Entrevista | José Luis Galván Viña 'Naniana' Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria

José Luis Galván: «José Luis ha estado muy pocas veces desde que apareció Naniana»

Su personaje ha logrado hacer feliz a varias generaciones de niños isleños, incluidos los que han pasado por el Materno Infantil dado que durante 22 años ha trabajado para sacarles una sonrisa

José Luis Galván Viña 'Naniana', Hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria en las Fiestas Fundacionales 2023.

José Luis Galván Viña 'Naniana', Hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria en las Fiestas Fundacionales 2023. / Andrés Cruz

José Luis Galván Viña-Naniana (Agaete, 1960) es un perfecto desconocido salvo cuando se coloca la nariz de payaso y se convierte en Naniana. Su personaje ha logrado hacer feliz a varias generaciones de niños isleños, incluidos los que han pasado por el Materno Infantil dado que durante 22 años ha trabajado para sacarles una sonrisa. La ciudad le devuelve su dedicación a la infancia con el título de Hijo adoptivo. 

 Es el primer payaso al que la ciudad le otorga un galardón, ha puesto una pica en Flandes

No sé si soy el primero. Me sorprende lo que ha sucedido; si es así me hace sentir más responsable ahora que Marisol Domínguez [su mujer y productora de los espectáculos infantiles] y yo estábamos pensando en poner fin a nuestro proyecto empresarial.

No me diga que se retira

Sí, llevamos cuarenta años intensísimos en esta proyecto de vida y creemos que hay que ponerlo fin para comenzar otros. Dar paso a otros pese a que no hay relevo generacional porque nuestras tres hijas no se quieren dedicar a esto. Nuestro gran objetivo fue siempre hacer feliz a los niños y centramos nuestros esfuerzos en los dos momentos del año más felices y mágicos para los niños y sus familias: Reyes y el día del cumpleaños. Y lo logramos. Si alguien quiere coger el proyecto está todo montado.

Más allá de la responsabilidad que le otorga el título ¿Cómo lo ha encajado?

Creo que han enfocado el premio por la labor que he hecho durante 25 años en el Materno como payaso de hospital. Pero yo ya tenía los deberes hechos desde el minuto uno que asistí a un centro hospitalario. Fue tan potente la experiencia, que dije: Si a mi me tocara irme ya de este planeta, estoy seguro que a donde vaya me van a abrir las puertas y ponerme al lado de alguien. Y ahí me entró tanta energía que me ha durado 22 años con la gran desgracia que fue el covid, que nos paralizó el proyecto, en el que la Fundación Mapfre Guanarteme fue la impulsora y financiera de estas visitas al que altruistamente yo aportaba mi personaje. Tengo una anécdota, y debería ser relevante del gran papel que hacemos los payasos. El otro paró una chica en la calle para hablarme de una Ong. Me dijo que la había salvado la vida, que estaba en psiquiatría cuando yo fui al Materno, que la hice tan feliz, que lo superó. Aún conserva el libro que la regalé y cada día relee. Ese tipo de vivencias son las que han dado valor a lo que he hecho en el Materno.

¿El reconocimiento en la calle es el mayor premio para un artista?

Para mí, sí. Sé que mi nombre lo presentó un partido que ni estaba ni va a estar, pero hubo un consenso sobre su aceptación; me quedo con eso. Tengo la gran satisfacción de que ningún color político ha estado en contra de esa labor humana, o lo que fuera. 

¿Cuándo decidió ser payaso?

 Yo era una persona muy activa, entregada; era el delegado de curso en el instituto y el representante de los alumnos en el propio instituto (ríe). En Cruz Roja Juventud, donde entré con 8 años, llegué a ser formador de formadores de niños a nivel nacional. Siempre he sido muy colaborativo, entregado a las causas sociales, ecologistas, y ahí me forjé. Además hacia teatro, tocaba la guitarra.

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El punto de inflexión ¿fue?

Fui empujado por la propia oportunidad que me daba la sociedad. Había una carencia de hacer felices a los niños y comenzamos a diseñar espectáculos.

¿Qué referentes artísticos tuvo?

Yo no quería parecerme a nadie. Coincidí por la época con los payasos de la tele, Charlie Rivel, y otras personas. Después me formé con los grandes pedagogos del momento como Filip Gulier, Carlo Colombaioni, Alex Navarro.

 

¿Cuándo deja de ser José Luis y pasa a ser Naniana?, ¿Cuándo se pinta?

Cuando me levanto cada mañana (ríe), abro el ojo, y oigo José Luis, me pregunto ¿habrá alguien aquí?. Naniana está desde primera hora del día hasta la noche. José Luis ha estado muy pocas veces desde que apareció Naniana. De hecho hay gente que no sabe quién es José Luis.

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Eso es que el personaje ha calado

Sí, sí (ríe).

"Si algo me hace crecer con esta mención que me ha otorgado el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria es que se dignifica a una profesión sumamente importante para esta sociedad"

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¿De qué se nutre para sus guiones?

De muchas cosas. Hay un punto de inspiración para un clown que son los bebés, sobre todo con el movimiento. Pero también la naturaleza, los animales. Cuando me pongo la nariz sufro una metamorfosis total de mis sentimientos, afloran cosas que están dentro de mi que no puedo controlar. Luego está la capacidad de improvisación que surge de cada aliento, de cada lugar por el que pasas. Y, por supuesto, la formación. Todo sirve de recurso. Llevo tantos en la maleta que cuando la abro hace un recurso: ¡chucu chug, pam¡. Y sale el niño. 

El espectáculo funciona si hay risas o ¿hay otros elementos?

La risa, que se puede expresar con una carcajada o el silencio. La mirada; cuando tu ves que la sonrisa invade todo el rostro, te quedas flipando. Todos somos niños, mis espectáculos son de cero a 90 años y si hay alguien de 95 que juegue también. El humor y la risa van unida a los sentimientos y a las emociones; eso no tiene edad, es universal, la esencia de la vida.

Lleva más de 30 años dedicado a la infancia ¿Hay mucha diferencia entre los niños de antes y los de ahora?

No, la sociedad es la que ha cambiado. Un niño es fantástico hasta que entran los padres en el colegio y hacen perder todo el trabajo pedagógico que está haciendo el maestro (ríe). Tengo la suerte de que la profesión mía es felicidad, risa, fiesta, me permito unas libertades que otros no pueden.

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¿Ha visto mucho payaso en estas elecciones?

Ninguno. Si algo me hace crecer con esta mención es que se haya hecho a un payaso; es una manera de dignificar esta profesión tan sumamente importante en esta sociedad. Aliento a todos los payasos reales a que sigan formándose, sigan en el intento de trasmitir los valores y sentimientos que somos capaces. Ese dicho de: ¡Vaya payaso!, está ya obsoleto. Esto es como otra profesión, yo no me disfrazo, sino que uso un vestuario profesional.

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