Al azar
El abogado redefine a Alves
Con total independencia de la voluntad del abogado y de su papel en el proceso, el cortejo social desdobla al defensor en juez y parte, que determina la narración
La expresión «hay partido», para señalar el futuro del presunto violador Alves, desencadenaría la furia colectiva contra su autor. Salvo que la frase existe, y ha sido pronunciada por el abogado del futbolista, elevado al rango de único ser humano autorizado a cuestionar la versión de la víctima, de su abogada, y de la jueza que detecta «indicios mucho más que suficientes» de una violación. De hecho, el fichaje por seguir la jerga futbolística de Cristóbal Martellfue saludado como si invirtiera la situación. Que se sepa, un letrado no puede modificar ni uno solo de los hechos en disputa, a lo sumo sus consecuencias, pero fue saludado como si su contratación redefiniera el marcador del partido citado.
Con total independencia de la voluntad del abogado y de su papel en el proceso, el cortejo social desdobla al defensor en juez y parte, que determina la narración. Es una treta indirecta y cobarde para dudar de la versión de la víctima, sin asumir las repercusiones del cuestionamiento. Equivale a hablar de «supuesta» en vez de «presunta», porque las palabras también juegan. El letrado puede emplear argumentos que la sociedad ni se atreve a esbozar, en Estados Unidos se prohibió indagar en la vida sexual previa de las víctimas de violación. Jesús Cardenal, el inolvidable fiscal general de Aznar, negaba un sesgo de la justicia a favor de los ricos. Aclaraba que los poderosos pueden pagarse mejores abogados, y que los tribunales son sensibles a los buenos argumentos. Una excelente descripción del caso Alves.
La presunta violación ha cambiado de star system, de la galaxia donde Alves y sus predecesores eran intocables, a otra donde su abogado es invencible. En este dominio astronómico, el futbolista recupera vicariamente la ventaja de su condición estelar. Se confirma el clasismo entre presuntos criminales, pero se olvida un factor atávico que la jueza ha empleado con sabiduría y que empata la confrontación. Se llama cárcel, la trituradora que destrona y destroza a sus ocupantes. Cuanto más dure el encierro, más irreversibles son sus efectos sobre el carisma y crédito de los presos, remember Mario Conde.
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