Tropezones

Breverías 135

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Como hoy es pasado Reyes, y todos nos merecemos un respiro, me voy a conformar con relatarles alguna secuela de pasadas breverías.

Recordarán que les advertí que aún estando de visita en Madrid jamás se me ocurriría hacer dos horas de cola en Dña. Manolita para comprarme lotería, y que había tirado de la solución más cómoda: comprarme unos décimos, para repartir entre los amigos, en una administración de lotería de Pozuelo de Alarcón (por aquello de que «dinero llama a dinero»). Y que además me lo ponían fácil: en un pizarrín a la entrada me facilitaban el «número del barrio», concretamente el 2659. Y encima, sin tener que hacer cola. Pues bien, ¡nos tocó la lotería!

Nada espectacular, una simple pedrea de 100 € el décimo. Pero nos supo a gloria, y es lo que ocurre con estos ingresos inesperados caídos del cielo: nos sentimos todos como flamantes millonarios… incluso alguno que ya lo era de antes.

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Otro comentario que les hice hace poco era como al no haber podido hacerme con un calendario para el año 2023, con el obligado tema de faros, ya que los colecciono desde hace más de 20 años, eché mano de uno del año 2009, cuyas fechas coinciden exactamente con las del 2023. Pues bien, sabedora mi familia de mi predicamento, decidió que no había de producirse nunca más en mi vida un déficit de calendarios de faros. De modo que estas Navidades me vi regalado, entre la euforia general de toda la familia reunida en Las Palmas alrededor del árbol de Navidad, con nada menos que tres calendarios. Pero lo curioso es que al llegar el momento de su usufructo, descubrí que uno de ellos era de ese mismo año 2023.

Lo cual no vean la alegría que me causó, pues además de serme útil en la última semana del año, vino a completar mi colección con el año que me faltaba, de faros franceses por cierto.

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Otra anécdota de esa misma reunión familiar la protagonizó mi hija menor, la que vive en Londres: al recibir una llamada de un solo tono, y tras rellamar para saber cuál era el objeto de la comunicación, su interlocutor se disculpó, al haber pulsado inadvertidamente un botón de su móvil, que resultó ser el de mi hija. Ella pasó a aclararme que en Inglaterra este tipo de llamada se denomina «pocket dial», literalmente «llamada desde el bolsillo», al ser lo más frecuente que suele producirse por sentarse uno sin querer sobre el móvil, sobre todo el que acostumbra a llevarlo en el bolsillo trasero. En EEUU tienen una expresión menos elegante, pero muy contundente. «buttcall», o sea «llamada de culo». Menos mal que solo se puede conectar con un número a la vez, pues sé de algún caso en que una sola sentada podría movilizar a toda una promoción de antiguos alumnos.

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Lo que me recuerda de pronto que en los últimos tiempos vengo recibiendo una serie de videollamadas sospechosas. Se me enciende de pronto la pantalla, dejándome expuesto a las miradas de un extraño, o extraña, cuyo rostro no aparece en la pantalla. Es bastante inquietante saber que a lo mejor están observando tus movimientos más íntimos, si no has tenido la suerte de tener el móvil boca abajo. Tu móvil puede acabar convirtiéndose en un pequeño caballo de Troya. ¡Vamos, que no me suena para nada a llamada de trasero descuidado, sino a recurrente pulsado digital de tecla consciente y mirón!