Retiro lo escrito

El naufragio

Ángel Víctor Torres celebra la victoria del PSOE en la provincia de Las Palmas.

Ángel Víctor Torres celebra la victoria del PSOE en la provincia de Las Palmas. / Ángel Medina (EFE)

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

De nuevos todos ganan. Es una nueva estafa, la vieja estafa con un fisco de dramatismo, con un eructo y medio de epopeya a izquierda y derecha. Gana el Partido Popular porque cosechó más votos y escaños. Gana el PSOE porque mantuvo sus niveles de apoyo e incluso sumó un par de diputados, qué fastuosa porca miseria. Gana Sumar, aunque tenga peores resultados que Podemos en 2018 pero, ¿quién se acuerda de eso? Ganan, por supuesto, las fuerzas independentistas, incluso ERC, que se quedó casi con la mitad de diputados, porque seguirán siendo decisivos para la gobernabilidad del país que desean destripar en libertad. Quien parece un inocultable perdedor es Vox, pero tampoco, porque ellos también tienen su arsenal de excusas universales. Al escribir esto está a punto de salir Santiago Abascal por la tele para citar la conspiración judeomasónica que si a ellos les envilece, a nosotros nos honra. No, nadie pierde, salvo nosotros, los que colectivamente hemos decidido optar por este naufragio.

Porque este resultado no es un mal menor, sino la profundización de una patología política persistente. Es la exclusión. Es el bloquismo como transformación evolutiva del bipartidismo. Es la radical imposibilidad de conseguir los acuerdos ampliamente consensuados que son imprescindible para la solidez institucional, la legitimación democrática y la eficacia funcional de un país en sus servicios públicos: la sanidad, la educación, la dependencia, la modernización de las administraciones públicas (incluida la justicia) y su transparencia. Ninguno de estos principios y objetivos se pueden imponer a la mitad del país y de sus votantes. Como ocurre invariablemente, vienen años muy duros, de rigor presupuestario, contención del gasto y control fiscal decididos desde la Unión Europea. La mayoría de las reformas imprescindible no se han hecho o han quedado desinfladas. La campaña electoral ha sido profundamente oligofrénica, pero también terrible y aunque no consiga despertar la simpatía de nadie, lo ha sido por los dos bandos, que han jugueteado con el guerracivilismo miserablemente. La derecha ha creído que para gobernar bastaba con desplegar una despiadada campaña personal contra el presidente del Gobierno. Un gobernante con tantos excesos, demasías, petulancias, enredos y cinismos como Sánchez quedaba a salvo detrás de la caricatura perpetrada por el Partido Popular, no hablemos siquiera de los rebuznos de Vox, la extrema derecha europea más desasistida intelectualmente y cuyo programa electoral puede escribirse en el fondo de un carajillo o en el asta de un toro. Por su parte, la izquierda en el poder se dedicó a ofrecer servicios y, sobre todo, a prometer pasta gansa al personal, desde un bono para que los viejos puedan ir al cine hasta una herencia universal de 20.000 euros cuando cumplas los 18 años, aunque no la cobrarás hasta los 23, pardillo, para que nos votes dos veces. De vez en cuando la nota del clarín del compromiso antifascista: Yolanda Díaz le quitaba valientemente una condecoración concedida a Francisco Franco en los años sesenta o se mostraba planchando en su casa porque ella es natural como el agua que llega corriendo alegre desde el manantial.

Y así nos hemos arreglado para elegir un parlamento de donde no puede salir, de ninguna manera, un gobierno razonablemente estable. Porque, ciertamente, Núñez Feijóo, más bocazas que mentiroso, no tiene respaldo para la investidura presidencial, pero Pedro Sánchez, que ayer parecía haber desembarcado triunfalmente en las playas de Normandía, tampoco. Al menos necesitaría la abstención de Junts per Catalunya para continuar en La Moncloa. Y si milagrosamente la consigue (¿a qué precio?) debería negociar con los puigdemondistas los presupuestos generales del Estado. Como con ERC, PNV, Bildu y BNG. O funciona semejante pandemónium, con su vertiginoso impacto en el sistema político y en los equilibrios entre comunidades autonómicas, o nos vemos en las urnas en vísperas de la Navidad.

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