La Provincia - Diario de Las Palmas

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El Toscón, aire puro en plena ciudad

Este núcleo de Tamaraceite con sabor a campo se ha convertido en un lugar idílico para vivir por su tranquilidad y sus buenas comunicaciones

Vistas panorámicas del barrio de El Toscón. Jose Carlos Guerra

 El Toscón es uno de los barrios de nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria que todavía huele a hierbas, campo, animales y se respira tranquilidad. Viera y Clavijo hace mención al pago de El Toscón como uno de los que componían la jurisdicción de San Lorenzo, junto con otros como Lauretal, Tenoya, Tamaraceite, Dragonal y Colmenar. Es por ello uno de los más antiguos del distrito Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, aunque nunca haya tenido la entidad de pueblo de otros núcleos de la zona en cuanto al número de habitantes.

Los orígenes del barrio de El Toscón se remontan a principios de 1800, cuando un grupo de personas procedentes del interior de la isla eligieron este lugar, situado entre Tamaraceite, San José del Álamo y Miraflor, para iniciar una nueva vida junto a sus familias y estar más cerca de su lugar de trabajo sin perder sus orígenes rurales. El Toscón, que perteneció al extinto municipio de San Lorenzo, está situado a diez kilómetros de Las Palmas de Gran Canaria, y sirve de límite entre nuestra capital y el municipio de Teror. Las nuevas edificaciones rodean a aquellas casas centenarias que habitaron las primeras familias del barrio. Entre ellas, y cuyos descendientes aún viven en la zona, se encuentran la de los Montesdeoca, los Viera, los Yedras y los Jiménez. Los sacrificios de estas personas dedicadas a la agricultura y a la ganadería eran muchos, ya que según cuentan los mayores del lugar, sus antepasados tenían que ir caminando a la capital para vender sus productos.

Hubo un acontecimiento que sembró el pánico y la consternación entre los habitantes del Toscón especialmente y de Tamaraceite, San Lorenzo y Tenoya allá por los años 30 del siglo XX. Entre lo que cuenta la tradición oral y lo que recogen el periódico Diario de Las Palmas de la época y la Carta Etnográfica del Cabildo Insular de Gran Canaria, este suceso supuso la noche más negra para nuestro pueblo de Tamaraceite y sus pagos, denominándose ‘La terrible catástrofe del Toscón’. La presa del Granadillar, de Jacomar o El Toscón (se le conoce por los tres topónimos) fue construida entre los años 1930 y 1932 sobre otra que ya se encontraba en la zona. Alcanzó una altura de unos 20 metros de altura con un proyecto realizado por el ingeniero Simón Benítez Padilla. La presa llena podía alcanzar 110.300 metros cúbicos de agua. Una presa que después de terminada, y debido a los periodos de sequía, nunca había sido llenada.

Puentes y casas destruidos

Después de dos años, a la Presa de Granadillar empezó a entrar agua y se llenó por primera vez el 21 de febrero de 1934. La alegría de los agricultores de la zona por tener agua para el riego pronto se convirtió en llanto ya que la estructura de la presa no aguantó la presión y sufrió una rotura que nadie esperaba. Según cuentan la prensa de la época y la tradición oral, el estruendo fue como un terremoto en plena noche. Al romperse el muro de la presa las aguas discurrieron violentamente por el Barranco del Toscón destruyendo por completo el Puente de La Hoya de la carretera que desde Las Palmas conduce a la Villa de Teror, así como varias casas de mayordomos y algunas fincas de plataneras, falleciendo ocho personas entre adultos y niños. Se la conoció entonces como la terrible Catástrofe del Toscón.

El Diario de Las Palmas lo recogió así en 1934: «La inmensa avalancha de agua, unos 150.000 metros cúbicos, arrastró árboles, piedras y tierra, con cuyo material taponó el puente del barranquillo de Teror, represándose nuevamente. La fuerza del gran volumen rompió la contención, lanzándose otra vez vertiginosamente, en una extensión de cuatrocientos metros de ancho por tes y cuatro metros de altura, barranco de Jacomar abajo».

«En su desenfrenada carrera», continuaba el Diario de Las Palmas el 23 de febrero de 1934, «las aguas arrastraron dos casitas situadas en el lugar conocido por El Barranquillo, propiedad una de don Lorenzo Montesdeoca y habitada por su mayordomo llamado Ramón y conocido por El Pastor, su esposa y dos niñas, una de un año y otra de tres. La otra vivienda arrasada estaba un poco más abajo, y la habitaba el mayordomo de don José Velázquez, llamado Maximiano Sánchez, que dormía con su esposa y dos hijos pequeños en una de las habitaciones, encontrándose en otra inmediata los mayores Modesta, María y Adán y en la cocina otra menor llamada Eva. Además durmió allí anoche, contra costumbre, el gañán de una finca vecina propiedad de don Lorenzo Montesdeoca, llamado Rogelio Herrera Ortega. Las dos viviendas fueron totalmente arrasadas, no quedando de alguna ni la señal y sus habitantes envueltos en la corriente y arrastrados».

Sin cimientos

Según estudios realizados por el geógrafo Jaime J. González Gonzálvez, en 1944 el ingeniero presista Julio Alonso Urquijo elaboró un informe para la Jefatura de Obras Públicas de Las Palmas sobre la Presa del Toscón donde afirmaba que la presa se vino abajo por no haber ejecutado cimientos. Para los peritos, la causa de la rotura fue la capa arcillosa que cementa los conglomerados: al llenarse el embalse durante un invierno excepcional, tras varios años de sequía y calores, hubo un corrimiento del terreno por las fisuras producidas en la arcilla. Y al fallar el terreno del cimiento intervino la segunda causa: el empuje de abajo arriba del agua, la subpresión. Según el presista autor del Proyecto, Simón Benítez Padilla, que realizó una visita a la presa tras la rotura, corrobora -el corrimiento del terreno- la presencia de una larga grieta, claramente perceptible a todo lo largo de la ladera siguiendo la orilla exterior del cimiento.

A pesar de este hecho luctuoso, ha sido un lugar apetecible para vivir por sus buenas condiciones climatológicas. Durante las últimas décadas, el barrio de El Toscón se ha extendido hacia lo ancho y alto de la ladera y curiosamente sus calles han tomado nombre de profesiones como El Soldador, Pulidor, Jardinero, Ebanista, etcétera. En la actualidad, el barrio está dividido en tres núcleos, El Toscón Alto, El Toscón Bajo y El Fielato, y el número de vecinos no pasa del millar, concretamente 800 habitantes. Estos tres núcleos están unidos primero por medio de la Asociación de Cabezas de Familia y luego, desde 1973, por la Asociación de Vecinos Sagrado Corazón de Jesús.

Según la información facilitada por la Asociación de Vecinos, se fecha en 1974 la conducción del agua del barrio y la instalación eléctrica, en marzo de 1977. Ambos servicios fueron sufragados mayoritariamente por los vecinos en concepto de contribuciones especiales. La difícil orografía de El Toscón hizo que la instalación de servicios fuera complicada aunque las vistas que tiene al campo lo hacen un lugar ideal para vivir. Una de las primeras tareas que acometió la Asociación de Vecinos fue la de facilitar la comunicación de las barriadas, hormigonando su arteria principal. El Toscón cuenta con un colegio y una pequeña iglesia que se empezó a construir en los años 70, donde se venera la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que es el patrono del barrio.

Y fue la construcción de la iglesia la que unió a los vecinos ante la inexistencia de lugar para el culto. La Escuela de niños era el lugar utilizado por el párroco de San Antonio Abad (Tamaraceite) cuando realizaba su visita anual para la celebración de la Santa Misa, con el ritual de subida a la Cruz del Toscón. Este hecho hizo que en los años sesenta, Graciela Viera Pérez, Cheli, hija de Manuel e Inesita y otras chicas del barrio promovieran la recaudación de fondos para dedicarlos a la creación de una ermita en El Toscón. Esta iniciativa fue apoyada por la Asociación de Cabezas de Familia, recién creada en ese momento, cuando también se constituye una Comisión Pro-Iglesia presidida por José Viera Pérez, hijo de Manuel e Inesita, para lograr la construcción de una iglesia y evitar el aislamiento espiritual por su lejanía de la parroquia de Tamaraceite. El Toscón, barrio histórico que se ha convertido en un lugar idílico para vivir por su tranquilidad y por sus buenas comunicaciones y que se caracteriza por la buena vecindad que siempre ha señalado a este núcleo capitalino con sabor a campo.

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