Reseteando

A punto de ser atacado

Desarticulan una red que estafó un millón de euros con SMS que simulaban ser de bancos

Desarticulan una red que estafó un millón de euros con SMS que simulaban ser de bancos

Javier Durán

Javier Durán

Varios días después aún no sé cómo codificar la reacción tras el SMS enviado por el departamento de seguridad de la entidad bancaria a un ser poco o nada rentable para las finanzas. En principio, me sentí importante, dada la preocupación que el capitalismo estratosférico manifestaba por un mierdecilla del sistema. Después, el aviso de la suspensión ipso facto del acceso a la banca digital tras ser «infectado por un ataque de malware» dio paso a una neurosis emocional: primero, un sudor pegajoso producto del pavor a perder la pasta para abonar in extremis el insoportable recibo del IBI, Y segundo: hay que tomarse en serio las advertencias (experiencias ya para otros) de que hay delincuentes dedicados en cuerpo y alma a acabar con el karma civil. De la noche a la mañana, un individuo serio, honesto, pagador, ético, solidario y responsable puede convertirse en un despojo que pide justicia, mientras maldice la hora en que se inventó la banca digital, el arsenal de contraseñas, los robots telefónicos y el fin del calor humano. Al recibir el mensaje de alarma, comprobé una y otra vez que tenía cerrado el acceso a las operaciones bancarias. Alterado, traté de solucionar la interrupción a través de una serie de teléfonos que por alguna razón técnica no funcionaban. Indignado, me acerqué hasta la central a ver si todavía existían empleados de carne y hueso. Una joven educada me atendió afectuosamente, más bien por la cara de desquiciado. Le hice una sinopsis rápida y sin elipsis sobre el disgusto que arrastraba: en realidad, no sabía si el malware, el programa malicioso, había entrado en mis míseros productos. O bien, había sido la víctima de un ensayo del elevado departamento de seguridad para saber cómo funcionaban sus defensas. La empleada (o asesora) hizo un par de gestos coquetos y me dijo: «Desde aquí no se puede hacer nada». Salí hecho un basilisco. Volví a la solución telefónica. Una vez superados todos los obstáculos, llegaba al ansiado desbloqueo. Al rato, otro SMS me pedía disculpas: el ataque no se llevó a cabo. Hubo sospechas.

Suscríbete para seguir leyendo