La Unión Deportiva fue incapaz de retorcer al CD Lugo cuando estaba sometido. Quizá porque Yoel, portero visitante, se dio un baño de magnetismo en el vestuario, o tal vez porque los amarillos estuvieron huérfanos de fortuna en sus minutos más lucidos. Lo cierto es que cuatro puntos, con dos jornadas jugadas, son un balance interesante cuando el campeonato apenas se ha desperezado. Esta media inglesa, cuatro unidades cada dos jornadas, conduce directamente a Primera División. Es matemático. Lo interesante del arranque del torneo de los amarillos es que se sitúan allá donde quieren.

"El fútbol son números", dijo el otro día Enrique Corrales. Y quien generó más opciones para el triunfo, quien expuso siempre y quien se tomó con amargura la igualada fue Las Palmas. Es un signo positivo. Sin embargo, el empate a uno dejó con rostro agrio a la parroquia porque esperaba otra cosa (es decir, una victoria) ante un recién ascendido, frente a un conjunto con poco nombre en la escena de Segunda pero con futbolistas de relieve. Es evidente, el club gallego es nuevo entre el grupo de élite, después de 20 años de peregrinaje de fútbol por entornos rurales, pero los jugadores no lo son tanto. Pablo Álvarez, Héctor Font, Yoel o el mismo Mauro Quiroga, a quien la grada tributó un cariñoso aplauso en su sustitución, tienen kilómetros de sobra en la categoría. La pueden montar gorda o muy gorda dependiendo de la resistencia del adversario.

"No somos el Barça, no jugamos como ellos", enfatizó el viernes Sergio Lobera cuando se le preguntó en rueda de prensa sobre las elevadas expectativas que puede presentar su equipo, después de los partidos de pretemporada y, sobre todo, tras la victoria en Santander. Es evidente, Las Palmas está en plena fase de formación y cuando falta la frescura en los pulmones cinco jugadores piensan de una manera y otros cinco de otra. El mecanismo de movimientos aún no ha quedado automatizado a pesar de las horas que invierten en dejar el motor como un abrigo de terciopelo. Cuando no vienen bien dadas, cuando no meten las ocasiones o aflojan un punto el ritmo, el esquema se descompone, la idea deja de ser tan vistosa y el equipo se convierte en un equilibrista por la cuerda floja; camina, sí, pero también está al borde del peligro con cualquier ráfaga de viento.

A la Unión Deportiva le duró el aire en los pulmones 55 minutos. En ese periodo transitó con holgura por el partido, encontró los espacios a la espalda de la defensa lucense, percutió por las bandas con insistencia y también desperdició ocasiones de gol a mansalva delante de Yoel. Los cronistas contaron dos opciones de Sergio Suárez y otra de Macky Chrisantus antes del descanso, además del gol de Vitolo, quien tuvo otra opción a un minuto del final de la función. En la impericia ofensiva residió la historia en mayúsculas del partido. El guardameta del Lugo paró mucho, es verdad, pero las ocasiones eran tan nítidas como un penalti. Y desde el manchón de cal de los 11 metros se dice que nunca acierta el portero, falla el delantero.

Lenta y previsible

A partir de ese décimo minuto de la segunda parte, ese 55 fatídico, tan rápido quiso ir la Unión Deportiva a por el segundo gol que se convirtió en lenta y previsible, superada por su propio ímpetu hasta el punto de que no acertó en el pase decisivo y apenas encontró el remate a portería. A todo trapo, como si cada jugada fuera la última, Vitolo, Momo y Nauzet se lanzaron hacia la punta como descosidos mientras Chrisantus buscaba una pared definitiva. Lobera agitó a su equipo como un coctelera para intentar buscar el mejor sabor. Por fases situó a Nauzet en el centro, a Momo en la derecha y Vitolo en la izquierda. Después los recolocó otra vez, desordenados como son los jugadores de talento.

Hubo demasiada irreflexión para anudar a un rival que le valía con subir la cremallera en defensa, le salían las cuentas con el empate y trazar unos contragolpes fortuitos para morder de vez en cuando a un conjunto al que le costaba volverse hacia su propio campo. La deflación de Las Palmas también la expresó Sergio Suárez porque no acertó a la hora de ponerle pausa al juego desde su posición central.

El gemelo menguó en su recorrido y las prestaciones del centro del campo bajaron en el termómetro del partido hasta la zona roja. Sergio quedó descolgado de la generación del juego, fuera de la circulación del balón y tampoco era capaz de llegar con efectividad a la presión sobre el adversario, que se crecía a base de la posesión. Con las piernas pesadas como las tenía el ocho, exigirle que apareciera por el área del Lugo ya era toda una incongruencia.

Y entonces, Deivid empezó a correr demasiado, a moverse por todos lados, a tapar agujeros en el medio y en la banda, a hacer faltas y todo ello era síntoma de descontrol. El grupo de Quique Setién, que se palpó la piel en el descanso porque aún estaba entero, tomó el control de la pelota a mediados del segundo acto, aunque le faltó verticalidad porque todavía tenía miedo a que la Unión Deportiva le propinara un zarpazo que arruinara su construcción incipiente.

Revitalizante

Con la grada murmurando y con el bigote torcido, a poco más de diez minutos para la conclusión, Sergio dejó su lugar a Vicente Gómez y el relevo fue como una bocanada para los amarillos, que recompusieron su dibujo cambiante, volvieron a tener paciencia con el balón, aunque el reloj pesaba tanto como el cansancio.

El mediocentro recuperó un par de balones en la zona ancha, los repartió con criterio con su espléndida zurda y dio espacio para que la mecha volviera a prender en cualquier momento. Y ese momento apareció a poquísimo del pitido final. Un balón peleado con rabia por Macky Chrisantus sobre la línea de fondo le cayó a Vitolo en mitad del área con amplias posibilidades de gol pero volvió a aparecer Yoel y su efecto magnético, casi milagroso.