Canarias crea una técnica pionera para detectar documentos falsos a través de la tinta de bolígrafos

La ULPGC y el Instituto Canario de Análisis Criminológicos crean un método capaz de datar cuándo se ha escrito o firmado un documento con análisis químicos innovadores

Una investigadora escribe en un papel para poder analizar las tintas del bolígrafo.

Una investigadora escribe en un papel para poder analizar las tintas del bolígrafo. / Cedida

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Canarias ha creado un método pionero capaz de detectar documentos falsos a través de la tinta de los bolígrafos. Este análisis químico ya se está utilizando en algunos procesos judiciales tanto en España como a nivel internacional para dirimir conflictos con respecto al reparto de tierras o para cazar a quienes lo utilizan para esconder la malversación de fondos. 

Los precursores de esta técnica de peritaje judicial, denominada datación de tintas, son químicos. En concreto, los miembros del Instituto Canario de Análisis Criminológicos (ICAC) que se han aliado con los investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) para crear este método diagnóstico pionero en el mundo. Una fórmula sencilla con la que destapar las mentiras que, a menudo, causan quebraderos de cabeza a jueces, fiscales y abogados. Un método que se basa únicamente en el envejecimiento progresivo que sufre la tinta una vez sale del bolígrafo. 

«Cuando trazas una línea con un bolígrafo en un papel el tiempo empieza a correr», explica Daura Vega, química de la ULPGC. Es entonces cuando los disolventes, la resina y los colorantes que contiene empiezan un proceso de degradación. «Los disolventes se evaporan, el color se degrada con el tiempo y la resina se polimeriza», insiste Vega. El método, sin embargo, tan solo necesita hacer uso de dos de ellos: los disolventes y el colorante. 

Con respecto a este último indicador, los científicos corroboraron que el colorante más usado en la tinta de los bolígrafos es el cristal violeta, empleándose en el 99,9% de las formulaciones para las tintas de color negro y azul. Estas tintas presentan una particularidad, y es que las concentraciones del colorante son tan abundantes que apenas varían en décadas, por lo que su evolución no es fácilmente perceptible.

Sin embargo, los investigadores han salvado este obstáculo mediante una observación química más pormenorizada que les ha llevado a corroborar que dicho cristal violeta se degrada, aunque no lo parezca a simple vista, «en pequeñas fracciones». Y esto, aunque no lo parezca, es fundamental pues acaba revelando la información necesaria para detectar el momento exacto en el que se depositó esa tinta en el papel. En este sentido, cuanto más alta es la concentración de esos compuestos de degradación, más antiguo sería el documento.

«Con un análisis químico específico de estos dos componentes podemos llegar a saber en el momento aproximado en el que se ha firmado un documento», explica Vega, aunque siempre con un margen de error de varios meses. Aunque este rango de error es menor cuanto más nueva es la muestra. «Podemos llegar a saber una fecha bastante aproximada si lo pillamos apenas unos días después», destaca Óscar Díaz, CEO de ICAC. 

Análisis químicos de la degradación de las tintas a través del tiempo.

Análisis químicos de la degradación de las tintas a través del tiempo. / Cedida

El primer paso para desarrollar esta técnica fue tomar muestras de varias marcas de bolígrafos e ir analizando su degradación a lo largo de una década. En ese tiempo, la concentración original de cristal de violeta prácticamente no varía, pero sí aparecen sus compuestos de degradación. Entre dichos compuestos, destaca el NNAPH (N, N’-dimetil-4-aminofenol), que sufre una variación en su concentración entre los 44 y los 60 meses. A partir de ese momento entra en un cierto estado de «reposo». 

Gracias a este estudio, los investigadores han podido encontrar la fecha (casi exacta)de manuscritos o documentos firmados en un rango temporal de ocho años, con un margen de error de siete meses. Este tipo de técnica sirve para dirimir conflictos o pillar a quien ha cometido un delito de falsedad documental en el acto e incluso, cazar a asesinos que han matado a sangre fría.

«Esta técnica nos ayuda en todo tipo de casos, tanto de lo penal, de lo civil y de lo mercantil», insiste Díaz. Las posibilidades son infinitas. Esta técnica podría utilizarse tanto en casos de malversación de fondo con una alta carga de falsedad documental de gran calado – el caso Bárcenas– como para descubrir si una empresa ha incurrido en un delito a la hora de contratar a su personal. 

De contratos basura a reparto de tierras

Los investigadores han llevado su pionera técnica por todo el mundo, pero aún se sorprenden con las diferentes aplicaciones que encuentran en las propias islas. «En Tenerife es bastante habitual ver contratos laborales donde se obliga al trabajador a firmar a la vez el contrato y el finiquito, lo que no es legal», recuerda Díaz, que insiste que al aplicar esta técnica se puede conocer sí, efectivamente, la empresa ha incurrido en una irregularidad.

En Fuerteventura siguen tratando de discernir quién tiene razón en las riñas por la propiedad de tierras. «En los años 70 hubo un boom de compra de tierras y a día de hoy sigue habiendo problemas porque muchos han perdido los papeles y crean documentos falsos para avalar su titularidad», insiste Díaz. De hecho, los investigadores se sorprendieron al hallar que muchos recurren a técnicas para envejecer los documentos artificialmente tan curiosas como el uso de orines. «Esto nos ha hecho abrir una nueva vía de investigación para poder detectarlo», revela Vega. 

Otro caso en San Bartolomé de Tirajana en el que se sospechaba que un documento de los años 70 había sido firmado con tintas actuales, les ha llevado a ampliar el estudio también a las tintas históricas. «Ese caso se tuvo que archivar porque no había suficiente respaldo científico», revela Vega, quien sin embargo se congratula de que «cada vez son más los jueces que valoran el respaldo de estas investigaciones».  

Los documentos recientes (10, 15 o 30 días) son más fáciles de identificar. Hasta el punto en que para estos sí se puede encontrar una fecha exacta. «A medida que se alejan en el tiempo es más complicado, pero los modelos matemáticos permiten determinar fechas en un rango aproximado», describe Vera. «Esto es como cuando los forenses encuentran el cuerpo de una víctima; les es más sencillo datarlo si lleva menos tiempo muerto», añade Díaz.