Todos quieren Gaza

Son muchas las personas que creen que esta pugna tiene un motivo meramente religioso, nada más lejos de la realidad

Archivo - Imagen de archivo de los escombros tras un bombardeo contra el campo de refugiados de Maghazi en Gaza.

Archivo - Imagen de archivo de los escombros tras un bombardeo contra el campo de refugiados de Maghazi en Gaza. / Mohammed Talatene/dpa - Archivo

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

En un mundo en el que prácticamente todos tenemos acceso a innumerables fuentes informativas, es curioso cómo seguimos dejándonos llevar por motivaciones radicales para posicionarnos ante un conflicto creado por las grandes líderes de las potencias mundiales. Como dijo el piloto de combate nazi Erich Hartmann (1922-1993): «La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan». El caso del conflicto israelí-palestino no es distinto.

Son muchas las personas que creen que esta pugna tiene un motivo meramente religioso, nada más lejos de la realidad. Durante milenios los judíos han identificado al territorio que actualmente es Israel con (Eretz Yisra’el), su Tierra Santa. Sin embargo, la arqueología sitúa la mención más antigua del nombre a un relato grabado en la estela de Merenptah de 1210 a.C. que se emplea como un gentilicio designado a un grupo cultural que no se asocia a ningún lugar geográfico concreto.

Lejos de lo que los líderes sionistas quieren hacer creer, el verdadero motivo que hizo que Gaza fuera interesante desde un principio fue su situación estratégica, ya que une África con Asia y el Mediterráneo con Arabia. Un cruce a medio camino entre el Cairo y Damasco, La Meca y Constantinopla, Francia e India. Por este territorio pelearon los seleúcidas y los judíos, Marco Antonio y Pompeyo, el sultán Saladino y los cruzados y no se libraron de ansiar sus dominios los otomanos, mongoles e inclusos Napoleón. Aunque ahora lo veamos como un simple trozo de tierra, en la Antigüedad consideraban Gaza como un paraíso en medio del desierto. Fue, sin duda, un lugar de paso para los grandes conquistadores del mundo. Los egipcios llamaron a este territorio «la carretera de Horus» y los romanos «vía Maris». Al llegar la dominación musulmana pasaría a llamarse «Al-darb-Al-sultani», la carretera del sultán.

Lo que más llegó a parecerse a lo que hoy es el territorio de Gaza, hablando en términos geográficos, fue Filistea, un pueblo que aparece como el malo de la película en la Biblia. Filistea fue una confederación de ciudades-Estado que se pelearon durante generaciones con los judíos del Antiguo Testamento. La etapa durante la que los filisteos dominaron Gaza fue su edad dorada que terminó de manera abrupta con la llegada de Alejandro Magno.

Algo que hace interesante Gaza no es solo su situación geográfica, sino también la gran cantidad de túneles que se encuentran excavados bajo sus dominios. Los filisteos, dispuestos a resistir los embistes de Alejandro, fortificaron la ciudad y cavaron túneles para sorprender a sus invasores desde el subsuelo. En la actualidad, Hamás utiliza estas excavaciones para esconder munición y rehenes.

Tras la muerte de Alejandro, Gaza pasó de mano en mano, desde los seleúcidas de Antioquía y los Ptolomeos egipcios hasta los propios reyes de judea. Marco Antonio quiso también Gaza en el 36 a.C. Su intención era regalársela a Cleopatra, pero fue derrotado y pasó a manos del rey Herodes.

Durante el siglo I Gaza vivió un nuevo renacer comercial y pasó a formar parte de la provincia romana de Siria. Se gozó de paz y prosperidad hasta la caída del Imperio, cuando pasó a manos de Constantinopla. Aprovechando el cambio, el obispo de Gaza viajó a Constantinopla para pedirle al emperador que erradicara el paganismo. Regresó a la franja y saqueó la ciudad, destruyendo los templos romanos para construir encima de sus escombros iglesias. 

En el siglo VII, el Imperio sasánida conquistó la ciudad que mantuvo durante diez años. Omar, suegro de Mahoma y su segundo sucesor, incorporó al califato Siria, Mesopotamia y Gaza y reconvirtió la iglesia que una vez fue el templo de Zeus en una mezquita. Gaza fue islamizándose casi sin violencia, hasta que en 1099 la población huyó debido a la amenaza de los cruzados y la mezquita se volvió a convertir en un templo cristiano.

A mediados del siglo XII los mongoles y el sultanato musulmán de El Cairo se volvieron a disputar Gaza. Ganaron los mamelucos, que devolvieron a Gaza su época dorada gracias al comercio hasta la llegada del sultán otomano Selim que conquisto el territorio imponiendo una dura represión sobre su pueblo. Además, sufrió cambios en sus rutas durante cuatro siglos de dominio otomano, empobreciendo a sus gentes.

En 1798 Napoleón invadió Egipto para fastidiar la ruta de los británicos a India. Los franceses asediaron Gaza durante diez días hasta que consiguieron tomarla. Se apoderaron de ella hasta que fracasaron en su intento de dominar Siria, dejándola de nuevo en manos otomanas.

Cuando estalló la IGM los británicos asaltaron la franja desde Egipto, provocando cruentas batallas. Tardaron un año en conseguir entrar en Gaza y por ese camino accedieron a Palestina, haciéndose con su administración mediante un «mandato». El resto, ya sabemos cómo terminó.

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