Retiro lo escrito

Un club de ultras

Nicasio galván, portavoz parlamentario de Vox.

Nicasio galván, portavoz parlamentario de Vox. / Carsten W. Lauritsen

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Aquí, en las ínsulas baratarias, los de Vox están razonablemente contentos. Cuando digo «los de Vox» me refiero a los cuatro (cuatro) diputados autonómicos que obtuvieron los ultras en las elecciones del pasado mayo. Inicialmente la izquierda enseñó los dientes. No digo que no fuera una reacción comprensible. Pero una extraña inteligencia ha llevado a los grupos a actuar frente a Vox en la Cámara canaria de una misma y solvente manera. Es decir, reconociendo –como no podía ser de otra forma– todos los derechos inherentes a su condición de diputados según las normas legales y el reglamento de la asamblea. Y acto seguido no haciéndoles ningún caso. En realidad quien marcó el camino fue el presidente del Gobierno. En las sesiones de control Fernando Clavijo responde a las preguntas de Vox con una educación exquisita. La misma que utiliza para puntualizar su desacuerdo con un énfasis nada aparatoso. Y a otra cosa. Así que los voxistas toman parte en los debates en plenos y comisiones, expectoran esto y aquello, y nadie les presta casi atención. Debe reconocerse que, al menos hasta el momento, los ultras no han mostrado ningún espíritu follonero. Su portavoz y líder, Nicasio Jesús Galván, es un hombre de ternos impecables pegado a una sonrisa. Sospecho que si le extirparan la vesícula a mordiscos seguiría ofreciendo esa sonrisa, tan espontánea como un porrón de Talavera de la Reina. De los otros tres diputados, solo su señoría Paula Jover ha alzado la voz alguna vez, pero sin interesar al respetable. En general las intervenciones de Vox no suelen estar especialmente argumentadas, tienen poco recorrido político, jurídico o económico y no desprenden ningún atractivo retórico.

Pero no es prudente confundirse. Vox, en Canarias, es tan ultraderechista como en cualquier sitio. Basta con echar un vistazo a las preguntas orales del pleno del señor Galván, dirigidas habitualmente al presidente del Gobierno. ¿Cuándo se van a eliminar los impuestos autonómicos? ¿Cuándo se revisará el «gasto regional» (sic) para poner fin al despilfarro de dinero público? ¿Por qué no se derogan todas las leyes de género (las 815 que tal vez imagina Galván) que atentan contra la igualdad de los canarios? ¿Y la derogación de la dañina ley de Cambio Climático? Como era imaginable a los voxistas no les gusta la ley de memoria histórica de Canarias y piden que sea triturada «con carácter de urgencia». También Paula Jover y Marta Gómez han insistido en algunos must del reaccionarismo carpetovetónico: el adoctrinamiento ideológico a los jóvenes en las escuelas rogelias, la peligrosidad en nuestras calles de los inmigrantes que solo saben delinquir, el aumento de la ocupación ilegal de viviendas «en algunos barrios» (sic). Y así todo el rato. Vox no es una fuerza política más moderada en Canarias. Simplemente es más débil, más cerrada en sí misma.

Y es más débil porque para Vox –sorprendentemente– Canarias jamás ha sido una prioridad en sus proyectos de expansión e implantación político-electoral. Para los ultras son más importantes las provincias que cuentan con más diputados y senadores en las Cortes –como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla– que las restantes, igual que es más relevante mantener el control en espacios rurales del interior de España que explorar una comunidad como Canarias. Por lo demás Vox se alimenta –también en sus dirigentes y cuadros– de militantes decepcionados del PP, y en Canarias el PP hace años ha perdido el vigor y presencia que alcanzó bajo el liderazgo de José Manuel Soria. El desarrollo de Vox en Canarias, hasta hace más o menos un año, se ha movido entre el esperpento y la crónica de sucesos. En su nueva dirección Santiago Abascal no ha contado con ningún militante canario. A Nicasio Galván se le ha transmitido, sencillamente, que espere que la nueva dirección tome decisiones para reordenar y reimpulsar el proyecto en Canarias. Ahora mismo Vox, en las Islas, no es un partido, sino un pequeño club de cargos públicos. Con los antecedentes históricos y la coyuntura política actual es muy difícil que se convierta en otra cosa.

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