Crónica cadete (porque no es oficial)

Leonor, la moderna princesa que hace cosas antiguas

No nos cuentan cómo piensa ni sabemos cómo actúa, solo nos enseñan fotos suyas, cuidadosamente seleccionadas, de actividades programadas en entornos seguros dentro de espacios protegidos por alto secreto

Leonor de Borbón, saludando al público, en Oviedo; detrás, su madre, la Reina Letizia.

Leonor de Borbón, saludando al público, en Oviedo; detrás, su madre, la Reina Letizia. / Miki López

Javier Cuervo

La princesa que llegó este jueves a Oviedo está a punto de ser mayor de edad. El 31 de octubre le caen 18 castañas como si las trajera el viento del otoño. Parece una muchacha de su tiempo pero no podemos asegurarlo: no nos cuenta cómo piensa ni sabemos cómo actúa. Sólo nos enseñan fotos suyas, cuidadosamente seleccionadas, de actividades programadas en entornos seguros dentro de espacios protegidos por alto secreto. Salta, repta, estudia, lee mapas, pero ¿sale Leonor de su zona de confort?

Lo más que cabe decir, cuando no lleva el uniforme de faena ni de gala y se presenta como civil con sus outfits supervisados por la reina Letizia, es que va a la moda, sin detalles poligoneros de los que ha promocionado Rosalía. Tampoco tiene tatuajes visibles. El abuelo Juan Carlos tiene uno de ancla, como Popeye, y el bisabuelo Juan lucía dragones en los brazos como un yakuza. Nunca fue rey y siempre marinero fuera de aguas españolas en un largo exilio. En cambio, su hijo, varado en el desierto, sólo viene a España a navegar.

La monarquía, tan antigua, no parece modernizable, pero a Leonor de Borbón le conviene lograr el oxímoron de "la monarquía moderna" porque en ello le va el futuro del negocio familiar, de la empresa hereditaria, del latifundio con palacios y del sueldo con cargo a los presupuestos generales.

La juventud, al tener poco pasado, siempre es contemporánea aunque la metan en cosas antiguas, como servir en el ejército, jurar bandera y ponerse uniformes pintureros que el pop ha rebajado en rámbicas películas de acción y en fantasías majorettes a través de desfiles y musicales.

A pesar de la papilla pop, hay gente a la que aún le excitan esas cosas, personas a las que les gusta todo lo rancio, menos que se lo llames. Hombres y mujeres muy mayores a los que les pone besar banderas y prometer que entregarán por la patria su vida, ya exigua en años y capacidades.

Es más fácil modernizar a los militares que a los militaristas y la monarquía que a los monárquicos. Ahí hay tarea, Leonor, y lo mejor es ponerse manos a la obra ahora que tiene edad de ser mayor y trabajar, aunque sea sin independizarse de casa.

Podría haber otra forma de representar la Jefatura del Estado y la del Ejército Español y deberían explorarla, darle una vuelta los que saben. Las formas cambian, los valores permanecen.

Ahora lo más castrense para los jóvenes no está en lo militar sino en lo culinario, no en la pista americana sino en la isla de cocina. Se ve en la forma en que ordenan con voz recia, obedecen con prontitud, respetan la jerarquía, se tratan por el rango, son disciplinados y viven la tensión del fuego real los chefs de los concursos y las series de televisión en cuanto se ponen el orgulloso uniforme de la chaquetilla.

¡Sí, chef!

¡Señor, sí, señor!

A Leonor no la han matriculado en una escuela de cocina sino en una academia militar, donde ya estudió su padre, porque no saben modernizar la monarquía. En su año de juramentos, la princesa que viene a dar premios tiene un sable que la convertirá en oficial, en seguida recibirá un collar de la real orden de Carlos III y jurará la Constitución antes de que la cambien.

Suscríbete para seguir leyendo