Una corriente de aire corretea por el interior de la casa, arremolinada en las salas de espera desea salir y voltear la mirada al paisaje duro y volcánico de la isla. Lanzarote le ha dado un lugar en el que aspirar libre: El Traspatio. Una exposición que pone en pie a una nueva corriente artística formada por Cintia Machín, Marina Speer, Lana Corujo, Darío Machín y Mariela García, cuyas obras estarán en el Museo Internacional de Arte Contemporáneo, en Arrecife, hasta el próximo 28 de agosto.

El traspatio vivo de Lanzarote Adriana Sandec

El Museo Diverso es un programa que promociona el arte emergente en la isla a través de una serie de formaciones teóricas y prácticas que acompaña a los implicados hasta el punto final de la instalación que recoge el MIAC. Atiende a la necesidad de una implicación por parte de las instituciones públicas que velen por la promoción de su tejido socioartístico bajo los conceptos de cuidado, entrega y hogar que defiende el planteamiento, todos ello, comisariado por la antropóloga y doctora en arte y filosofía Marianna Amorim, quien acudió a la llamada de la directora del MIAC María José Alcántara y el gestor cultural David Machado sin dudarlo.

La relación entre los artistas debía de fraguarse poco a poco. Tanto con ellos mismos como con quienes iban a ser parte de esta incursión en un novedoso paradigma de entender el movimiento artístico local, más allá de los insignes nombres que dan lustre a la isla. La primera fase se inició en abril en la Casa Museo del Campesino y el MIAC, con diversas clases sobre dinámicas museísticas y herramientas para profesionalizar su actividad. A partir de ahí, junio fue el mes clave para la elaboración de la producción a la que darían a la luz. El arte y la cultura son parte aquí del debate social que campa entre los medios de comunicación y las conversaciones de bar acerca de qué significa el individuo en un sentido global y, a su vez, en el contexto de su propio imaginario.

Memoria, viaje y futuro

Marina Speer, ilustradora y pintora, lanza la primera estocada con una serie de pinturas donde están No te olvides de jugar o Niño observando un camino de hormigas. Ella, que está en el archipiélago desde hace cuatro años, venía con el desasosiego de quien no se cree capaz de mostrarse ante el mundo. Madrileña, pero con orígenes diversos, contó con el apoyo de la comunidad artística y de su pareja, y, envalentonada, decidió probar suerte. Qué podía perder. Recuerda con satisfacción como la dinámica transitó entre las sesiones teorías individuales a las que acudía cada uno hasta decidir entre todos que preferían hacerlas colectivas, pues querían verse y apoyarse, formar, de repente, una especie inclasificable de familia. «Cuando llegué a la isla veía las casas, las fachadas sin cal, la madera, las texturas que me fascinaban, y empecé a crear obras con el concepto de la ruina de la memoria, tanto personal como íntima», adelanta, así, llegó al gran lienzo que trae los recuerdos de la niñez.

Luego, la escultora y profesora de secundaria Cintia Machín, con una instalación de técnicas mixtas presenta El teatro. Aplicó las técnicas tradicionales de la moldura para realizar una serie de máscaras familiares que están invitadas en torno a una mesa típica que, en última instancia, refleja «a mi familia pura y dura, por lo que tiene una carga emocional profesional y personal». Después de hacer diversos encargos públicos de esculturas, aprovecha esta oportunidad que siente como una ocasión especial para dar a conocer su intimidad, su obra privada, el sello de su obra. «Todo barco necesita su impulso, así que esta es una oportunidad que no puede perderse y considero que ha estado a la altura», subraya. A pesar de que sus creaciones están a la vista de la audiencia en grandes dimensiones, la desnudez de las salas de exposición es un reto a acometer.

De izq. a dcha., David Machado, Darío Machín, Mariela García, Cintia Machín, Lana Corujo y Marina Speer. Adriana Sandec

En cuanto a Darío Machín, artista multidisciplinar con especial interés por el arte textil, desarrolló el espacio Entre esquirlas y charcos, una cueva. Un lugar en el que se entremezclan las telas, la cerámica, el metal o el acrílico para un momento «inaudito» en el que hay un reconocimiento por parte del sector tras la inauguración acontecida el jueves pasado. En la libertad dada durante la construcción de este discurso de autogestión y exposición, ha continuado su investigación académica hacia un cuestionamiento de la persona y las coordenadas que habita.

«Es una mirada a mi memoria estética al haber crecido en un entorno con estas características visuales», dice refiriéndose a la zona sur, al magma y a los volcanes que envuelven sus recuerdos. «Al final, te conviertes en un visitante de tu lugar, que es propio y a la vez se transita de forma breve», analiza. Pues, esta ha sido la relación de los convocados, que conocen y desconocen sus raíces a un mismo tiempo, y que desean profundizar.

El hogar del MIAC

Además de cuestionar longitudes y lazos, la reflexión de Mariela García llega para indagar sobre las experiencias y consecuencias de la introspección. Los balbuceos de su hijo se escuchan de fondo durante la conversación telefónica, se excusa, pero celebra con alegría la compañía y la conciencia de que ha desatado sus pudores ante los demás. Habla de salud mental en la estructura de madera y pintura textil Oquedad. Tras la pandemia, el embarazo supuso un punto de inflexión que la llevó a luchar contra el estado depresivo. «Quería intentar plasmar esa soledad para que quien lo viera lo entendiera, ya que con todas las palabras del mundo tampoco podría explicarlo ni darlo a entender a quien no lo ha vivido», reflexiona. Ya fueran las descompensaciones químicas propias del organismo como las vivencias que afectan irremediablemente al ser, está decidida a visibilizar la magnitud de estas emociones que transforman a cualquiera que las haya sufrido.

Por su parte, Lana Corujo, escritora e ilustradora, traza con el acrílico y el grafito sobre lienzo una composición de madera y rofe que lleva por nombre Isla imaginada. ¿A dónde fue San Borondón, a los recuerdos, a las expectativas o a todos los futuros posibles? Tal y como ha reflejado en sus letras, la lanzaroteña ata el pasado con esquejes llenos de cariño y escenas de salas íntimas, para dotar de un significado sobresaliente a los hechos que han conformado la propia identidad, ya fuera una tarde al calor de la siesta o una marea que tan baja deaba ver el horizonte.

El sentimiento común de los cinco coincide en que, de un tiempo a esta parte, ha sido necesaria el sobrenombre del exterior para lograr tener un mérito en la propia tierra. Por ello, sus caminos han trazado tanto los bordes de la ínsula como la península, pero, la comisaria Amorim defiende que, sin duda, el trabajo que producen en Canarias no es menor que el de las grandes urbes culturales. «El paisaje de Lanzarote es muy determinante en la mirada de la población. Ven un espacio, el urbanismo, la invención del espacio público de una manera muy particular, por lo que es un factor que les hace especialmente sensibles estéticamente», detalla.

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La historia de Lana, Darío, Mariela, Marina y Cintia está entroncada con sus orígenes, por lo que la forma de trabajar el concepto de la casa ha ido cimentando El Traspatio con las inquietudes, miedos, apegos y cuestionamientos de cada uno de los artistas. «Es importante traer los cuidados, los cuales están en nuestra sociedad visibilizados en el ámbito privado cuando se construyen los lazos primarios de la familia, pero este es político y, a veces, hay que hacerlo ocupar otros ámbitos, por lo que aproximar la casa a esta sala pública es esencial», incide la comisaria.

El Traspatio inicia una etapa en el Museo Internacional de Arte Contemporáneo, y, con ello, la andadura con emoción de quien advierte por primera vez que su voz es escuchada entre el gentío. Una oportunidad única para alumbrar un paradigma rompedor y tierno, tal y como lo entienden sus componentes, en Lanzarote.