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Telde XIV Jornadas de Etnografía y Folclore organizadas por la asociación cultural Tyldet

La metamorfosis del tomate al turismo

El cultivo del tomate desaparece en el Sur en la década de los 80 del siglo pasado, después de convivir con el 'boom' turístico casi 20 años - Las urbanizaciones y las construcciones de chalés, bungalós y apartamentos se ´comieron´ la zona llana

Jóvenes aparceras: María Elena y Lola Sánchez. LP / DLP

Ayer finalizaron las XIV Jornadas de estudio sobre etnografía y folclore Jorge Vega Peña, organizadas por la asociación cultural Tyldet en el barrio teldense de La Pardilla para la divulgación y profundización en el estudio de todos aquellos aspectos que conforman la cultura tradicional canaria.

Las Jornadas estuvieron dedicadas a La cultura del tomate en Canarias, con motivo del 130 aniversario de la industria del tomate en Canarias y, mi participación en las mismas fue con la ponencia Tomates y Turismo, que clausuró las Jornadas junto a la de la socióloga Rosa María Henríquez Rodríguez, que trató sobre La participación de las mujeres en el cultivo del tomate en Canarias.

La ponencia Tomates y Turismo se inicia, como no podía ser menos, felicitando a la ciudad de Telde, por el 130 aniversario que se está conmemorando: la exportación y presencia del tomate en Canarias y es que todos los investigadores están de acuerdo en datar en 1885, como el inicio de la actividad del cultivo del tomate en Canarias, por iniciativa de Mr. Blisse, un empleado de la compañía Swanston que trabajaba en la primera fase del Puerto de la Luz y que lo hizo en el Valle de los Nueve.

Antes de entrar de lleno en el tema monográfico que marcaba la ponencia quisimos aprovechar para, de alguna manera, desdramatizar algo el trabajo de la aparcería. Existen numerosas entrevistas a hombres y mujeres que lo vivieron, sufrieron y disfrutaron en vivo y en directo, que cuentan todos los sacrificios y trabajos realizados y, todos, prácticamente todos..., terminan siempre con la misma frase o actitud: "Sin dudarlo ni un instante, volverían a vivir otra vez aquella vida".

Otro de los temas incluidos, fuera de guión, en la ponencia, fue un apartado dedicado a los niños aparceros, motivado en que siempre se ha hablado mucho, de la mujer y de su sacrificio abnegado; de lo duro del trabajo del cabeza de familia, pero, precisamente las figuras del niño y la niña estaban demasiado obviadas o perdidos en las historias e historietas que se han contado y escrito. Todos hemos oído mil veces que: "Los niños se criaban metidos en cajas de coñac o de tomates". Y queda retratada para la historia, como una niñez que si no fue desgraciada, no tuvo nada de idílica y feliz. Y nuestra pregunta al respecto era que, de acuerdo, no fue idílica, pero, comparándola con cuál?

Aquella fue la vida que les tocó vivir (que nos tocó vivir) y no echábamos a menos nada, no conocíamos otra vida mejor. Es ahora, hoy en día, cuando muchos se lamentan y recuerdan lo vivido, pero, siempre haciendo comparaciones con la calidad de vida que tenemos ahora, bajo la perspectivas de los valores, los derechos y las comodidades actuales. De todas las maneras, que nos quiten "lo bailao".

Las chicas querían hacerse mujeres rápido y lo lograban de alguna manera, colaborando en las tareas de aparcería y haciéndose cargo de las faenas del hogar y criando a sus hermanos menores. Y, complementaban su formación con clases de costura y bordado que daba Josefita López (mi madre); en el amplio patio canario de su vivienda de medianera. Los chicos se hacían hombres antes de tiempo también, se echaban sus Mecánicos amarillos ó Rumbo blanco y jalaban por cajas de tomates y, hasta despedregaban, al igual que su padre. A pesar de todo esto, los niños éramos libres, no habían miedos, estábamos en la calle, convivíamos con los mayores.

Entrados ya en materia, y para que se entendiera la realidad maspalomera en el contexto Tomates y Turismo se dio cuenta de los destinos del territorio en Maspalomas a lo largo del tiempo; del que los propietarios hicieron un uso muy variado, pues ante cualquier innovación con posibilidades de éxito, ellos apostaban..., pues tenían mano de obra barata, y tres fuentes de riqueza rápida: eran dueños del territorio; del agua y un clima excelente, tanto para la agricultura, como para la ganadería.

Así tuvimos en principio como primer monocultivo, las actividades propias del sector primario: el pastoreo; la pesca y la agricultura. Después vendría la cochinilla, que desaparece cuando llegan los tintes; de igual forma que desaparecen las grandes extensiones dedicadas al cultivo del algodón. Después vendrían El Plátano y los árboles frutales. Y, por fin...el tomate, por los años 40, justo después de la Guerra Civil española.

Para justificar de alguna manera la falta de información sobre la aparcería en Maspalomas, quedó de manifiesto el que a Maspalomas nunca le permitieron aportar a la historia de la isla su granito de arena, ni siquiera sus leyendas pudieron hacerse un hueco en la tradición grancanaria. Esto hace que las nuevas generaciones de residentes y los que nos visitan aprecien un efecto de vacío, como si Maspalomas hubiese surgido de la noche a la mañana y se intenta vender que, antes del primer chiringuito, estos parajes, no sólo eran desérticos, sino que no tenían vida.

Para entender las grandes extensiones de terreno dedicadas a la aparcería en Maspalomas, basta con mirar cualquier solar que aún queda libre y en todas las montañas que la circundan Maspalomas y vemos paisajes surcados por una amplia red de carreteras o pistas de tierra (las que se hicieron para los camiones, para recoger las cajas de tomates) y, las que llegaban hasta las cuarterías. También vemos aún innumerables redes de riego, que son la inmensa cantidad de acequias tradicionales que, en su origen, partían de pozos y embalses. Y que con el tiempo se han convertido en auténticos referentes históricos y etnográficos.

El tomate desaparece de Maspalomas en los años 80, después de haber convivido con el boom de las urbanizaciones y las construcciones de la industria turística durante casi 20 años. Y lo hace, por las razones evidentes del auge de la industria turística y también por la competencia de Marruecos, cuyo kilo de tomates es muchísimo más barato que el canario. Desaparece también sin dejar huella ni beneficio en los maspalomeros que ven como con las ganancias de la zafra, todos los habitantes de los pueblos vecinos, incluso del pueblo colindante se compran su solar y construyen su casa: esta práctica, incluso la hacían en el Tablero.

Metidos de lleno en el contenido de la intervención Tomates y Turismo, se dio cuenta de cómo las urbanizaciones y las construcciones de chalés, bungalows, apartamentos y hoteles fueron comiéndole el terreno a los dedicados a la zafra tomatera. Y cómo las construcciones van acaparando los terrenos llanos en San Agustín, San Fernando y Playa del Inglés y, la aparcería va retrocediendo hacia Meloneras y las zonas de montaña. Ya en los años 70 y 80, los cultivos más mediáticos fueron los de la zona de Meloneras, pues los documentos gráficos no se hicieron eco de los cultivos de San Agustín, Playa del Inglés y San Fernando. A partir de aquí, ya todos conocemos la historia: desde finales del siglo XIX se inicia en Canarias la primera corriente turística hacia las islas, de origen inglés principalmente. Y, aunque las dos guerras mundiales la interrumpieron, la afluencia de visitantes se recuperó a partir de 1950, y ya vino para quedarse.

De la noche a la mañana, exactamente en noviembre de 1961, se inicia el proceso por el que Maspalomas se convertiría en uno de los centros turísticos más importantes de España, borrando su pasado agrario y aparcero en pocos años, y sustituyendo a la capital como destino turístico de primer orden. Desaparecen núcleos de población, en aras del progreso y el bienestar y desaparecen también todas y cada una de las casas de arquitectura tradicional que salpicaban los terrenos maspalomeros.

Se inauguran en marzo de 1964, las dos primeras instalaciones hoteleras: el restaurante La Rotonda y los bungalows Los Caracoles. El pionero hotel Folías, nace de un grupo de inversores canarios y se inaugura en 1965. Después vendrían los suecos, con Nueva Suecia, Rocas Rojas, Monte Rojo, etc. Y los alemanes con Lilo Kellerman, inicia la urbanización Lilolandia, ahora conocida como Bahía Feliz.

En Maspalomas, más de lo mismo..., todo crece a nuestro alrededor, la pala del tractor arrasa por todas nuestras casas (que no eran nuestras) y se beneficia todo el mundo, menos nosotros mismos. Y se produce un claro trasvase de trabajadores de la agricultura y la aparcería hacia el turismo, sin previa capacitación profesional. Cuando algunas de las obras se iban terminando, muchos quedaban enganchados al mundo hostelero. Lo hombres -algunos privilegiados- pudieron formarse en la Escuela Regional de Hostelería y allí se reciclaron para ejercer de camareros, cocineros, barman, botones, conserjes o facturistas; en su gran mayoría vecinos de Maspalomas, de Vecindario, del Tablero y otros pueblos grancanarios.

Las mujeres también se formaron, pero para camareras de piso, única opción que les ofrecía la industria del progreso y el porvenir. Todo quedaba compensado por el descanso de un trabajo con horario fijo, con un sueldo digno por aquellas fechas, que se veía incrementado considerablemente con las propinas que les daban los clientes. Desde aquí el homenaje a la actividad aparcera.

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