Chorlitejos, pinzones, aguilillas, canarios, guinchos, petirrojos, mosquiteros, halcones, pardelas, guirres, herrerillos, etc. Si hablásemos de las aves que podemos encontrar en las islas Canarias nos sorprendería ver cuantas especies hacen uso de este pequeño archipiélago en alguna etapa de sus vidas. Las aves son uno de los grupos de animales más estudiados en todo el mundo. Sus colores, morfologías, comportamientos y distribuciones tan variados han permitido que estos animales sean fuente de innumerables estudios, proyectos de conservación e incluso que generen una economía asociada a su disfrute.

La ornitología es la rama de la zoología dedicada al estudio y conservación de estos vertebrados y cada año sigue ganando adeptos por todo el mundo capaces de emplear su tiempo, dinero y esfuerzo en disfrutar y mejorar el estado de conservación de las muchas especies amenazadas que pueblan nuestro planeta.

Las islas Canarias son un entorno privilegiado para poder disfrutar y estudiar a un gran número de especies de aves. De las 86 especies que podemos encontrar en Canarias reproduciéndose según SEO/BirdLife, seis de ellas son especies endémicas de este archipiélago, es decir, que solo se pueden encontrar en una o varias de nuestras islas a nivel mundial. Este sexteto de endemismos lo componen los pinzones azules de Gran Canaria y Tenerife, las palomas rabiche y turqué, la tarabilla canaria y el mosquitero canario.

Las aves son unos bioindicadores excelentes de la salud de nuestros ecosistemas y sistemas naturales. La pérdida de poblaciones suele ser un buen indicador sobre el deterioro de nuestros espacios y el crecimiento económico, turístico y social de las islas en las últimas décadas ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestro territorio. Vamos a poner de manifiesto estas situaciones a través de cuatro especies de aves presentes en las islas que nos dará una visión más certera de su importancia y las amenazas que sufre este grupo de animales.

El archipiélago Chinijo era uno de los bastiones de cría del guincho o águila pescadora (Pandion haliaetus) en las últimas décadas. Estos territorios con poca afluencia del ser humano y sus actividades y grandes paredes donde poder anidar eran el refugio perfecto para una de las rapaces de mayor tamaño que podemos encontrar en las islas Canarias de manera regular. Si este artículo lo hubiésemos escrito hace 10 años hablaríamos de que esta especie estaría presente en islas como Montaña Clara, Alegranza, Lanzarote, Tenerife, La Gomera y El Hierro. Sin embargo, en 2020 su población se ha reducido un 50% y las últimas siete parejas del archipiélago las encontramos en el macizo de Teno (Tenerife), La Gomera y Alegranza. Esta alarmante situación ha llevado al gobierno de Canarias a catalogarla recientemente como en peligro de extinción. Este nombramiento debe llevar asociado la regulación de ciertas actividades que afectan negativamente a la especie. Entre ellas destaca el constante trasiego de vehículos acuáticos en zonas de cría como el macizo de Teno que generan importantes molestias a las tres parejas reproductoras localizadas en los últimos años.

En una situación igualmente delicada se encuentra el chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus) una pequeña ave limícola que recorre nuestras costas rebuscando entre el fango algo que llevarse a la boca. A diferencia del guincho que se mantiene aún presente en Tenerife, es en esta isla donde el chorlitejo ha desaparecido como reproductor desde hace algunos años. Si no se toman medidas urgentes la única pareja presente en Gran Canaria seguirá el mismo camino en los próximos años y la presión humana en las costas de Fuerteventura, Lanzarote y el archipiélago Chinijo dejará efectos realmente negativos a las últimas 150 parejas que quedan aproximadamente en el archipiélago. El turismo masivo, la destrucción de los hábitats costeros y la presencia de especies exóticas invasoras como los gatos, que depredan sobre sus nidos, son sus principales amenazas.

Si abandonamos la costa y nos vamos a lo más profundo de los pinares de Gran Canaria encontraremos a una de las aves endémicas de nuestro archipiélago. Para ser más exacto, el pinzón azul de Gran Canaria (Fringilla polatzeki), es exclusivo de esta isla ya que hace unos años se diferenció de su homónimo de la isla de Tenerife (Fringilla teydea) existiendo así una especie propia de cada isla. En Gran Canaria la situación de este pequeño paseriforme de color azul es mucho más delicada que la de su vecino. En una isla castigada con deforestaciones continuas en los últimos siglos, el pinzul quedó refugiado en los pinares de Inagua, Ojeda y Pajonales donde aprendió a convivir con el uso que hacían de estos ecosistemas nuestros antepasados y con uno de sus mayores enemigos, el fuego.

Los incendios no dejan de ser una amenaza continua para una población que alcanza poco más de 400 ejemplares esparcidos entre los pinares de Inagua y los pinares de la cumbre de Gran Canaria donde se ha establecido una población en los últimos años. En el verano de 2007, 20.000 hectáreas de pinares maduros ardieron en la Reserva Natural Integral de Inagua. Un tercio de la masa forestal de la isla quedó arrasada y la mitad de los pinzules presentes en este espacio perecieron en uno de los acontecimientos forestales más dramáticos del archipiélago. La constante tensión, por la crítica situación de esta especie, se ha venido repitiendo con los incendios de 2017, 2019 y 2020 donde el fuego quedó a las puertas de los principales núcleos de población de este endemismo.

Nuestro último protagonista, es una de las aves que más mala fama tiene desde tiempos muy antiguos. “Cría cuervos y te sacarán los ojos” o “al cuervo no agrada el asno vivo, sino muerto” son algunos de los ejemplos con los que ha tenido que lidiar esta especie en todos los lugares donde se distribuye. El cuervo canario (Corvus corax canariensis) es una subespecie propia de las islas cuyas poblaciones no han dejado de reducirse en las últimas décadas. A pesar de su mala fama, este animal cumple un papel fundamental tanto en la dispersión de semillas (un ave de gran talla puede dispersar semillas de mayor tamaño) como en el control de los animales muertos en el medio natural evitando importantes focos de enfermedades. Sus abundantes beneficios contrastan con las constantes amenazas antrópicas que sufre. Los envenenamientos directos e indirectos, y las electrocuciones en tendidos eléctricos, así como las colisiones con cables y aerogeneradores han dejado a la especie con algo más de trescientas parejas repartidas de forma desigual en las islas. Mientras que en islas como El Hierro y Fuerteventura presentan poblaciones saludables, en los casos de Tenerife y Gran Canaria están en una situación delicada.

El ser humano no deja de poner en peligro una biodiversidad única que no entiende ni de fronteras ni de desarrollo humano. Un crecimiento económico y social sostenible es la clave para poder seguir disfrutando de estas especies cuya situación en las islas pende de un hilo.