Canarismos

¡A otro perro con ese hueso!

¡A otro perro con ese hueso!

¡A otro perro con ese hueso! / Pixabay

Luis Rivero

Luis Rivero

Frase que revela que no se da crédito a lo que dice alguien por intuirlo o considerarlo manifiestamente falso. Normalmente se emplea para rechazar un abuso o un ofrecimiento engañoso. Es decir, la expresión se pronuncia por quien advierte el engaño y no se deja embaucar.

Esta metáfora se elabora sobre el presupuesto de la escena del perro que se dispone a mordisquear (chascar) un hueso ofrecido por quien sabe que el mejor amigo del hombre muestra una especial debilidad por este manjar al que es difícil renunciar. La imagen que traslada es el acto de seducción por el que se trata de atraer al can «engodándolo» [de engodar, esto es, tratando de ganar las simpatías y favores de alguien mediante atenciones, mimos, promesas o lisonjas] con un hueso que, en realidad, está ya roído. Con el que resulta difícil engañar a alguien, cosa que advierte el sujeto figurado que rechaza y pone al descubierto la treta. Sujeto que viene animalizado y, por ende, fabulado, hasta el punto de que el perro es quien parece estar dotado del don de la palabra, advirtiendo el engaño (como si se tratara de un «perro viejo», al que es muy difícil enredar) y donde el hueso sería el señuelo.

En el ideario colectivo, el perro asume a menudo el rol de animal fiel y obediente; fidelidad que le ha hecho merecedor del atributo de «mejor amigo del hombre» y obediencia como manifestación de sumisión durante milenios de amansamiento. Así, quien intenta ganarse su confianza le obsequia —aparentemente— con un suculento hueso que el propio can, tras golisniarlo, lo desprecia al considerar que no es un buen hueso, que está roído, que «algo le huele mal» (algo no le cuadra) y por ello rechaza el reclamo por considerarlo un engodo, una artimaña para engatusarlo. El hueso tiene aquí, pues, el valor significante de cebo o trampa del que el perro (es creencia popular generalizada la que atribuye a este animal ciertos dotes de inteligencia) se percata de que «aquí hay gato encerrado», es decir, que detrás de este aparente acto de generosidad hay una razón oculta, una pretensión subrepticia.

Tratándose de una frase proverbial fabulada —como hemos dicho— al can se le dota de voz propia que le permite exclamar: «¡A otro perro con ese hueso!», porque «a mí no me la pegas», «a mí no me engañas». La frase tiene así el sentido de echar o despedir a alguien aireadamente, con aspereza o de malos modos.

Este registro aunque lo podemos escuchar en las islas, en realidad, se trata de una antigua expresión castellana que ya se documenta en el Quijote [«¡A otro perro con ese hueso! —respondió el ventero—. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y adónde me aprieta el zapato!» (Q, I-XXXII), dando a entender que no se trata de una persona simple (o simplona) y que tiene idéntico sentido que el empleado en las islas]. Asimismo, el Marqués de Santillana (1627) documenta esta otra variante: «¡A otro perro con ese hueso que este ya está roído!».

En la periferia de esta, existen otras locuciones de valor similar (a veces intercambiables) que tratan de poner al descubierto la falsedad, como son: «¡jíncate un tuno!» o «¡Échate otra!» (que se pueden emplear cuando se dice algo poco creíble). En Gran Canaria podemos encontrar también una variante en la que se sustituye la voz «perro» por «can» (¿quizás por influencia de la versión portuguesa: «a outro cão com ese osso»?). «¡A otro can con ese hueso!» implica también la entonación particular de quien no acepta que «le tomen el pelo» porque, como se suele decir, «¿a ese? A ese no lo engaña ni Dios».