Es un personaje de Forges, Mariano, el epítome del listo del pueblo, de la tan manida sabiduría popular. Ser un mariano es como ser Alfredo Landa en Cateto a babor o Santiago Segura en uno de sus torrentes. El caso es que hemos tenido un presidente del gobierno de España, y lo seguiremos teniendo en funciones al menos hasta agosto, de nombre Mariano. Hasta que lo vi comparecer ante los medios el martes, después de su audiencia con el rey Felipe VI, no había asociado nunca su nombre a lo antedicho. Pero el martes se superó; dijo, como siempre, lo que le vino en gana con la chulería típica del que ha frecuentado mucho el Carabela de Pontevedra, y cortó la rueda de prensa en seco porque había partido de la Champions, el Manchester contra su Real Madrid, y él, claro, lo quería ver en lugar de seguir atendiendo a los pesados periodistas. Si no fuera porque es todo muy triste, porque ese personaje y su gobierno han creado la mayor brecha social en este país desde tiempos inmemoriales, porque se están cargando una de las mejores sanidades públicas del mundo y han originado tal lío en el sistema educativo que tardaremos generaciones en recuperarnos. Si no fuera por todo eso, y otra serie de barbaridades, podríamos reírnos a carcajadas del espástico Mariano Rajoy. Pero no podemos y no debemos porque el peligro sigue amenazando. Puede ocurrir que este personaje de sainete de cuarta vuelva a ser presidente, porque esos votantes conservadores le tienen más miedo a Pablo Iglesias, el jefe de la secta Podemos, que a toda la larga historia de corrupción organizada en el Partido Popular desde hace más de treinta años. Y el chico ese pseudocatalán, Albert Rivera, ya no les gusta tanto porque se ha atrevido a pactar con el PSOE. Estamos apañados. Y continúa con la matraca de la gran coalición, ¿es que nadie sabe decirle que el partido socialista no puede apoyar al autor de los desastres sociales de los últimos cuatro años y al líder de la banda de cuatreros corruptos populares? Es bien sencillo: la mayoría de los votantes del PSOE desaparecerían ante cualquier aproximación, por leve que sea, al PP. Pedro Sánchez y los suyos lo han tenido claro, aunque dentro de su partido algunos militantes seniles piensen lo contrario. Creo que esa actitud firme puede ser un plus para las próximas elecciones, y algo a explotar y repetir. Porque yo no quiero más marianos al frente de nada.