Xavi García Pimienta: El arquitecto de una identidad

El entrenador devolvió a la UD Las Palmas una idea de juego olvidada y que mejoró con la convivencia con otros registros

Xavi García Pimienta

Xavi García Pimienta / LP/DLP

Cuando Xavi García Pimienta llegó a la UD Las Palmas en enero de 2022 el equipo no iba tan mal. Cierto es que acababa de perder en Fuenlabrada ante un conjunto de abajo y que luego descendería, pero Pepe Mel tenía al grupo muy cerca del playoff, el objetivo mínimo marcado entonces por la presidencia en el año del regreso de Jonathan Viera. Sin embargo, el vestuario ya no estaba con el entrenador, cuestión siempre fundamental a la hora de valorar un cambio de entrenador, tan elemental como que en la presente temporada esos mismos jugadores cerraron filas en torno al catalán cuando el panorama se puso feo y lo hizo seguramente porque había dotado al cuadro amarillo de algo tan poderoso que podía hacerlo revivir: una identidad.

La implementación de un modelo de juego claro y definido, con mejoras introducidas en la campaña actual, es el gran triunfo de García Pimienta y por ende del director deportivo Luis Helguera, tan errático en los fichajes como acertado en su apuesta por dar el mando de la UD a un entrenador sin experiencia en la categoría –apenas había dirigido un os cuantos partidos al Barça B hacía unos años–, tal y como había hecho con Quique Setién con el equipo en Primera, si bien entonces era el secretario técnico y Toni Cruz su jefe más inmediato, pero con una misma línea de juego.

Su intención venía de lejos, porque ya en el verano del curso 2021-22 propuso un cambio de técnico que Ramírez no aprobó. Al fina y al cabo Mel había cumplido los objetivos y había sacado a Pedri, cuya venta al Barça sacó a la UD de bastantes apuros. Y también había apostado por Moleiro, el valor más al alza de la plantilla. Desde que pudo, Helguera tiró por lo que creía que no podía fallar en un club como Las Palmas con los jugadores que tenía: un entrenador con obsesionado con la posesión del balón, el ataque. Un estilo Barça, en definitiva.

Comienzos difíciles

Los comienzos, sin embargo, no fueron buenos para García Pimienta, que tardó en hacer ver a los suyos que la mejor manera para llegar al éxito era la que meses después le llevaría a jugar el playoff y transcurrido un año al ascenso. En realidad, el convencimiento sucedió rápido, sin embargo, faltaba ejecutar las ideas. Una sola victoria en sus primeros siete partidos al frente del equipo dieron paso al descrédito, a la resignación a una temporada más en Segunda y, sobre todo, a conformarse con la mediocridad.

Ni él ni nadie pensó que, de repente, lo que vendría a la UD sería su mejor final de liga de siempre, con nueve victorias en los últimos 11 partidos que colocaron al conjunto amarillo en la cuarta plaza y con la posibilidad de ascender en la promoción. No lo hizo porque cayó en las semifinales contra el Tenerife, que fue mejor en los dos encuentros, o por lo menos supo leer la eliminatoria mejor que su rival, pero lo importante para Las Palmas es que los cimientos de un equipo que habría de luchar por subir a Primera la campaña siguiente estaban puestos.

La UD, desde que ganara en Valladolid en marzo de 2022, empezó a ser un grupo mucho más reconocible y a partir de ahí voló. Esa identidad perdida desde que Setién se marchó en 2017 había vuelto. Desde que el cántabro se marchó pasaron siete inquilinos del banquillo –Manolo Márquez, Pako Ayestarán, Paquito Ortiz, Paco Jémez, Manolo Jiménez, Paco Herrera y Pepe Mel–, cada uno de un perfil distinto y alguno incluso sin ni siquiera tener uno claro.

La posesión del balón, el inicio del juego desde atrás, la presión alta, las líneas juntas y la defensa arriba se convirtieron en dogma para Las Palmas y en una bendición para los jugadores, capacitados para ejecutar el plan tal y como demostraron. Sólo había que realizar algunos ajustes en la plantilla para luchar por el ascenso desde la primera jornada del curso siguiente, y en eso Xavi García Pimienta tuvo mucho que ver.

El barcelonés participó de la toma de decisiones a la hora de fichar. Por ejemplo, trajo a Marc Cardona, que si bien no aportó los goles esperados, sí fue una pieza importante, sobre todo a principios de temporada, por su capacidad para desmarcarse, presionar o abrir espacios a los interiores.

Además, el técnico se inventó a Álex Suárez como lateral derecho porque consideraba que debía apuntalar más ese lado con un tipo de jugador más defensivo y la apuesta le salió redonda. Pero la evolución más significativa que introdujo entre una campaña y otra se notó en la versatilidad del equipo, la facultad de adoptar registros distintos dentro incluso de un mismo partido con el objetivo de nos ser tan previsible para los rivales.

Los debes

Así, la UD ganó algún partido sin tener una mayor posesión –Andorra–, sin apenas sufrir detrás –Leganés–, con resistencia casi heroica por tener un jugador menos –Villarreal B–, con suerte –Eibar– y también con una superioridad abrumadora, como se impuso en la mayoría de encuentros. Las Palmas, además, consiguió algo muy importante: no depender de Jonathan Viera. Sin él, el equipo también sacó resultados.

El punto negro de García Pimienta fue su negación a reconocer que la UD pasó por un bache de juego y resultados que quedó definitivamente demostrado con la caída estrepitosa en el Heliodoro. Entre sus virtudes nunca estuvo la asunción de que Las Palmas alguna vez pudo ser peor que su oponente, discurso que lejos de ayudar al vestuario, al que sobreprotegió de manera innecesaria, le perjudicó. Entre sus debes igualmente estuvo su incapacidad de ganar partidos a rivales con uno menos durante mucho tiempo –Racing, Leganés, Andorra o Sporting– o su apego al coach Richi Serrés, cuestión que le alejó del vestuario. Al final, supo escuchar. Y quedó como el arquitecto de una identidad de Primera.

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