Gran Canaria registra 64 episodios de pasajeros conflictivos en aviones

Tenerife Sur lidera las denuncias a nivel nacional, con 189 casos en 2023, seguido de Alicante con 184 y Palma con 177, mientras que Gran Canaria se sitúa en séptimo lugar

Un pasajero defeca en el suelo del baño en un vuelo que salía de Canarias

C. A. C.

El aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía encabezó durante 2023 la cifra de denuncias registradas en toda España en la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) contra pasajeros por incidentes derivados de comportamientos inadecuados o conflictivos durante vuelos de transporte comercial. Dicha estadística recoge las denuncias presentadas por las tripulaciones de aviones a su llegada al destino tras tener episodios complicados por peleas mientras están en el aire. El Aeropuerto de Gran Canaria ocupó el séptimo lugar, con 64 episodios.

A lo largo del pasado año, en la terminal de Granadilla de Abona se presentaron 189 denuncias. En segundo lugar se situó el de Alicante, con 184 denuncias, y el de Palma de Mallorca, con 177 casos de reyertas. Desde la Agencia Estatal de Seguridad Aérea explican que este crecimiento de denuncias entre enero y diciembre del 2023 se debe, en parte, a varios incidentes en los que estuvieron implicados grupos de pasajeros que viajaban en el mismo vuelo, lo que se traduce en un aumento de cada indicador.

En cuanto a los datos registrados en el resto del Archipiélago, cabe señalar que el aeropuerto de Gran Canaria, en la zona de Gando, se situó como el séptimo a nivel nacional en número de denuncias contabilizadas, con 64 casos. En cuanto a la infraestructura de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) situado en Lanzarote, es el noveno de toda España con más llegadas de pasajeros violentos, con 41 denuncias presentadas.

Incómodos y peligrosos

De forma inmediata le sigue el de Fuerteventura, en décimo lugar en la estadística estatal, con 37 casos en todo el pasado ejercicio. Y el otro aeropuerto de la Comunidad Autónoma que figura en el listado elaborado por la Agencia de Seguridad Aérea (AESA) es el de Tenerife Norte-Ciudad de La Laguna, con una decena de denuncias, que le lleva a situarse en decimotercer lugar de dicha clasificación de situaciones desagradables en pleno vuelo.

José Luis Feliú, portavoz en Canarias de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA), considera que siempre ha habido peleas, discusiones elevadas de tono y otro tipo de incidencias durante los vuelos, pero lo que ocurre ahora es que «salen más a la luz pública», por la publicación en redes sociales de las imágenes con los altercados.

Feliú señala que estos enfrentamientos violentos cuando el avión se encuentra en el aire resultan «bastante incómodos y peligrosos» para los pilotos y el resto de la tripulación de una aeronave.

José Luis Feliú (USCA) indica que ahora son más visibles las peleas por redes sociales

A juicio del portavoz de USCA en Canarias, se trata de un asunto delicado, en el que los controladores actúan como intermediarios, pues reciben la alerta del comandante del avión y avisan al personal del aeropuerto para que, a la llegada del vuelo, estén preparados agentes de un cuerpo de seguridad o los recursos que se estimen oportunos en cada caso.

Comenta que, en la mayoría de los episodios, el avión prosigue su vuelo hasta el aeropuerto que tenía prefijado como destino y sólo en asuntos muy puntuales o graves se lleva a cabo un desvío a otro lugar.

Francisco Cruz es piloto y forma parte del departamento técnico del Sepla (Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas). Dice que las peleas y altercados en pleno vuelo son un problema preocupante para los pilotos y toda la industria aérea. Y opina que el problema va a más. Según las estadísticas que maneja Cruz, en 2022 hubo un episodio conflictivo con uno o varios pasajeros por cada 835 vuelos. Y en 2023 ese parámetro fue de un enfrentamiento por cada 568.

Los más comunes están relacionados con incumplimientos de las instrucciones de la tripulación, acoso verbal al personal de la línea aérea y consumo abusivo de alcohol. También se vinculan a fumar cigarrillos o vapear cigarrillos electrónicos, no abrocharse el cinturón, portar un exceso de equipaje de mano y no guardarlo de forma correcta, o beber alcohol no servido por la tripulación. Las agresiones físicas todavía «son pocas», en palabras de Cruz, pero en 2023 ya aumentaron un 67% respecto al 2022.

Identificar a estos clientes durante el embarque «evita males mayores», según señala AESA

La Federación Internacional de Asociaciones de Pilotos de Líneas Aéreas e IATA proponen una estrategia para afrontar este problema. El primer punto pasa por la prevención y la disuasión. Es decir, tomar medidas para evitar que embarquen pasajeros que en tierra ya den muestras de un comportamiento inadecuado, mediante campañas divulgativas y con la actuación de los agentes de facturación. Y se plantea fijar multas de hasta 40.000 o 45.000 euros.

La segunda propuesta es prevenir que un pasajero introduzca alcohol o drogas en el avión, o bien que suba a la aeronave con signos de estar ebrio o drogado. Apunta el portavoz del Sepla que «el comandante de la aeronave tiene potestad de impedirlo si detecta que esa persona puede perturbar la tranquilidad en el vuelo».

El tercer punto se centra en el entrenamiento del personal. Ya hay compañías, como Binter, Iberia o Air Europa, por ejemplo, según Cruz, que siguen guías para tratar estas situaciones, en un primer momento, con la base de la proporcionalidad y la negociación.

El cuarto elemento pasa por «usar dispositivos para restringir los movimientos» del pasajero conflictivo, mediante unas «bridas» para poder inmovilizarle.

Francisco Cruz (Sepla) dice que han aumentado estos episodios tras el periodo de pandemia

El quinto punto pasa por generalizar la aplicación del Protocolo de Montreal (firmado el 1 de enero del 2020), que supone un convenio para que el individuo violento sea juzgado en el país donde aterrice el avión. Y, de forma paralela, el Sepla cree que se deben endurecer las penas. Por ejemplo, en Francia hay casos que pueden implicar pagar multas de hasta 75.000 euros y cinco años de cárcel.

Francisco Cruz percibe que, a lo largo de los últimos años se ha registrado un incremento de este tipo de casos. Aunque ya se apreciaba esa tendencia antes, con la pandemia la conflictividad en los vuelos creció de forma considerable, apunta este piloto. El uso de mascarillas fue el detonante de numerosos altercados en 2020 y 2021.

Cruz, que es comandante de Airbus 330-350, vuela de forma habitual a Estados Unidos y en la etapa más dura de la pandemia había altercados «día sí, día también».

Una parte fundamental en la gestión de los pasajeros conflictivos está en la coordinación entre el personal de tierra y las tripulaciones de vuelo. Identificar a ese tipo de pasajeros durante el proceso de embarque es una labor preventiva, necesaria y eficaz para evitar males mayores durante el vuelo, apuntan desde AESA.

45.000 euros de multa

Si la situación se produce en plena operación aérea, las tripulaciones, de forma coordinada, aplican los procedimientos establecidos en la normativa, para lo que han recibido formación. En caso de que el o los pasajeros problemáticos hayan subido a bordo y den problemas antes de despegar, se debería volver al parking, avisar a las autoridades y desembarcarlos. En caso de que haya un pasajero ebrio en vuelo, se debe retirar inmediatamente la venta de bebidas alcohólicas, pues el efecto del alcohol se potencia con la altitud. Si es un individuo violento, primero se le apercibirá con una nota del comandante. Si hace caso omiso a la indicación y la tripulación de cabina no puede reducirlo, se puede preguntar si hay algún agente de la autoridad o, en último caso, pedir ayuda del pasaje.

Además, el comandante puede coordinar la asistencia en tierra de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para desalojar a los pasajeros conflictivos y elaborar la denuncia. A esta se debe adjuntar un informe lo más detallado posible de los hechos, firmado por el comandante, que es la autoridad a bordo de la aeronave, así como manifestaciones de los tripulantes que fueron testigos de los hechos. En los casos más extremos, si la situación es insostenible y lo considerara oportuno la tripulación, podría llegar a desviarse el avión para aterrizar en el aeropuerto más cercano y bajar al pasajero.

Respecto del régimen sancionador por infracciones leves, que suelen ser las que llevan a cabo este tipo de pasajeros, la sanción sería de apercibimiento o multa en el baremo entre 60 y 45.000 euros, dependiendo de los hechos, según lo dispuesto en el artículo 55.1 de la Ley 21/2003, de 7 de julio, de Seguridad Aérea.

No obstante, el rango suele oscilar entre 300 y 2.000 euros, aunque en algunos casos se han impuesto sanciones más elevadas. Desde AESA remarcan su compromiso con la concienciación de buenas conductas por parte de pasajeros y la importancia de difundir el riesgo que supone este tipo de comportamientos para la seguridad aérea.