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El bigote de Roque Mesa

Liberado con la presencia de Montoro, el centrocampista brilló en el segundo acto

El centrocampista teldense Roque Mesa agarra a Griezmann. KIKO HUESCA

Desencanto amarillo ante el resurgir de la bestia. El consuelo de un adiós decoroso. La UD firmó su último capítulo liguero en el Vicente Calderón con un alarde de descaro. Carentes de verticalidad y remate -en los primeros compases-, se impuso con el caer de los minutos el libreto barroco de Setién en un segundo tiempo poderoso. De ida y vuelta, en el que se instaló el pánico en el jardín de Simeone.

Pitos al ogro de los 280 millones de euros, y 'olés' para el modesto de 60 'kilos', que vende el glamour del toque por bandera. Con un 68,9% de posesión, los de Setién malograron un tiro cruzado de Roque (57'), que fue desbaratado por una mano espléndida del meta local Moyá. La acción del encuentro.

La escenificación de los caprichos del balón. Una crueldad eterna. Un golpeo que pudo cambiar la historia fue el atajo para el fin. En el siguiente fotograma, llegó el (1-0) de Saúl -tras un robo de balón sobre precisamente Roque- y la batalla del Manzanares se acabó.

El resto fue un espejismo. Un ejercicio de impotencia. Faltó el cianuro de Mestalla, en la única victoria foránea del curso [que se remonta al pasado agosto].

Misil de Macedo (63'), otro de Livaja (87')... Con once remates y tres a portería -entre ellos un palo de Lemos con un lanzamiento desde 35 metros-, la galaxia amarilla completó cinco saques de esquina y jamás perdió la cara al encuentro.

Agonizando la primera vuelta del campeonato -restan tres jornadas ante Sporting, Barça y Dépor-, la UD besa el parón navideño mirando a los ojos al diablo. Nadie inquieta al imperio de seda. Solo se ausentó ante la Real Sociedad (4-1). Sin complejos, con la madurez de un sistema poético demoledor [pero con alguna fisura porque no es el AC Milán de Arrigo Sacchi], la UD coqueteó con la hazaña.

Con Ángel Montoro como sostén, Roque y Vicente quedaron liberados. Dieron un paso al frente. Viera -izquierda- y Nabil, esperaban en los costados. Borrando del disco duro una primera media hora asustadiza -cinco saques de esquina colchoneros, un balón al palo de Saúl-, el punto de inflexión lo marca un tiro de Viera (31'), tras una asistencia de Livaja.

Llegó el nuevo amanecer. Desde el patio de Javi Varas, con 644 pases, una y otra vez, la UD buscó la guillotina del Atlético. Se marchó de vacío, y ya es el quinto peor visitante de la competición (solo cinco puntos en ocho encuentros).

La corriente resultadista cuestiona el pírrico bagaje visitante. El matrimonio con el balón tiene una deuda pendiente. Pero esta UD, ante un Atlético marcado por las dudas, desató el caos. En el inicio del segundo acto, se apreció la evolución. Míchel y Hélder pisaban la línea de fondo; Viera conectó con Roque y Livaja parecía un gigante.

La sinfonía de Setién dejó al aire las vergüenzas del poderoso. En esa mutación, el oficio de Montoro resultó capital. Porque el gladiador Roque se destapó como el nuevo ejecutor. Lanzó un caño a Saúl, y mandó un wasap de fuego al seleccionador Julen Lopetegui -que se encontraba en el palco-. La sombra del teldense aplastó a Koke [uno de sus competidores naturales por la posición de organizador en la Roja]. Roque no tiene fronteras.

Los pecados de la era de seda

La UD perdió 148 balones. Recuperó 56 y cometió 11 faltas. No todo funcionó. Pero salió airosa del infierno, de esa fase inicial tenebrosa. Consagró su estilo con fe, abriendo a los laterales con Varas como actor principal. Setién, una vez más, se salió con la suya. Pero sin el aplauso de los resultadistas.

Morir por una idea exige sacrificios. Respiró el bloque isleño descompensado, corto de efectivos móviles en ataque en esa primera parte. La fotocapia mala de la UD.

Pero con un Roque majestuoso, la segunda parte fue para enmarcar. Salvo la puñalada de Saúl, una obra de arte que se pudo evitar. Robo y contra. Tiro de Griezmann y el rechace -se estrelló en Lemos- le llega a un Saúl despiadado. La condena. A contracorriente, Viera puso la fantasía. Sigue lejos de su versión galáctica pero es capaz de iluminar un Calderón ya en ruinas.

La depresión de Gameiro, Griezmann, Carrasco o Koke no vale para restar méritos a la UD. Se mantuvo en el combate ante el 94', con la entrada tardía de Tana, Dani y Momo. Setién se empeña en restar impacto a los revulsivos. Comenzó su revolución en el minuto 82.

Con un caño y el tiro asesino ante Moyá, Roque, con su bigote, fue el emperador del Manzanares. La tarde que se escapó la bestia. Lopetegui fue testigo. Y Setién solo habla un idioma: la poesía. El mismo que engorda con 21 puntos el granero del modesto, y no acribilló a un subcampeón de Europa.

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