Meteorología
Néstor, el grancanario que vio por primera vez la nieve gracias a la borrasca 'Celia'
El hombre disfruta por primera vez en la vida del fenómeno meteorológico con un amigo
Nunca es tarde para la primera vez. Llegando a la cuarentena, Néstor vio este martes su primera nevada en la cumbre de la Isla acompañado de un amigo. El madrugón mereció la pena.
Nunca es tarde para vivir nuevas experiencias en la vida. Que se lo digan a Néstor, quien cerca de la cuarentena ha visto por primera vez la nieve en su isla natal. Este martes, la cumbre de Gran Canaria amanecía con un precioso manto blanco tras las precipitaciones de la noche y la madrugada, y este aruquense, en compañía de su amigo Aníbal, no lo dudó ni un instante. Se levantó temprano, se calzó las botas y se aprovisionó con abundante ropa de abrigo y tiró para el monte a disfrutar de un espectáculo meteorológico que se deja ver poco por estas latitudes.
Eran poco más de las siete y media de la mañana cuando ambos amigos llegaron a Cruz de Tejeda y se encontraron con que la GC-150 se encontraba cerrada al tráfico por la presencia de placas de hielo en la calzada. Eso no les desanimó, sino que aparcaron el vehículo cerca del parador y emprendieron una ruta a pie por la citada vía en busca de la ansiada nieve. «Estuvimos como dos horas caminando hasta que empezamos a ver las primeras acumulaciones cerca de la Cruz de los Llanos», relata Aníbal mientras su compañero primerizo trataba de calentarse las manos.
«Tardamos casi dos horas en llegar a donde había nieve, pero mereció la pena», sostiene, feliz
El camino, aunque largo y tortuoso, no les defraudó. Les llovió, les granizó y las rachas de viento les hacían avanzar a trompicones en algunos momentos, pero la sola idea de ver la nieve les mantenía el ritmo y la ilusión. Ambos pasaron frío, pero en ningún momento se les borró la sonrisa de la cara. Los dos aruquenses sabían a lo que iban. «No es habitual poder ver la nieve en la isla, y esta vez parecía que había sido abundante», explica Néstor, quien el lunes terminó de trabajar a las diez de la noche, y este martes tenía que volver a su puesto a las 16.00 horas.
Tras sacarse algunas fotos en el cruce de la carretera a Cazadores -no llegaron más arriba porque su objetivo estaba más que cumplido-, desandaron el camino, esta vez cuesta abajo y sin frenos. Antes de las 11 ya estaban de nuevo en el parador, felices y con una nueva experiencia que contar. «Quizás no haya nevado tanto como otras veces, pero sí que había buenos montoncitos», señala Aníbal. Néstor, que no sabía si era cierto o no, no dejaba de sonreír. Y es que la ilusión por la nieve no entiende de edad. A nadie le amarga un poco de blanco en invierno.
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