Acoger para sanar heridas

Desde 2012 el hogar de la familia Lemés García forma parte de la red de familias de acogida de Canarias

Yobagna García y Mingo Lemés, que forman junto a sus hijas Laura y Sara, una familia de acogida.

Yobagna García y Mingo Lemés, que forman junto a sus hijas Laura y Sara, una familia de acogida. / LP / DLP

Acoger para sanar heridas. Era julio de 2012 y cerca de las vacaciones de verano cuando Yobagna García, vecina del municipio de San Bartolomé de Lanzarote, se topó con un tríptico mientras trabajaba en el centro educativo donde ejerce de docente. En él se explicaba la importante labor que desarrollan las familias de acogida en el Archipiélago. «Llegué súper entusiasmada a casa con la idea. Yo no sabía de qué iba y presenté esa noticia a todos y, evidentemente, se entusiasmaron con lo que decía. Enseguida llamé al 012, que era el número que nos daba la información, e inmediatamente nos pusieron en contacto con el módulo de aquí de Arrecife de Lanzarote», recuerda.

Ese sería el comienzo de un viaje trascendental para la familia (Mingo Lemés, el padre, Yobagna García, madre, y Laura Lemés y Sara Lemés, hijas) y que cambiaría el curso de la vida de cuatro menores tutelados por el Gobierno de Canarias.

Primero tenían que pasar por las diversas entrevistas a todos los miembros de la familia o visitas al domicilio familiar como manda el protocolo para comprobar la idoneidad para formar parte del programa canario de acogimiento familiar. «El proceso es súper bonito. Te suma más que te resta, amo lo que es el acogimiento familiar. Me metí en esto con un entusiasmo increíble y sigo con él», comenta. Tras estos pasos previos entraron a formar parte del programa aunque la llegada del primer menor tutelado no fue inmediata. Desde entonces han acogido a cuatro menores. «El primero, que lleva ya con nosotros varios años, tiene 11 años y llegó con tres años y medio. Después a los pocos meses llegó una niña que para nosotros era nuestra princesita. Tenemos montón de contacto con ella», relata.

Rutina

Sus dos hijas, Laura y Sara, que en la actualidad estudian en Tenerife, vivieron esta situación con la misma emoción y destacan lo positivo de ser una familia de acogida. «Tras la llegada de un menor a casa, en el hogar se respira felicidad y desesperación por saber o conocer a ese o esa granujilla que pasará un tiempo prolongado con nosotros. Desde el minuto uno que pisan nuestro hogar, se convierte en parte de nuestra familia», comenta Sara Lemés. Entre los objetivos del programa es no solo dar acogida a los menores, sino darles cariño, normas, rutinas y un nuevo estilo de vida. En definitiva sanarse en la medida de lo posible de las heridas que arrastran.

 «Como me decía un buen amigo estamos para curar sus heridas, para dejarlos volar en el momento que tengan que salir volando y ayudarlos a para curar su alma», añade Yobagna.

El día a día de este hogar no difiere del resto. Entre clases, actividades extraescolares y salidas de fin de semana se van pasando los días, los meses y los años.

«El proceso es súper bonito. Te suma más que te resta, amo lo que es el acogimiento familiar», dice Yobagna

«Un día a día con ellos es estresante y se disfruta a la vez. Estudios, comportamientos, juegos, risas, pero sobre todo momentos; momentos en los que aprendemos más de ellos de lo que ellos pueden llegar a aprender de nosotros», añade Laura Lemés.

Todo esto se compagina con las visitas de la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia y de Aldeas Infantiles. 

«Están muy pendientes. Aldeas Infantiles está muy comprometida con estos niños que también acuden a los especialistas de psicología infantil con los que cuentan», detalla García. Los menores también acuden de formar regular a visitar a su familia biológica.

Emociones

Lo más difícil de todo el proceso es saber gestionar las emociones. «Desde el minuto cero que entran por la puerta ya forman parte de ti y a todos forman parte de tu familia de tu vida, ya es como uno más de tu familia. Te hiere lo que les pase, lo que lloren y te hieren sus historias. Es un proceso muy difícil que hay que saber gestionarlo, tener la cabeza bien amueblada y con las cosas muy claras», opina.

Y es que el objetivo último del programa es la reagrupación familiar de los menores en acogida con sus familias biológicas cuando las circunstancias lo indiquen. 

«Tienen que volver con su familia de origen, para mí esa es la satisfacción del programa. Tienes que saber que evidentemente no son tuyos, que estás aquí para ayudarles», expone García. 

Además, todo el proceso, las vivencias y la convivencia sirven también para conocer otras realidades de este Archipiélago. «Abrir los ojos y ver la realidad, la realidad de muchas familias que no pueden mantener a sus hijos sea por la razón que sea», subraya Laura.

"Desde el minuto uno que pisan nuestro hogar, se convierte en parte de nuestra familia", comenta Sara

«Es una experiencia única e increíble porque además de ver el proceso del menor, su cambio y su adaptabilidad a nosotros; ellos también nos ayudan a ver la vida de otra manera y saber que no todo es camino de rosas, sino que existen familias que no están bien y en esto consiste, en poder ayudarlas, arreglar sus alas y que cojan vuelo para volver a sus respectivas familias», añade Sara.

Esta familia lanzaroteña tiene claro que animarían a más familias a sumarse al programa canario de acogimiento familiar. Una experiencia enriquecedora que merece la pena conocer. 

«Es un mundo maravilloso en el que aprendemos más que restamos. Es una realidad complicadísima en la que hay que saber estar.  Amo el proceso, estamos aquí para ayudarles, solo necesitan un poquito de cariño, un saber estar, que sepan que son escuchados y un poquito más. Yo animaría a la población canaria a que se hicieran familias de acogida que es un proceso que te hace crecer como persona», sentencia Yobagna.

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