Reflexión

Antídotos contra la banalidad

La XX Fiesta del Cine se celebrará del 15 al 18 de mayo

La XX Fiesta del Cine se celebrará del 15 al 18 de mayo

Claudio Utrera

Claudio Utrera

Hoy arranca la 22ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria con un programa que, como cada año, cumplirá, con toda probabilidad, con la autoexigencia selectiva que siempre ha caracterizado la línea editorial de este certamen. El Centro de Cultura Audiovisual del Cabildo de Gran Canaria presentará en breve un amplio y original ciclo de filmes, seleccionados y presentados por algunos de los cineastas más destacados del panorama canario (Victor Moreno, Macu Machín, Félix Sabroso, Alba González, Armando Ravelo, María Miró, David Pantaleón, Dácil Manrique, Juan Carlos Falcón y Elio Quiroga) que nos explicarán en sus sucesivas citas su experiencia personal ante películas del calado artístico y de la proyección histórica de, entre otras, Rashomon (Rashomon, 1950), de Akira Kurosasa; Doce hombres sin piedad (Twelve Angry Men, 1957), de Sidney Lumet; Solaris (Solaris, 1972), de Andrei Tarkovsky; El ángel exterminador (El ángel exterminador, 1962), de Luis Buñuel o La eternidad y un día (Mia aiwniotha kai mia mera, 1998), de Theo Angelopoulos y nos contarán de qué manera han influido dichos filmes en sus respectivas carreras profesionales.

En sus sedes del Teatro Guiniguada (Las Palmas) y del Espacio La Granja (Tenerife) la Filmoteca Canaria reanudó sus sesiones la pasada semana con una retrospectiva dedicada a la formidable cineasta húngara Márta Mészáros, una de las figuras canónicas del cine europeo de la segunda mitad del siglo XX el conocimiento de cuya filmografía entre las generaciones más jóvenes de espectadores es virtualmente nulo. Una iniciativa más en el rescate de una parte importante del patrimonio cinematográfico mundial, que nos invita a observar cómo cuestiones hoy de tan rabiosa actualidad como el feminismo, recibían la máxima atención entre las vanguardias artísticas de las décadas de los cincuenta y sesenta en países que orbitaban bajo influencia política de la Unión Soviética.

El TEA de Santa Cruz de Tenerife, organismo consagrado desde su fundación a la divulgación del arte contemporáneo en todas sus manifestaciones, continúa escalando peldaños en su empeño por difundir el mejor cine internacional con estrenos rigurosos en Canarias de las producciones independientes que se cuecen en los rincones más insospechados del planeta; la misma función que, mutatis mutandi, ejercieron los tristemente desaparecidos Multicines Monopol en Las Palmas durante más de cinco lustros, acogiendo en sus salas a un tipo de cine que apelaba más al pensamiento crítico y a la conciencia ética del espectador que al embelesamiento visual que, día tras día, nos propone la inmensa mayoría de la producción mainsteam que se distribuye en el mundo.

Se trata de un puñado de actividades poco frecuentes en las anémicas carteleras cinematográficas de nuestras islas aunque, eso sí, consigue alejarnos por unos días del tedioso y monótono escenario que presentan las decenas de salas comerciales de nuestra comunidad con películas absolutamente amoldadas a un diseño de programación basado en un conjunto de arquetipos narrativos y emocionales directamente relacionados con las orientaciones marcadas desde los despachos financieros del coloso hollywoodiense. Hay otras maneras de ver el cine y otras formas de hacer cine. Ése podría ser el eslogan que mejor resumiría el sentido final de la labor de estas instituciones y colectivos interesados por algo más que por las cuentas de resultados cuando se acercan, desde ángulos disímiles, a la complejidad que discurre bajo la compleja estructura de los lenguajes del cine contemporáneo.

El nivel de exigencia técnica y por tanto artística que exigen hoy amplios sectores del público cuando depositan sus siete u ocho euros en taquilla no es asunto baladí sino todo un derecho en orden a establecer unas nuevas reglas de juego que abran el panorama industrial del medio hacia otras dimensiones, las de quienes aseguramos que aún hay tela que cortar para conseguir la neutralización de ese gigantesco aparato envilecedor en que se ha transformado el viejo Hollywood y la apertura consiguiente de un espacio mucho más abierto a conceptos, hoy tan irrenunciables como la diversidad cultural en un mundo sumido en una revolución silenciosa que reclama sin tregua un acceso más libre y democrático al mundo que pregonan otras voces, ostensiblemente diferentes a las que se pronuncian al amparo de la gran industria.

Sin embargo, la circunstancia frustrante de no tener acceso al estreno en salas de muchos de los filmes que hoy están aportando innovación y creatividad al arte cinematográfico ante los desafíos que impone la modernidad, no podrá acabar con un fenómeno audiovisual tan diverso, relevante y expansivo. Es obvio: hay mucho más cine en la mayoría de los filmes independientes que se producen en la actualidad, más originalidad e inventiva, que en ese caudal inagotable de vaciedad, ruido y reiteración que inunda gran parte de las películas que ocupan actualmente nuestras carteleras. No basta pues con la más que plausible labor que desempeñan en nuestra comunidad determinados festivales, instituciones y colectivos con sus acciones puntuales a favor de la cultura cinematográfica si ésta no viene acompañada de una apuesta empresarial decidida y autorregulada que nos permita acceder con total normalidad a todo tipo de producciones.

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