Corea del Norte

Ju-ae, una colegiala en la corte de Kim Jong-un

Se sabe cómo se llama, que tiene 10 u 11 años y que es la mediana de los tres descendientes del líder norcoreano | Sus recientes apariciones junto con su padre han desatado un festín de especulaciones entre los estudiosos del régimen

Ju-ae entre sus padres, Kim Jong-un y Ri Sol-ju en una de sus últimas apariciones, un banquete militar. | REUTERS

Ju-ae entre sus padres, Kim Jong-un y Ri Sol-ju en una de sus últimas apariciones, un banquete militar. | REUTERS / adrián foncillas

Adrián Foncillas

Una colegiala le robó el foco al imponente misil Hwasong-17 en noviembre. Acudió a su lanzamiento de mano de su padre, Kim Jong-un, y la foto revolucionó al nutrido gremio de norcoreólogos. Acostumbrados a lidiar con migajas, en los últimos meses disfrutan de un festín. La prensa nacional la ha mostrado también en un banquete militar o presidiendo un evento deportivo y la ha premiado con epítetos que subrayan el linaje sagrado del Monte Paektu: la amada hija, la respetada hija, la preciosa hija…

El país más hermético del mundo obliga a tejer biografías con retales. De la hija se sabe que se llama Ju-ae, tiene 10 u 11 años y es la mediana de los tres descendientes de Kim Jong-un y su esposa, Ri Sol-ju. La abstracción del género es necesaria porque se desconoce si los otros son niños o niñas.

De Ju-ae no se supo hasta que Denis Rodman, el excéntrico exbaloncestista de la NBA e íntimo amigo del dictador, la mencionara en 2013. «Tuve en mis brazos a su niña Ju-ae y también hablé con su esposa Ri», aclaró tras uno de sus viajes a Pionyang.

La inteligencia surcoreana ha añadido esta semana que disfruta con la hípica, la natación y el esquí. También que recibe la educación en casa en contraste con el elitista colegio internacional de Suiza donde se formó su padre con identidad falsa. De su salto al ruedo solo hay acuerdo en la sorpresa. De la galería de esposas, amantes e hijos de su padre, Kim Jong-il, se supo muy poco. Pero la diplomacia norcoreana no juega a los dados y, concluido que la prematura exposición pública de Ju-ae encierra un mensaje, urge encontrarlo.

Sentencian algunos que Ju-ae ya ha sido ungida como cuarto eslabón de la dinastía que rige el país desde 1948. Disfruta de portadas frente al anonimato de sus hermanos y su presencia central en eventos militares pretendería legitimarla ante el estamento nacional más poderoso. Ni la esposa ni la hermana de Kim Jon-un gozaron de títulos tan entusiastas en la prensa nacional y tampoco parece irrelevante que su rostro aparezca en cinco de los ocho sellos de la serie con la que Pionyang conmemoró aquel exitoso lanzamiento misilístico de noviembre.

Padre treintañero

Desdeñan otros la conclusión por temeraria y opinan que es pronto para abrir el melón sucesorio. Pronto para el padre aún treintañero y la hija prepúber. Las razones de su exposición permiten varias especulaciones. Quizás Kim Jong-un quiso enfatizar el peso de la sangre en el trono sin prejuzgar su decisión hereditaria. Quizá quiso distraer a su pueblo de un contexto árido de pospandemia y escaseces alimentarias. O quizá sólo quiso alardear de hija como cualquier padre orgulloso. Una lideresa atentaría contra la casuística testosterónica y heteropatriarcal de un régimen fosilizado en tantos asuntos. El pasado año solo el 4,6 % de los más de 300 altos cargos del Gobierno y Ejército eran ejercidos por mujeres. Eran 15 y, según las cuentas del diario surcoreano JoongAnd Ilbo, los últimos bailes de sillas las han dejado en nueve. «El papel de la mujer en Corea del Norte permanece en niveles del mundo premoderno», razonaba el mismo medio.

La elección sucesoria, si lo es, contrasta con la anterior. Kim Jong-un, el menor de tres hermanos, se impuso en la carrera por descarte. El mediano era considerado por su padre «demasiado afeminado» para pelear contra le extensa nómina de enemigos del país y el mayor perdió su ventaja al ser detenido en un viaje al Disneylandia de Japón con un pasaporte falso. Solo la deteriorada salud del padre permitió entrever en 2008 que había heredero y no fue mostrado en público hasta 2010. Un año después subió al trono tras la muerte de Kim Jong-il. Fue tan apresurado el relevo y tan desconocida su figura que necesitó de años de purgas para fortalecer su autoridad. Quizá, opinan algunos analistas, Kim Jong-un está intentando evitarle aquel agotador frenesí a su hija.

Su irrupción ha disparado las dudas sobre su tía. Kim Yo-jong, hermanísima del dictador, es nuclear en la escena política del último lustro. Ejerce de asesora áulica, le acompaña en los actos más relevantes, es la única mujer en la poderosa Comisión de Asuntos Nacionales y está señalada como número dos del régimen. Su posición es sólida pero las afinidades son volubles en Corea del Norte y la sangre no protege de las intrigas.

Kim Jong-un ordenó envenenar a su hermano, Kim Jong-nam, en un aeropuerto malasio, y colocó a su tío y mentor, Jang Song-thaek, frente a un pelotón de baterías antiaéreas. O quizá la idea de presentar en sociedad a la hija fue de la hermana, responsable del lavado de cara del mohoso culto a la personalidad con técnicas occidentales que favorecen la imagen de cercanía.

Son tiempos de quizases y especulaciones, recuerdan los más sensatos. Es habitual que el mismo indicio sirva para defender una teoría y su contraria por los norcoreólogos. Las certezas empiezan y acaban por ahora en las carantoñas y los paseos de la mano de un padre con su hija.

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