Opinión | Un carrusel vacío

Espejos valleinclanescos

Espejos valleinclanescos

Espejos valleinclanescos / La Provincia.

En torno al 14 de abril, aniversario de la proclamación de la II República española, volvemos a reflexionar sobre los mismos temas y llegamos a similares conclusiones. ¿Una III República? España tiene cosas más urgentes en las que pensar. Sobre todo, con eventos como el de la semana pasada en la capital del Reino: el bodorrio de Martínez Almeida, magno alcalde de la Villa y Corte de Madrid, con una lozana muchacha emparentada con la familia real. La flor y la nata de la Borbonidad ataviados con sus mejores galas, mezclados con la cúpula madrileña del Partido Popular. Incluso los que no leemos revistas del corazón hemos comentado el modelito de Esperanza Aguirre, con ese fascinante tocado tan alegre y primaveral. Supongo que ya habrá superado el luto por Pecas, aquel carismático perrito suyo que murió atropellado por un coche en 2019, después de participar activamente en su campaña desde la red social antiguamente conocida como Twitter. Según dicen, aunque ella misma lo niega, su community manager no era otra que Isabel Díaz Ayuso, actual presidenta de la Comunidad de Madrid, que asistió sola a la boda de Almeida, con su novio recién imputado por fraude fiscal.

Hay cosas más urgentes en las que pensar, sí. Eso me dicen cuando hablo de República o memoria histórica. Que la princesa Leonor está cursando sus estudios militares y baila en la discoteca, que doña Letizia es una persona amorosa y expansiva, con buenos amigos, y fíjate, que a la boda ha asistido también Froilán, quien, al terminar el sarao nupcial, se fue directo a un after del que lo vieron salir a las 11 de la mañana. Y qué poca gracia tenían los novios bailando un chotis.

El 14 de abril de 1931, Alfonso XIII abdicaba, después de que los resultados de las elecciones dieran como vencedora a la España republicana. El 23 de julio de 1969, su nieto, Juan Carlos de Borbón, fue elegido por Francisco Franco como su sucesor en la Jefatura del Estado y juró lealtad al dictador y a los principios del Movimiento. Menos mal que en 1975, muerto Franco, quedó constituida una monarquía parlamentaria, muy alejada de la dictadura, aunque sí fuera Juan Carlos el rey, para tristeza de su padre, Juan de Borbón, que pasó su vida sin oler la Corona. Y vendrían esos años de aventuras motorizadas de Juan Carlos, muy campechano él, y el 23-F y todas las polémicas posteriores. Y los hijos y nietos pagados por el bolsillo de todos los españoles, pero hay cosas más urgentes en las que pensar. No precisamente en las retribuciones de los miembros de la familia real, que han ascendido a 517.854 euros. De ellos, 258.927 corresponden al sueldo de Felipe VI. Los sistemas republicanos también cuestan dinero, pero, al menos, dan opción al pueblo a votar a quién desean pagar.

Según los resultados de una encuesta publicada el pasado noviembre, si actualmente se celebrase un referéndum entre monarquía y república, una ligera mayoría otorgaría el triunfo a los republicanos. La encuesta fue realizada por un periódico digital de corte más izquierdista, pero no debemos olvidar que las repúblicas también pueden ser de derechas. Siempre asociamos la española a Manuel Azaña y al Frente Popular, pero, de 1933 a 1936, el gobierno era derechista y se hizo tristemente famoso por reprimir con dureza la llamada Revolución de Asturias contra el paro y la pobreza.

La verdad es que yo no me fío demasiado de estos resultados favorables a un sistema republicano. Creo que, si hubiera referéndum, en España seguiría ganando la monarquía, pero, en mi opinión, el mejor momento para haberlo planteado habría sido tras la abdicación de Juan Carlos I. Fuera cual fuese el resultado. Que mira que no ha llovido desde la Transición. La sociedad ha evolucionado y una gran parte de ella no vivimos aquellos acontecimientos ni tuvimos ocasión de votar la actual Constitución. Una Constitución que parecía hecha para un momento muy concreto y muy peliagudo de la historia española, en la que todos tuvieron que ceder, en parte, porque cualquier mínima salida del tiesto podría habernos precipitado a una nueva dictadura. Pero, insisto, han pasado más de cuarenta años desde que se implantó en 1978.

En España hay cosas que no cambian. Nuestra afición por el salseo, por ejemplo, por las bodas mediáticas y la jet set. Eso ya ocurría desde los años treinta e incluso antes. Con o sin República, que nobleza siempre ha habido. Y derechas e izquierdas. Siempre pienso que, si Valle-Inclán levantara la cabeza, tendría muchos nuevos esperpentos que escribir. La sociedad española aún sigue mirándose en un espejo cóncavo y en otro convexo.

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