Negocio redondo en Canarias: Vende su casa y se queda como okupa

Una pareja espera desde hace tres años y medio para acceder a su casa

Pagan 650 euros de hipoteca, comunidad, luz y derramas pese a no vivir en el inmueble

José Miguel Cruz, afectado por la okupación de su vivienda, en la mañana de ayer.

José Miguel Cruz, afectado por la okupación de su vivienda, en la mañana de ayer. / Carsten W. Lauritsen

Domingo Ramos / Daniel Millet

José Miguel Cruz y Rosario Santana no pueden más. Desde finales de 2019 se enfrentan a una pesadilla que está acabando con su salud y que dificulta su economía familiar. El motivo: la mujer que les vendió su vivienda se quedó como okupa en ella. La casa les costó 140.000 euros y pagan 650 euros mensuales de hipoteca pese a que no pueden acceder a ella, al tiempo que se tienen que hacer cargo de los recibos de comunidad, suministro de luz y derramas. Por si fuera poco, se une a lo anterior un alquiler adicional en Santa Cruz (Tenerife) para tener un techo donde vivir.

El piso se sitúa en Bajamar, en una urbanización en la carretera general a la Punta del Hidalgo (TF-13), en la curva junto al Hotel Neptuno. Se trata de un inmueble de 90 metros cuadrados y con unas vistas privilegiadas al Océano Atlántico, la playa de El Arenal y las zonas surferas de El Paso y El Lobo. Un regalo para los sentidos. José Miguel y Charo, como es conocida su mujer, vieron una oportunidad y decidieron invertir ahorros y pedir un préstamo.

Todo comenzó en el verano de 2019. Una inmobiliaria publicó la vivienda en el portal Idealista. «Llamé a la inmobiliaria, no me hizo mucho caso y me fui a la casa y toqué», detalla José Miguel Cruz. «Y, a partir de ese momento, me abrió las puertas y empezamos a hablar», concreta sobre la por entonces dueña. «Me gustó por las vistas y la ubicación; dentro, la casa estaba para meter pala», indica en referencia al estado muy descuidado del inmueble. Vino después una tasación y acabaron por firmar la operación de compraventa ante notario el 24 de diciembre de 2019, según el relato de Cruz y tal y como recoge la escritura correspondiente.

El entorno de la costa de Bajamar en el que se encuentra la vivienda.

El entorno de la costa de Bajamar en el que se encuentra la vivienda. / LP/DLP

El afectado apunta que se canceló la anterior hipoteca y que se formalizó una nueva. «Ella debía 139.000 euros y la casa la vendía en 140.000, por lo que le quedaban 1.000 euros de diferencia. ¿Qué fue lo que pasó? CajaSiete le hizo una quita de 60.000 euros. Ahí fue donde ella pudo recuperar un cheque de 50.000», cifra, y añade que los 10.000 euros restante fueron fundamentalmente para hacer frente a deudas de comunidad y del Impuesto sobre Bienes Inmuebles. El día de la firma ante notario, la vendedora recibió un cheque de 50.049,74 euros, afirma Cruz y refleja uno de los documentos incorporados a la escritura notarial.

Y comenzó el calvario. Aquel mismo día de Nochebuena de 2019, la ciudadana de origen belga que les vendió el piso lanzó, según el testimonio de José Miguel, un comentario extraño: «Ahora me quedo como okupa diez años», acompañado de unas risas. Él y su mujer lo quisieron entender como una broma. El transcurrir del tiempo les mostraría que tras la frase, y más que una gracia, había una declaración de intenciones. «A partir de ahí empieza a poner excusas, excusas y excusas para no salir», rememora Cruz.

Ocho meses después, el 10 de agosto de 2020, Cruz y Santana acabaron interponiendo una demanda. El 22 de enero de 2021 llegó la sentencia del Juzgado de Primera Instancia número 3 de La Laguna, en la que se condenaba a la okupa a entregarles la posesión de la vivienda y a las costas procesales. Hubo recurso a la Audiencia Provincial, desestimado en abril de 2022. Esta instancia confirmó la sentencia previa y dictó una nueva condena en costas. Pero no había acabado ahí la carrera judicial de la vendedora, que se dirigió entonces al Tribunal Supremo, que también falló en su contra. Era ya septiembre de 2022.

Finalmente, la fecha para el lanzamiento se fijó el 16 de marzo de 2023 a las 10:30 horas. Pero la huelga de letrados de la administración de justicia llevó a que fuese suspendida. Hoy, y ahí el problema, sigue la espera. Tres años y medio sin la casa comprada y con aprietos económicos por los que han tenido que recibir apoyo familiar. Según relata Cruz, su hijo estudia en la Universidad Politécnica de Cataluña y hubo un momento en que casi se vio obligado a decirle que recogiese sus cosas y se volviese a la Isla porque no podría afrontar tantos gatos.

Desamparo administrativo

«Me he sentido desamparado por la Administración», lamenta el afectado. Un ejemplo de ello es la inacción que ha percibido de Servicios Sociales del Ayuntamiento de La Laguna, en cuyo conocimiento puso que la okupa ha estado acompañada de un menor de nacionalidad extranjera en acogimiento permanente. Indica que puede manifestar ese extremo porque, en las conversaciones desde la toma de contacto hasta la compra del piso, así se lo expresó la propia vendedora. En particular, sostiene que el niño no ha dispuesto de las adecuadas condiciones de vida, dado el estado de la casa y otras circunstancias. Fue por ello que también se dirigió a la Fiscalía de Menores.

Fuentes oficiales de Bienestar Social del Consistorio lagunero, al ser preguntadas ayer al respecto, se limitaron a apuntar que desde el Ayuntamiento se han hecho informes de la situación del menor y que la mujer pidió el ingreso mínimo vital, pero que el Ayuntamiento no se encarga de la concesión de esa ayuda. Este periódico trató este jueves, en varias ocasiones y sin éxito, de contactar con la mujer. Sí recogió unas manifestaciones suyas el programa Espejo Público, de Antena 3, donde José Miguel Cruz entró en directo. En este magacín informaron de que la okupa declinó hablar ante la cámara, pero que afirmó que había sido coaccionada para firmar la escritura notarial.

Después de que Okdiario diese a conocer esta historia y se produjese esa aparición televisiva, José Miguel Cruz vivía en la mañana de ayer desbordado por los acontecimientos. A las 13:00 horas, en una de las terrazas de la confluencia de las avenidas de La Salle y Buenos Aires, y mientras atendía a este periódico, gestionaba como mejor podía las llamadas y mensajes que no paraban de entrarle a dos teléfonos móviles. Pero con confianza: «Voy a tener la casa dentro de poco tiempo».

Suscríbete para seguir leyendo