fui dando cuenta de la poca importancia que le había dado yo a los saberes que venían de esa parte materna, porque la lengua materna es la primera que se mata siempre», reflexiona la poeta. 

Cuenta que cuando era un chinijo, aún al otro lado del silencio, desplegaba ante su madre los renglones del colegio y de los libros para corregirle ese habla que hoy reivindica, «porque me habían enseñado que esa no era la forma de correcta de hablar». «Y no es verdad que no lo fuera, sino que mi madre hablaba con palabras sacadas de un contexto concreto que es su pueblo, en el campo, donde se utilizan palabras y expresiones cuyo significado no solo aúna la historia de la lengua local, sino también la historia de la lengua familiar», apunta la poeta.

Así, con estas palabras y «un ruido de cuchillos que corta el tiempo», Soo ilumina los cultos y los rezos, la cabeza de la cabra bajo el platanero, echarle pan al caldo para curar las llagas y las heridas, rabos de lagartijas y perenquenes, crisantelmos para enramar, franelas con olor a madera vieja, abuelos que inventan y ornamentan la mitad de sus historias, espaldas levantando piedras de escama lisa, perdona por no persinarme. «Abuela Julia decía que las bubillas cuando cantan aberruntan algo», recuerda Mamá.

«La historia de cómo las familias han utilizado determinadas palabras y sus significados habla también de una cuestión de clase, porque habla del saber oral que está atravesado también por el no saber, por la confusión. A veces en el pueblo usamos palabras que no se corresponden exactamente con su significado real, porque las palabras cambian al saltar de una isla a otra. Y me parece sorprendente cuántos saltos dan en espacios tan chiquitos, pero la distancia está en otro lado, está en la forma de mirarnos: esa es la distancia». 

Las palabras emergen y corporeizan en versos las voces de la abuela, de mamá, de las vecinas, de Au -yo poético de la autora-, como una celebración de esa Tierra de mujeres en el medio rural que plasmó en su ensayo homónimo la veterinaria y escritora María Sánchez, pero con los cuidados ejerciendo su peso en los cuerpos y las páginas. «El amor en tiempos de cuidados extremos queda para las pausas, para los silencios, para cuando se guarda el sueño del otro», escribe Alana S. Portero en el ensayo (h)amor 6 trans, que cita la propia Juli como referencia. 

«El trabajo de cuidar guarda mucha relación con el trabajo en el campo, porque obliga a estar pendiente todo el rato, son cuestiones que no puedes postergar: el campo o lo atiendes o no», reflexiona. «En ambos casos hay una parte en que tienes que aprender a dejar de lado deseos y ambiciones por atender estas necesidades imperiosas. Y todo esto, obviamente, afecta a los humores, las sensibilidades, los cuerpos, donde el cansancio y agotamiento están muy presentes. Pero en la contraparte, también se pueden dar situaciones muy bellas e, incluso, muy graciosas. Hay momentos puntuales en que mi madre, cuidando a mi abuela, sea mea de la risa. En una tarde de ocho horas cuidando en silencio, el momento en que mi abuela hizo un comentario gracioso y se rieron juntas es lo que queda de esa tarde». 

Identidad trans

A medida que las palabras se abren camino entre el misterio, el yo poético de la autora, «un cuerpo en cursiva», comienza a mostrar y nombrar su transición dentro de esa mitología familiar. «Este sentido de la identidad empezó a ocupar espacio porque me empecé a situar delante de la escritura y, al ordenar todas esas voces que se solapan en el poemario, empecé a situarme dentro del poema», manifiesta Juli. «Entonces, ese cuestionamiento de la posición que ocupo como persona trans se filtró en la escritura y surgió el personaje de Au, que es la excusa perfecta para empezar a drenar esas preguntas y unir esta capa a esta historia de mujeres como mi madre, mi abuela, la abuela de mi madre, de cómo ocupan un espacio en el campo, cómo ocupan un espacio en lo social y cómo ocupan un espacio en sus cuerpos. Y ahí empezó a entrar también mi cuerpo, mi mujer, para empezar a ocupar su espacio, porque Soo habla, sobre todo, de ocupar esos espacios que habitamos».

Si el comienzo de Soo inaugura un paisaje con el verso «algo que ha empezado a tomar la palabra», el otro lado del poemario culmina en «una lengua que hable por sí misma, una liberación». «Tengo que vivir en el estado de la poesía», dice el último poema. Las palabras trascienden el espacio. «Y salgo llena de todo eso que me toca con deditos de misterio».