El lápiz de la luna

El mercadillo de los likes

Instagram y Facebook dejarán de dirigir anuncios a menores basados en género

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Elizabeth Lopez Caballero

Siempre me ha gustado el refrán «cada maestrillo con su librillo» y también el que dice «aprendiz de todo y maestro de nada» porque me recolocan el foco y me recuerdan que estoy en constante evolución y aprendizaje. Creo que debemos tomarnos muy en serio los argumentos que proponemos cuando opinamos, en especial en aquellos temas que no acabamos de dominar del todo. Porque todos lo hacemos. Discutimos sobre cualquier cuestión desde nuestra experiencia y lo damos por válido, y está bien cuando se hace en una sobremesa con amigos o con familiares. Sin embargo, a ninguno de nosotros se nos ocurriría –o no debería ocurrírsenos– opinar sobre la eficacia de un tratamiento para la arritmia, si no somos cardiólogos, o sobre qué tipo de vigas hay que usar para hacer un puente, si no somos ingenieros. Qué locura, ¿verdad? Que la opinión popular, las más de las veces sin conocimiento de causa, pudiese decidir la medicación para la arritmia o el calibre de las vigas que soportarán el peso de un puente. Y, sin embargo, está ocurriendo. No, desde luego, a esos niveles. Pero ocurre y da miedo. El otro día recibí una ristra de mensajes privados en diferentes redes sociales de personas que me pedían que votara un proyecto que habían presentado a una entidad equis para que se lo subvencionaran y poder ejecutarlo. El proyecto ganador no sería el más apropiado ni el más necesario (o sí), sino el que más «likes» obtuviera. Estoy completamente segura de que todos y cada uno de los trabajos presentados eran excelentes y oportunos, pero la realidad es que había algunos acerca de los que no podía opinar por no tener ni la experiencia ni los conocimientos esenciales sobre el asunto en cuestión, salvo aquellos que trataran de psicología o de educación. Quizá con esto de los «likes» estamos desnortándonos un poco. Creo que, ante determinadas situaciones, como lo es dar dinero para que un proyecto se desarrolle, la valoración de este debe ser realizada por un comité de expertos en la materia que evalúe, no solo la temática, sino la necesidad y el impacto que generará en la sociedad dicha actividad. Honestamente, me parece una forma de devaluar el trabajo intelectual de todos los profesionales que se han dejado la piel elaborando un proyecto que será valorado según la cantidad de «me gusta» que obtenga. Porque no ganará el mejor, sino el que más amigos tenga en el mercadillo de las redes sociales. No es lo mismo nominar la mejor foto, por ejemplo, que no genera un resultado en la calidad de vida de las personas, que votar sobre un plan de trabajo que puede repercutir en el otro. El bienestar social y la valía intelectual no deberían estar sometidos a semejante escarnio. Las grandes fundaciones que usan estos métodos deben replantearse si les gustaría que sus objetivos, logros, trayectoria y posible continuidad fuesen expuestos en la plaza de Facebook o Instagram y valorados a golpe de «like». No sé por qué me da que no se someterían a tal bochorno.

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