Hemos pasado nuestro décimo día de navegación sin ver tierra".

A eso de las 10 de la noche, coincidiendo con el cambio de guardia, Nino se despertó con la buena noticia de que el Winner tenía al fin viento de popa de 15 nudos. El capitán se despertó con rostro cansado, pero le brillaron los ojos tras oír la noticia. Al mismo tiempo puso una sonrisa socarrona. Rápidamente, la tripulación del barco izó las velas y el Winner comenzó a deslizarse sobre las aguas, tranquilo, a 8 nudos de velocidad.

Cuando la racha de viento golpeaba las velas, el barco se impulsaba como empujado por una mano divina. "Fue una gozada", recuerda Enrique Viera, navegante del velero. "Permanecí toda la noche despierto bajo el cielo estrellado y una temperatura dócil de 27 grados escuchando el ruido del viento impulsando el velero, que parecía rodar sobre el mar". Viera se acostó finalmente a las cuatro de la mañana, al terminar su guardia.

Por la mañana todos se alegraron de recibir el viento esperado del nordeste, que permitiría al yate bajar hasta latitud 13, donde encontrar los vientos alisios.

Nicolás hizo pizzas para almorzar, preparando la masa a mano con harina y cerveza. "Le han quedado muy bien", comentan los tripulantes. Nino estuvo reparando y engrasando las puertas de los camarotes que chirriaban. Ya no hacen ruido. Por su parte, Enrique pasó la mañana durmiendo y Ricardo Luis intentó pescar, por desgracia, infructuosamente.

Nino comenta que el yate está muy cerca de Brasil, a unas 1.000 millas. A juicio de Enrique, "no estaría mal un par de días de Carnaval en Ipanema".

Viera recuerda que "curiosamente, en 1502 Cristóbal Colón hizo su último y cuarto viaje saliendo de Gran Canaria y llegando a Santa Lucía en el Caribe, igual que nosotros. En este último viaje buscaba el paso a las Indias, cuya localización creía en el istmo de Panamá. Él no lo encontró, pero nosotros tal vez sí lo veamos".

El Winner se encuentra justo en el ecuador de su travesía. El sueño caribeño se acerca.