Observatorio

Recursos para encarar situaciones difíciles

Recursos para encarar situaciones difíciles

Recursos para encarar situaciones difíciles

Inmaculada González

Después de unos cuantos años trabajando con personas, he podido constatar la importancia de disponer de una buena teoría para enfrentar los momentos difíciles que, antes o después, a todos nos llegan en la vida. Quienes se muestran más vulnerables ante la adversidad son aquellos que no tienen un buen enfoque de la realidad o que han construido visiones claramente distorsionadas sobre lo que nos afecta a todos: un fracaso sentimental o en el trabajo, la enfermedad, la muerte de un ser querido, etc. La falta de recursos válidos para encarar este tipo de situaciones añade un sufrimiento innecesario al dolor normal que estas circunstancias nos provocan.

La frase del científico escocés James Clerk Maxwell, «nada más práctico que una buena teoría», se refiere a la necesidad de disponer de un marco teórico apropiado para resolver problemas en la física, aunque este mismo axioma también se puede aplicar a la vida. En los momentos difíciles es importante poseer principios, perspectivas y actitudes que nos permitan afrontar la cara más amarga de la existencia y nos ayuden a encontrar vías de salida y posibles soluciones a lo que nos ocurre.

La parte más importante de esta base teórica sobre la vida la construimos con los mensajes que nos llegan del entorno familiar y social en el que crecemos y nos desarrollamos. Cuando somos niños, tenemos una capacidad especial para absorber y asimilar toda la información; es entonces cuando escuchamos de nuestros mayores multitud de consignas, que asimilamos de manera inconsciente y que van a conformar nuestro esquema de pensamiento. En muchas de ellas está el origen de nuestras decisiones y, por supuesto, de nuestros actos. Si hemos tenido la fortuna de que nuestros padres nos hayan alentado con sensatez y nos hayan advertido con sabiduría, tendremos una buena teoría que nos permitirá afrontar la vida con principios sólidos; si, por el contrario, nos han estimulado inculcándonos visiones erróneas o nos han generado creencias distorsionadas, es probable que nos sintamos desprotegidos ante los rigores de la existencia que, antes o después, todos vamos a experimentar.

Hoy en día, sobre los niños influye no solo la visión de vida de los mayores de su entorno, sino también, de manera especial, todo lo que les llega a través de las redes sociales, y la mayor parte de las veces los mensajes que inoculan en sus cabezas están muy lejos de brindarles herramientas útiles para andar por la vida. Por su parte, los adultos, inmersos en una sociedad en la que la reflexión brilla por su ausencia, en muchos casos también están perdidos y transmiten a niños y jóvenes modelos y principios contaminados por los intereses de un sistema que no desea individuos seguros, capaces de admitir el dolor cuando llega, reconocer el error como un maestro de vida o aceptar los límites, entre ellos, el único insalvable para todos: la muerte.

El inconveniente de no poseer principios adecuados para afrontar la vida es que se genera un sufrimiento añadido cuando llega una dificultad o un problema real. El excesivo culto al ego, el enfoque de la vida como si fuera un parque temático en el que tenemos que estar en la diversión permanente, la evitación de los conflictos o la negación del sufrimiento porque hay que ser feliz, no permiten desarrollar individuos con solidez suficiente para afrontar esos momentos en los que «pintan bastos» y se ponen a prueba nuestras capacidades para salir adelante; es más, en algunos casos la teoría de la vida está tan distorsionada que genera problemas donde no debería haberlos o, simplemente, se problematizan en exceso situaciones que estarían normalizadas en el pasado y lo son en otros contextos en los que la realidad se impone con toda su crudeza.

La vida tiene aristas que, a veces, nos provocan dolor, y si no aceptamos esta obviedad insalvable para todos, es probable que nos veamos atrapados en el infierno de la insatisfacción permanente, y tratando de evitar el dolor a toda costa, nos encontramos con la cara más amarga del sufrimiento: aquel para el que no hay recursos personales que lo permitan aliviar.

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