Reseteando

Hidalgo trae la patineta, París la veta

Una mujer se desplaza sobre un patinete eléctrico.

Una mujer se desplaza sobre un patinete eléctrico. / Ferran Nadeu

Javier Durán

Javier Durán

Los parisinos decidieron el pasado domingo en referéndum rechazar la incorporación a la ciudad de un servicio público de patinetas eléctricas, dado el número de accidentes provocado por sus conductores y por la invasión de las zonas peatonales. El veto no afecta a los privados, pero sí a cualquier sistema municipal donde el usuario paga una cantidad que le permite coger el patinete en un punto y soltarlo en otro. Se trata de un conflicto de manual entre la movilidad convencional y la sostenible, donde la que sale peor parada es la persona que va por la acera y que ve cómo la adelanta una o un grupo de patinetas. El riesgo de recibir un golpe y ser arrollado es más que evidente, tal como atestiguan con cierta frecuencia las páginas de sucesos. No hay ningún estudio que compare el nivel de prudencia de los conductores de patinetas que proliferan en esta capital con los de la capital de la luz. Hay indicios bien visibles de que a sus usuarios les gusta arriesgar más, son más jóvenes e incumplen más la normativa que los ciclistas. El Ayuntamiento de Augusto Hidalgo acaba de anunciar, casi al final de mandato, un servicio público de patinetas (como prueba de laboratorio), algo similar a lo que desequilibró la característica puntillosidad de los parisinos. Oponerse a nuevas estrategias urbanas para disminuir las emisiones y expulsar los motores de combustión tiene poco porvenir. Otra cosa es una selva disparatada, sin regulación, donde las patinetas toman posesión del espacio público sin miramientos. Si el estreno de este servicio no se hace con las debidas garantías, la primera reacción va a ser de disgusto y a continuación de resistencia. Contribuir a la cohesión entre la ciudad alta y baja con el patinete no parece mala idea, si bien sería mejor hacerlo con un transporte colectivo limpio y rápido. La apuesta no está exenta de peligros, al entender que existirán puntos de la trama donde la innovación va a tener que compartir asfalto con el parque móvil convencional. Esperemos que todo vaya bien, si bien siempre queda ponerlo a votación al estilo París.

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