Isla martinica

El hembrismo ya está aquí

Feminismo de todas y muchos más

Feminismo de todas y muchos más

Hubo un intenso debate en clase a cuenta de la noticia. Eran ellas las que llevaban la voz cantante, mientras ellos, confirmando las cifras del CIS, mantenían un prudente silencio. Quizás sabían que si hablaban podrían ser señalados por su opinión. Todo como cabría esperar entre adolescentes, salvo por los discursos de las muchachas que refrendaban el apabullante dato de la encuesta. Ni una de las intervinientes mostraba desacuerdo con lo reflejado por el documento institucional: el hombre está siendo objeto de discriminación en razón de su sexo. Las palabras que dirigían, los ejemplos que las respaldaban y las experiencias personales descritas suponían un refrendo total a lo escrutado por el centro de Tezanos.

El 44% de los varones se siente discriminado por su condición y lo paradójico del caso es que una de cada tres mujeres entrevistadas ratifica el dictamen de los encuestados. Algo se está haciendo mal desde las instituciones, tal vez desde el mismo gobierno, para que el porcentaje de hombres que se confiesan humillados en su masculinidad haya aumentado de la manera que lo ha hecho en los últimos años. Supongo que se harán declaraciones oficiales al respecto, por lo menos una en la que no se manipulen los datos o se eche la culpa del resultado a los miles de varones anónimos que se ofrecieron a participar en la encuesta sociológica, porque, de lo contrario, como ya está aconteciendo, la ceguera ideológica impedirá ver la realidad.

Escribía Walter Benjamin que «la verdad nos huye», pero lo que aquí pasa es que a cierta parte de la opinión biempensante la verdad le repele. La objetividad empírica de las respuestas del CIS no parece que merezca idéntica interpretación entre unos medios y otros. En los autoproclamados progresistas, lo usual es rechazar la contundencia del mensaje transmitido por la sociedad y deslizar el concepto de verdad hacia un machismo latente o directamente hacia un alegato ideológico. Desde la perspectiva opuesta, se ponderan los datos y se enfatiza la necesidad de abrir un debate serio sobre unas políticas de igualdad que han terminado por culpabilizar al hombre por el simple hecho de nacer con algo entre las piernas.

Esta realidad no es de ahora, sino que ha ido evolucionando hasta el presente. El feminismo ha entendido que sus reivindicaciones en busca del trato igualitario con el hombre no deben hacer caer a éste en el señalamiento social, pero, por desgracia, así ha sido. La lucha feminista es real y necesaria para compensar un mal histórico que ya pocos ponen en duda. Lo que no es correcto es que, desde determinados sectores, la demanda por la igualdad se traduzca en un quebrantamiento de la condición del varón. De sujeto de derechos se ha convertido en objeto de culpa: la presunción de inocencia resulta inexistente entre los hombres sometidos por unas leyes que supuestamente deberían garantizar el cumplimiento del artículo 14 de la Constitución Española.

En el aula, las historias relatadas por las chicas eran escuchadas por sus compañeros con manifiesta resignación. Curiosamente, eran ellas las indignadas por lo que habían sufrido algunos hombres, incluso de su propia edad, simplemente por haber nacido con esa condición. Agresiones de novias que creían que el varón sólo debía callar como antes lo hacían las mujeres frente al marido, en una extraña reproducción del machismo, pero a la inversa. Otras contaban casos espeluznantes de insultos y vejaciones a la puerta de una discoteca por no querer ligar con la que profería los improperios. Muestras todas ellas del hembrismo, un fenómeno al que el CIS de Tezanos por fin ha dado carta de naturaleza.

Las autoridades deberían tomar buena nota de esta realidad y ponerse a trabajar para evitarla, del mismo modo que se hace con el machismo. A lo mejor, quién sabe, proponer o fomentar actividades varias para frenar el hembrismo en la sociedad y en las instituciones, empezando por los centros escolares. Porque hacerse el ciego ante la humillación de la mitad de la población no es huir de la verdad, sino una forma de negarla.