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Análisis

De apodos, nombretes y dichetes

En Canarias, sobre todo en barrios y pueblos, raro es quien no lo tenga

De apodos, nombretes y dichetes

El diccionario Espasa - Calpe dice respecto a los apodos: "Nombre que suele dársele a una persona tomado de sus defectos corporales o alguna otra circunstancia. Extensiva a alguien particular a una familia o comunidad". Define la palabra como sinónimo de mote.

En Canarias no se suele usar mucho la palabra apodo. Más bien en su lugar se usa el nombrete o dichete.

Desde los tiempos más remotos el apodo nombrete nos ha acompañado siempre, de él no se han librado ni los papas, reyes, ni los personajes de las más altas jerarquías. En Canarias, sobre todo en los pueblos y barrios, raro es alguien de la familia que no tenga un nombrete o dichete y en algunos casos, la familia entera. En el barrio de San José, en la Portadilla, hay dos familias súper conocidas como los Patarrasa y los Rubensinos, que llevan años y años en trifulcas constantes.

El apodo se suele usar más bien en términos policiales, hasta ellos lo tienen. La famosa policía franquista la Secreta, que era un secreto a voces pues toda la muchachada la conocía, le llamaban la Pasma, la Madán, la Bofia o la Pestañi. Y a los antiguos guardias de asalto los grises que en aquella época usaban más la porra que la cabeza, también como los maderos.

En la ciudad, cuando las mujeres usaban vestidos, faldas almidonadas y plisadas y en el Estadio Insular jugaban todavía el C.F. El Marino y R.C. Victoria, había un guardia de asalto muy conocido, pues era árbitro de fútbol de Primera Regional y el muchacho medía dos metros largos. Solía hacer el servicio en el Muelle Grande y cuando arbitraba un Marino y Victoria, la muchachada de La Isleta lo ponía de vuelta y media pa' arriba y él ni se inmutaba mirando por el rabillo del ojo a ver si se quedaba con alguno. Era conocido como Juan Pintona muchos le recordaban.

Los reclusos al director de prisiones le llaman el Doble y a los funcionarios Boquera.

Al Papa Juan XXIII le llamaban el de la quiniela. Hubo un rey al que l decía el Hermoso, bueno esto más que un nombrete era un halago. A don pedro el Cruel no le haría mucha gracia que le llamaran así, pues más que un nombrete era un insulto. Y aquel a quien en la mili por su cara de crío le pusieron el niño lo que es de agradecer.

Los nombretes se suelen ganar a pulso o se heredan y los suelen poner la muchachada del pueblo llano y soberano -soberano ¡Qué coñac! En Andalucía, sobre todo, en Cádiz, Sevilla y Málaga hay que ver la gracia que tienen los andaluces para ponerlos. Algunos cantaores y guitarristas son conocidos como: El pescadilla, el habichuela, tomatito, el chocolate, camarón, fosforito, el perro la paterna...

A los futbolistas que ha hecho historia se les conoce por el sobrenombre: Lee Yashin, legendario portero ruso como: La raña negra, al portugués Eusebio como la pantera negra de Mozambique a Ramallets el gato de Marachana a Germán Dévora el Maestro a Tonono el Cronómetro a Gainza el gamo de Dublín y al mejor futbolista del mundo se lo conoce como la Pulga. ¡Que barbaridad!

De pequeño frecuenté mucho La Isleta, de hecho tengo más amigos que en mi barrio. Un personaje atípico, simpático y muy popular era el Canelo, José Calimano. Alto, fuerte, blanquecino con la cara llena de pecas, el pelo como Van Gogh luciendo un diente de oro y al sonreír y en la cartera una foto como el actor Gregory Peck, pues actuó en la película Moby Dick, que se rodó parte en el Muelle Grande. Era un forofo del boxeo y del fútbol. Tenía su peña de La Isleta detrás de la portería que daba a la fábrica de tabaco, se hacían notar bastante. Saltó al campo dos veces a por el árbitro, que era en las dos ocasiones un tal Mazagatos. En la segunda llevó un gato en una talega y lo soltó al césped en la mitad del partido y se armó la marimorena con el aplauso de la muchacha.

Tenga en cuenta de que les estoy contando de cuando, los guindillas -guardias municipales- usaban bicicletas y un pito y cascos de explorador.

En La Isleta, como en todos los barrios casi nadie escapaba del nombrete. A un tendero de los de aceite y vinagre le llamaban el Judío y a sus hijos los Trincaos tenderos, barberos, latoneros, zapateros, todos tenían la marca de la casa.

En un coche de hora, aquellos amarillos, le decía una vecina a otra:

-¿Sabes que Mary Carmen tuvo gemelos?

- ¿Qué Mary?

-¡Sí, mujer! La de Pacuco, el Tirillas.

Aclarado.

Ahora es diferente. Un señor en un barrio cualquiera pregunta a otro dándole nombre y apellidos y dice no conocerle. "No caigo. Si le digo le engaño. ¿Qué coche tiene?" "Un BMW rojo deportivo". "Sí hombre ese es Chanillo, el Fórmula 1". En esa esquina la otra noche en un timbeque de Artenara tomándonos unos rones secos con un vecino del lugar me decía: "En la ciudad no sé cómo se las arreglan ustedes, pero por aquí, la conociencia entre nosotros es por el nombrete". Santa palabra Agaete tiene fama de poner dichetes. Aparte de que te pueden llevar al huerto... de las flores.

Un taxista de la ciudad, se fue a vivir unos meses a la villa marinera y postinera y ahora con puerto de mar, y al tiempo en el bar le dijo a un lugareño:

-"Dicen que por aquí suelen poner dichetes, pues yo llevo aquí un mes largo y no me han puesto ninguno".

- Claro -dijo- yo soy taxista de Las Palmas, entro por la noche y salgo tempranito. Y le suelta el hombre:

- ¡Chacho, a ti te dicen el Búho!

Los nombretes suelen ser para siempre, no tienen indulto. Y en algunos casos te acompañan hasta la muerte. En algunas esquelas del periódico suelen poner debajo del fallecido: "Conocido por..." ¡Y te jincan el nombrete! En nuestra ciudad, en el siglo pasado, hubo tres personajes irrepetibles que, sin proponérselo, pasaron a formar parte de la historia de personajes populares: Lolita Pluma, Andrés El Ratón y Pepe Cañadulce.

A los tres conocí. A Lolita Pluma en el parque Santa Catalina, primero vendiendo postales, más tarde chicles en una cajita y, últimamente, vendía su imagen. Le decía a los turistas: "Yes, yes, foto con mí, pero antes, mony mony".

A Andrés El Ratón, en el Puente Palo frente al Bar Polo, con su chaquetón militar lleno de condecoraciones y en las manos relojes que no daban la hora y anillos de metal relucientes como el oro.

A Pepe Cañadulce, por lo visto se enfadó con el Señor Torres, el dueño del Torrecine y andaba por la calle de Triana a grito pelao con el megáfono de hojalata: "No vayan al Torrecine que hay pulgas, vayan al pabellón recreativo".

El nombrete no tiene apellidos y los hay para todos los gustos y colores, si te han puesto uno no se me enoje, y recíbalo como a un amigo que te va a acompañar siempre. Si te jincan el nombrete no hay más remedio que aceptarlo.

Tengo tres amigos, a uno que pesa más de cien kilos le llaman: El suspiro. Otro que es un gruñón, siempre de mala leche, le dicen el Tabaiba y al tercero le han puesto el brocha fina y es pintor de brocha gorda. Y están contentos.

Otros, a sabiendas de que lo tienen, tratan de ignorarlo pero no les vale. En mi caso la verdad es que ignoro si me lo han puesto pero, ya me enteraré. Seguro que sí.

¿Y usted, no tiene ningún nombrete?

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