Mogán

Isabel García, cosecha viva de Veneguera

Mogán reconoce a una de sus vecinas por su contribución al desarrollo del municipio.

Cuidó cabras y trabajó en los tomateros, berenjenas y elaboró queso.

Isabel García pasó buena parte de su vida arraigada a la tierra, entre La Aldea y Veneguera, donde nació y luego se crió y maduró, y siempre estuvo vinculada a un sector primario moganero que permitió que su familia saliese adelante en años de dificultades. Cuidó cabras, plantó tomateros, plataneras y hasta berenjenas y hoy, ya retirada desde hace muchos años, a sus 87 inviernos sigue hincando la rodilla para arrancar las malas hierbas en la finca de su hija. «Ojalá mis piernas me ayudasen para andar esas laderas y ayudar más en las fincas», sostiene. Esta aldeana de nacimiento pero moganera de corazón es una de las siete vecinas reconocidas por el Ayuntamiento de Mogán para conmemorar el Día de la Mujer Rural.

Isabel nació el 17 de marzo de 1936 en el seno de una familia humilde de La Aldea que poco después se mudó a Veneguera porque su padre cuidaba un ganado. Y allí ella comenzó a trabajar desde que era una niña. «Desde que empecé a servir para hacer algo me pusieron a cuidar cabras», recuerda. Aquel fue el primero de una larga lista de empleos vinculados a las actividades agrícolas y ganaderas. Años después comenzó a trabajar en el sector del tomate, tanto en la tierra como en el almacén.

Así, marchaba hasta La Aldea para recoger un tomate que luego empaquetaba en un almacén ubicado en la playa de Veneguera. Muchas veces iba caminando, barranco arriba y ladera abajo, pero otras tenía más suerte y pasaba un camión que la transportaba. Por entonces, mientras duraba la zafra, vivía en la playa de Veneguera mientras trajinaba en el almacén y solo volvía a casa los fines de semana. Y eso si podía, claro, porque si al almacén llegaba un cargamento de fruta «había que aprovecharlo».

Isabel García, en la cocina de su vivienda de Veneguera.

Isabel García, en la cocina de su vivienda de Veneguera. / Juan Castro

Del tomate pasó a las plataneras y de aquí al sector de la berenjena, un cultivo al que se dedicó durante años y que hoy, lamenta Isabel, ya ha desaparecido del municipio, al menos en grandes fanegadas. Y vinculada a este cultivo permaneció durante años.

Una boda y tres hijos

Después se casó, un 24 de noviembre de 1963, hace ya casi 60 años, con el que fuera su novio, Tomás Delgado Saavedra, un pastor que cuidaba cabras en Veneguera y al que conocía de hacía años. «Vivíamos muy cerca uno del otro y casi nos habíamos criado juntos», relata Isabel. Con él tuvo tres hijos: Marcela, Benito y Benjamín.

Pero aún teniendo tres chiquillos en su casa Isabel no paró de trabajar. Cuando tuvo a la mayor, Marcela, continuó trabajando en el almacén que estaba cerca de su vivienda y cuando estaba en los tomateros «ponía a mi hija en una cajita de cartón en medio de los surcos mientras yo trabajaba la tierra; mire que pasamos trabajito...». Luego nacieron sus otros dos hijos y cuando crecieron e iban al colegio, Isabel se marchaba, nuevamente, a cultivar la berenjena, a cuidar a las cabras, a elaborar queso y además debía atender su casa y a sus hijos. «Antes a los chiquillos los criábamos mejor que hoy; los echábamos allí a la tierra y se entretenían jugando, no como hoy», señala Isabel.

A sus 87 años, Isabel limpia, cocina y se agacha a arrancar la hierba en la finca de una de sus hijas

Por entonces en Veneguera y Mogán no había lujos, se vivía casi al día y para aprovisionarse de víveres tiraban de un comerciante que cada fin de semana pasaba a vender «de todo, desde hilo de coser a pasta de chocolate, azúcar, leche o gofio, y así hacía la comprita para pasar la semana, y además lo daban a fiar hasta que cobrábamos».

Las dificultades pasaban también, por ejemplo, para acceder a un médico. «Como no había coches llegué a ir con mi hija Marcela con seis meses a cuestas, por el barranco, de Veneguera a Mogán», relata. Isabel reconoce que la vida de antes «era muy dura porque no había comodidades», pero si le dan a elegir vuelve a preferir aquella época «porque aunque se trabajaba más, se estaba más tranquila y una podía dormir con la puerta de casa abierta, mientras que ahora tengo que tener todo trancado por miedo».

Isabel García a las puertas de su vivienda de Veneguera.

Isabel García a las puertas de su vivienda de Veneguera. / Juan Castro

Después de dedicar toda su vida a las labores de la tierra, Isabel se retiró con 50 años. Hoy, con 87 años, le queda la magua de que no haya en Mogán aquellas plantaciones de berenjenas y tomateros aunque sí hay frutos tropicales. Ya no va al campo, pero aún así se sigue levantando a las 07.00 de la mañana y a las 07.30 horas ya empieza a recorrer el aroma del potaje por toda la casa. Después ve un poco la televisión, se va a echarle de comer a las gallinas y por la tarde, después de la siesta, se dedica a pintar en cuadernos de dibujo. «Aquí mano sobre mano no queremos a nadie», bromea su hija Marcela. E Isabel, aún con energía, le replica. «Yo no estoy en condiciones para ir a un centro de mayores, aún soy joven y para pintar allí, pinto en mi casa, al centro se va cuando ya no se puede hacer nada, pero yo limpio mi casa y hago la comida», señala. Y a las 17.00 horas comienza a recibir a las vecinas para tomar el café.

Isabel García fue ganadera, agricultora, lavandera y como madre e hija también fue cuidadora de su familia. Es cosecha viva de Veneguera, y por su contribución al sector y a la vida rural ha sido reconocida por el Ayuntamiento de Mogán. «Yo no sé por qué me lo dieron, pero estoy contenta; ¡a lo mejor con este reconocimiento me dan trabajo a estas alturas!», bromea.

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