Azul Atlántico

El Hierro espera al papa Francisco

La parada del Santo Padre en Canarias se estudia en el viaje de Bergoglio a Argentina después de agosto

La visita de Fernando Clavijo al Papa Francisco, en imágenes

Immagini Vatican Media

Fernando Canellada

Fernando Canellada

Lo que a Roma va, de Roma vuelve. La máxima eclesiástica de la relación entre las diócesis y la Santa Sede se cumplirá, una vez más, con la discreción habitual de la diplomacia vaticana, cuando el papa Francisco anuncie su visita a la isla de El Hierro, de paso hacia su tierra natal ahora con el presidente Javier Milei.

‘El papa de los emigrantes’ denominan a Jorge Mario Bergoglio que ha recibido esta misma semana en los palacios apostólicos al presidente Fernando Clavijo, al vicepresidente Manuel Domínguez y a las consejeras de Presidencia, Nieves Lady Barreto, y Bienestar Social, Candelaria Delgado, acompañados por los obispos de Canarias, José Mazuelos y Cristóbal Déniz; y de La Laguna Bernardo Álvarez, que en el protocolo eclesiástico aparece citado antes que los canarios por la ‘veteranía’ en el episcopado.

El papa Francisco ante Fernando Clavijo.

El papa Francisco ante Fernando Clavijo. / V.

Francisco, tras la media hora larga de conversación con los políticos, mantuvo después un encuentro privado con sus hermanos obispos donde, a buen seguro, se cruzaron más detalles de su salud; de sus planes de viaje, que pasan este año por la Polinesia y Argentina; de su sensibilidad especial con los migrantes; y del volumen de menores tutelados y de jóvenes a los que de forma especial se dedica la Iglesia por medio de Caritas. El obispo de Roma que empezó su pontificado en Lampedusa, oficiando una eucaristía sobre una patera, ahora, ya con 87 años, y preparando un viaje a su país de origen para después de agosto, sigue en su evangelio de la frontera, en su hospital de campaña y en la Iglesia en salida, con cercanía diaria a los emigrantes.

«Es un sueño», argumenta Fernando Clavijo cuando se les plantea la posibilidad de una visita del papa a El Hierro, y habla de «una experiencia maravillosa» al explicar sus sensaciones del encuentro vaticano. José Mazuelos va más allá después de compartir que el Papa «agradece la humanidad del pueblo canario» con los migrantes, y de hacer pública, según el semanario Vida Nueva, la «sensibilidad especial» del jesuita argentino con los africanos que escapan del hambre y de la guerra en la huida desesperada de África. El drama migratorio «lo tiene metido en su corazón», subrayaba Mazuelos. No resulta extraño, por tanto, que el protocolo vaticano ya esté estudiando una parada de Francisco en la Isla del meridiano, esa pequeña tierra de 6.000 habitantes que en el pasado año recibió a 14.000 africanos y desde la que le han escrito cartas que le han llegado al alma.

«Es un sueño», confiesa Fernando Clavijo ante la posibilidad de una visita del Papa después de referirse a su «experiencia maravillosa» en el Vaticano

El problema migratorio, con visita o sin visita del Papa, se encuentra en un momento crítico, como refleja el ritmo de llegadas irregulares en este 2024. El desamparo de migrantes va a peor, aquí y fuera de aquí, sin que se vislumbre un horizonte diáfano. Los 4.521 menores tutelados por Canarias resultan a todas luces una situación límite que sigue aumentando y que exige solidaridad real de otras comunidades. Una solidaridad que se ha convertido, como dijo aquel político de la ceja tan activo en estos tiempos al referirse a España, en un concepto discutido y discutible. ‘Solidaridad obligatoria’, confían unos. Otros son solidario para financiar con 20.000 euros por migrante que acepta otro país; o para mandarlos a Ruanda.

Solidaridad

La Iglesia, como Cruz Roja y otras Ong, ayuda a los que llegan sin morir en el Atlántico, pero no es suficiente. Francisco clama en el desierto, pide vías regulares y seguras. Y puede que su voz la escuche en mundo desde La Restinga. El presidente canario, que se compromete a no dejar a ningún niño en la calle, cree que «hay que tener fe» en la visita del Papa. Invitado está. Y aquí la fe no falta.