Los gansos que salvaron Roma
Por inverosímil que parezca, fueron unos gansos los que evitaron la destrucción completa de Roma en el siglo IV a.C., cuando los galos invadieron Italia.
Durante el verano se realizaba en Roma el supplicia canum, un sacrificio de los perros del Capitolio que era presenciado por los gansos que habitaban en el templo de Juno. Los perros eran crucificados para conmemorar el aniversario del saqueo de Roma por los galos en el 390 a.C. (según otras fuentes sucedió en el 387 a.C.). La leyenda que apoyaba este ritual sostenía que los gansos de Juno habían salvado a la ciudad de caer ante los galos.
Un accidente desencadenó la guerra entre los seunones y los romanos. Los galos, liderados por el rey seunón Breno, marcharon hacia Roma, derrotando a los romanos en el río Alia. Al parecer, la batalla había estado bastante igualada ya que ambos ejércitos contaban con unos 40.000 hombres. Sin embargo, los soldados romanos tuvieron que retirarse y, con las prisas, se les olvidó cerrar las puertas de la ciudad. Los galos pudieron entrar sin resistencia. Este episodio ha sido conocido como el gran saqueo de Roma en el que los senadores fueron asesinados y se perdieron los documentos de los primeros siglos de la historia de Roma. Fue el primer saqueo extranjero a la ciudad y el único durante 800 años más.
Los que consiguieron quedar con vida buscaron refugio en la colina Capitolina. Cerca se situaba el templo de Juno en donde se encontraban los gansos sagrados que debían ser sacrificados a la diosa. Los galos pretendían atacar el Capitolio y entraron sigilosamente en la colina siguiendo las huellas de un mensajero romano. Tras el cansancio de la batalla, los centinelas y los perros guardianes romanos se durmieron, descuidando el asentamiento, lo que aseguraba la victoria definitiva de los galos. No obstante, su éxito se vio frenado gracias a la actuación de los gansos que, al tener un oído muy fino, se percataron de la intrusión y se alborotaron, correteando por todo el templo. Los graznidos alertaron a los soldados que estaban descansando, gracias a lo cual consiguieron repeler el ataque. Sin embargo, el asedio se alargó y los romanos decidieron pagar a los galos para que se fueran de la ciudad.
Debido a este acontecimiento, los romanos decidieron poner en práctica el supplicia canum como castigo a los perros que se durmieron durante el asedio y que debían ser sacrificados ante la mirada de los gansos sagrados que ahora permanecerían vivos gracias a su valiente labor.
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