Los pronósticos son desalentadores. Hora punta. Nadie en la calle. Un cruel silencio ahuyenta la actividad comercial que hace bullir a las zonas comerciales de Las Palmas de Gran Canaria. La ciudad está en trance y los enclaves de Siete Palmas, Santa Catalina y Triana suman alrededor de 700 establecimientos que echan el cerrojo tras el estado de alarma decretado por el Gobierno central. Cerca de una veintena se salva de este paréntesis temporal e intentan sobrevivir a la debacle económica que está provocando el coronavirus.

Yaiza Barrios, gerente dinamizadora de la Zona Comercial Abierta de Siete Palmas, declara que "ha sido un cierre total y absoluto de la totalidad de nuestros comercios, donde hay unas 310 empresas censadas que recogen otros servicios como gestorías, asesorías o guarderías". Esparcidas por el plano urbano quedan las ferreterías, tiendas de mascotas, supermercados y papelerías que se encuentran entre las excepciones de apertura. "Ahora mismo es muy complicado valorar las pérdidas, pero va a provocarlas, y ahora mismo no somos capaces de afrontarlas", admite. El sentido común apela a combatir juntos el virus y la esperanza de que esta pandemia se solucione lo antes posible, analiza, sin embargo, esperan medidas concretas y rápidas sobre las subvenciones y decisiones acerca de las pequeñas y medianas empresas.

En este punto coincide con Carlos Bethencourt, presidente de la Asociación de Empresarios Zona Triana, quien no ha parado en todo el día de contestar al teléfono y mandar mensajes de WhatsApp para responder dudas y calmar los ánimos. Las pérdidas subieron del 30 al 60% hasta ayer lunes. Entre las peticiones que demanda al Gobierno autonómico es aclarar los tipos de negocio, "por ejemplo, hay panaderías con servicio de mesas que están cerrando cuando solo con quitar estas sería suficiente", y, sobre todo, "de manera urgente necesitamos que se clarifique cómo se va a desarrollar el fondo de compensación, estamos muy preocupados por las ayudas y los ERTE o si se va a habilitar algún tipo de suspensión de cuotas". Por ahora, no se han formalizado despidos temporales en Triana, pero advierte Bethencourt que "si los hay o no será por la flexibilidad de las autoridades".

El autónomo, el pago de las cotizaciones o el alquiler de los locales son las grandes preocupaciones de las pymes. "Hay incertidumbre, nadie sabe si va a poder pagar porque no se concreta si serán 15 días o más, sobre todo los que tienen empleados", añade Angélica Rodríguez, gerente de la Asociación de Empresarios Santa Catalina, "es una situación muy difícil". De los cerca de 305 establecimientos que administra, solo han quedado abiertos una decena, notifica. A pesar de las calamidades, saldrá al balcón a las 19.00 horas a hacer sonar Resistiré en los altavoces que le darán al barrio un poco de ánimo, y a aplaudir a todos aquellos que realizan su labor estos días, "un homenaje a todos los que nos cuidan".

Una de ciencia ficción

El Centro Comercial Las Arenas vacío. Solo el Covid-19 podría haber provocado tales fenómenos. En su interior solo funciona el supermercado Carrefour, la tienda de animales Fauna Petshop y la farmacia. "Estamos en una de Star Wars", ríe con gracia Sara Torres, farmacéutica e hija de la propietaria del negocio de la esquina de la siempre atiborrada botica. Cuelga de la puerta grande del interior de la plataforma comercial un cartel que, disculpándose de antemano y atendiendo a las necesidades sanitarias, indica que la atención será por la entrada lateral que une con la vía pública. "La gente entraba en aglomeración, entonces, llegaron los geles desinfectantes y había aquí dentro, sin exagerar, 60 personas, todos pegados", aduce, "así que hablé con el centro y, finalmente, la cerramos para que no entraran en masa".

Ahora hay una línea negra que marca el metro de distancia establecido por seguridad y los paseantes entran a cuentagotas. "Esto está siempre lleno y mira cómo está, desde el sábado hemos visto que la afluencia es cada vez menor, veremos cómo evoluciona en los siguientes días para ver qué medidas tomamos", argumenta.

Por ahora, ante la falta de protecciones higiénicas, las empleadas de una plantilla formada por 18 personas se han puesto una especie de escafandra hecha con una mascarilla facial transparente que les recubre la cara y un casco amarillo para hacer frente a los tosidos de última hora. "Si hay que reducir horario, habrá que reducir personal", debido a que se adaptan a las pautas del centro comercial y, como último deseo, apela a la adquisición de futuras ayudas dadas por las administraciones que haga soportar este trámite.

Nadie pasea por Las Canteras, ni se toma un café a la brisa del mar, y muchos menos surfean las olas para luego tomarse el tentempié en la Dulcería Luisita de la zona de la Cícer. La situación excepcional deja a su dueño, Mario Enrique, petrificado dentro de la tienda de comestibles a la espera de que el coronavirus sea solo un recuerdo más. Lleva más de 20 años al frente del negocio junto a su mujer y nunca había visto algo así, "yo sigo abriendo igual, pero ya el fin de semana se notó que había bajado la cosa, flojito, flojito está", va diciendo. Atiende a los clientes de siempre con guantes negros de plástico, se lava las manos con más frecuencia de la normal y tiene todo bien cuidado.

Uno llega a por un bocadillo de salami y un refresco, "estoy endemoniado", suelta, y explica que ante el cierre de los centros diurnos de mayores debe hacerse cargo de su madre mientras, a la vez, trabaja. Un imposible. Sin hermanos ni familiares que puedan hacerse cargo, prefiere no identificarse, y baraja la opción de pedirse una baja médica si la situación no cambia en los próximos días. Está alterado, compra, y marcha de nuevo.

"Ahora mismo estamos esperando a ver qué pasa, si estamos abiertos, podemos seguir escapando", murmura Enrique. El vecindario trina con los últimos acontecimientos, y las transitadas calles de Guanarteme se han convertido en silencio. "Hay una psicosis, la gente no está saliendo mucho a la calle", y acerca de él se encoge de hombros, "yo es que tengo que salir todos los días, y además, los distribuidores siguen viniendo y mantienen la mercancía".

A la esquina de la calle baja Ana Belén de su domicilio. Tenía cita en la tienda Depil Zona y ha decidido mantenerla apelando a su responsabilidad como usuaria del servicio, "vivo aquí arriba y fui a sacar la basura, y como me mantienen la cita y yo no tengo ningún síntoma, vengo". En esta ocasión quien la atiende a puerta cerrada es Nayma, quien utiliza de costumbre las mascarillas y los guantes para atender a la clientela. "Hemos notado la bajada de clientes hoy, siendo mediodía solo he atendido a dos personas, y de normal es mucho más", no especifica la cantidad, pero el acento del "mucho" da qué pensar.

Al estar catalogadas como servicio de estética y peluquería estaban amparadas en las pautas dictadas por el Gobierno central. Sin embargo, el cambio del domingo a última hora las ha desorientado, aunque a ella le han indicado que mientras siga habiendo afluencia de gente que esté disponible, "por ahora, estamos llamando a las citas programadas para ver si la desean conservar o cambiar".

Como contrapunto a la quietud que se respiraba dentro del comercio de Mario Enrique está el frenesí del Mercadona de la calle República Dominicana con un fuerte olor a desinfectante. Además de los cajeros que pasan el etiquetado de las largas colas en el supermercado, hay personal de apoyo que cuenta en la entrada del local el número de personas que van entrando y saliendo. "Ciento veinte, ciento veinte y dos, se fue uno?", cantan con mascarillas blancas y paños que controlan las salidas y entradas del recinto.

"Como vi mucha gente en la entrada, preferí no entrar y salí, ahora mi marido va para coger las cosas de la lista de la compra, dicen que cuando haya un tope cerrarán, pero para mí ya es mucho", aduce una señora que acaba de salir con un espanto en el cuerpo. Zanahorias, leche, un trozo de bacon, le va dictando. Dos amigas que acaban de estrenar sus carros de compra opinan al contrario, "está todo controlado y la cantidad de gente está bien para un lunes, ahora voy a comprar la fruta y algo fresco", se despide una con el día por delante.