Una educación para la libertad

Los profesores que imparten clases a personas privadas de libertad afirman que aprenden mucho de ellas

Esta nueva etapa les ha devuelto la vocación por la enseñanza

Esteban Alvarez, Rosa Marrero y Manuel González, en una de las aulas del Centro de Educación para Personas Adultas (Cepa) de San Bartlomé de Tirajana.

Esteban Alvarez, Rosa Marrero y Manuel González, en una de las aulas del Centro de Educación para Personas Adultas (Cepa) de San Bartlomé de Tirajana. / Juan Castro

José A. Neketan

José A. Neketan

Son parte del profesorado encargado de llevar la educación y la formación al Centro Penitenciario de Juan Grande. La experiencia de dar clases a personas privadas de libertad les ha devuelto la vocación de enseñar. A diario ven experiencias personales que les hacen valorar las cosas pequeñas de la vida, mientras intentan ayudar a su alumnado a superar este bache para que tengan una experiencia de superación personal.

Esteban Álvarez, Rosa Marrero y Manuel González son tres profesores de un grupo de quince que imparten educación en el Centro Penitenciario Las Palmas IIde Juan Grande a personas privadas de libertad. Los tres confiesan que, en su momento, cuando conocieron el destino, les pudo el temor de no saber a qué se enfrentaban o cómo serían sus aulas para educar en un centro penitenciario o su alumnado.

Actualmente, aseguran que ese trabajo en el centro penitenciario les ha devuelto la ilusión por la enseñanza, y que cada día «es un aprendizaje para nosotros por todo lo que nos aporta y nos enseña el alumnado sobre la vida».

El jefe de Estudios del Centro Penitenciario de Juan Grande, Esteban Álvarez, también imparte clases de Lengua Castellana y de Literatura y además es coordinador del proyecto Erasmus del Centro de Personas Adultas (Cepa) de San Bartolomé de Tirajana. Afirma que el programa educativo que se imparte no es muy distinto. «Lo que sí hay que hacer es adaptar el currículo porque te encuentras muchas realidades distintas y gente que ha sufrido todo tipo de abusos y otras realidades», afirma Álvarez, quien destaca que lo que sí es distinto es el contacto con el alumnado. «No tiene nada que ver con el alumnado con un centro de Secundaria. Lo primero es que son adultos y muchos tienen interés por sacarse un título para seguir adelante», asegura.

«El reconocimiento que tienes de ese alumnado interno no lo vas a tener en un centro de Secundaria»

El jefe de estudios explica que «las cosas han evolucionado con el tiempo, y la relación que tenemos con los funcionarios de prisiones y el director son cada vez más abiertas, y eso ayuda mucho. Entonces hay una buena relación y eso facilita mucho toda la labor educativa».

Manuel González, que imparte clases de Enseñanza Inicial de Personas Adultas (Eipa) confiesa que esta experiencia le ha devuelto la vocación de enseñar. «Piensas qué injusta es la vida, dependiendo de las circunstancias que tiene la persona. No todos salimos desde la misma línea de salida. Hay gente que lo hace 500 metros más atrás y por más que vaya a correr nunca va a llegar a la meta. Uno tiene que dar gracias por lo que tiene y algo tiene que cambiar para que tanta gente no se quede fuera», reflexiona el profesor, quien añade que lo que más le motiva es el tema social de esta manera de impartir formación, «de cómo puedes ayudarlos a evolucionar, y además son muy agradecidos, sobre todo los subsaharianos, que además cuándo les preguntas cómo se van a buscar la vida cuando salgan te dicen que en la agricultura o en la pesca, y te hace plantearte muchas cosas de tus valores aquí, en el mundo civilizado, y ellos que vienen a la búsqueda de una vida mejor, entonces te cuestionas bastante cosas como persona y como docente».

Lección de vida

Rosa Marrero, profesora de Inglés y Lengua, confiesa que tuvo que tener un periodo de adaptación para dar clases a personas privadas de libertad en un centro penitenciario porque no sabía con qué se iba a encontrar. Ahora reconoce que ha sido una lección de vida, «con la que aprendes a valorar lo que tienes y lo que han hecho por ti. Ahora agradezco cada día en haber venido aquí a dar clases». 

Marrero también destaca que «el reconocimiento que tienes de ese alumnado no lo vas a tener en un centro de Secundaria». 

Contra algunas de las personas que no tienen nada y solo tienen como referencia la vida en la cárcel, los tres profesores también conocen casos de éxito personal, «de alumnado interno que ha empezado a estudiar y ha conseguido su título de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, o hacer un curso de acceso de grado medio y saca el grado superior, o de otros que se ponen a hacer un ciclo de cocina en el mismo centro y salen fuera a hacer las prácticas».

Recientemente, una decena de ellos han podido salir de excursión con algunos profesores, que guardan la imagen de sus caras en ese momento de disfrutar de la libertad. Y no han parado de darles las gracias.   

Suscríbete para seguir leyendo