La catarsis sonora de Eli Paperboy Reed

La voz poderosa del de Boston congregó a más de 300 personas en la sala Alboroto al abrigo de 'The Belingueo' de Sonidos Líquidos

Eli Paperboy Reed en la sala Alboroto.

Eli Paperboy Reed en la sala Alboroto. / Leticia Oliva

Nora Navarro

Nora Navarro

En la que fuera la primera redacción del Diario de Las Palmas en los aledaños de Vegueta, hoy reconvertida en sala de ocio donde añoramos más música en directo, se apeó este domingo el reputado compositor y músico Eli Paperboy Reed, el grito desgarrado del soul-funk apodado «chico de los periódicos». 

Bajo el brazo trajo las buenas noticias que niegan a diario las portadas porque en la edición dominical de la cultura capitalina nos devolvió los bailes. La competencia era elevada: desde sendos partidos de la UD Las Palmas y el Dreamland Gran Canaria hasta el sol inclemente que abrasaba la ciudad. 

Pero la voz poderosa del de Boston congregó a más de 300 personas ante el escenario de la sala Alboroto, en gran parte movidos por los ecos del Malvasía Volcánica Weekend del Sonidos Líquidos de 2018, donde el Paperboy puso en pie a todo el paisaje utópico de La Geria a pesar de desgranar su enérgico directo con una pierna rota. 

Esta vez fue The Belingueo, el programa de conciertos itinerantes del festival enomusical de Lanzarote, el que convocó esta catarsis vocal envuelta en vientos y órganos lisérgicos, porque la presencia del músico bostoniano y su sólida banda siempre garantiza la explosión de una fiesta colectiva. Y para regar la mañana sonora entre baile y baile, los vinos malvasía de Lanzarote brindaron el mejor maridaje en consonancia con la esencia del Sonidos Líquidos.

Vinos malvasía de Lanzarote.

Vinos malvasía de Lanzarote. / Leticia Oliva

Pero además de su idilio con el festival geriano, la del domingo era la tercera visita del soulman norteamericano a Las Palmas de Gran Canaria: su puesta de largo tuvo lugar en un memorable concierto en el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 2010 y repitió solo un año después, en la Plaza de la Música, en 2011. 

Así lo recordó el propio Paperboy a mitad de viaje: ¿Quién vino a verme en el año 2010 a Gran Canaria? Y las manos se alzaron una detrás de otra a ritmo de soul y rythm & blues. En esta ocasión, Eli Paperboy Reed regresó a la Isla al abrigo de la gira de presentación de su nuevo trabajo, Hits and Misses, que vio la luz el pasado octubre de 2023. Este disco de naturaleza retrospectiva y jugona tiene como subtítulo The singles, dado que recopila canciones o «rarezas» que, en gran medida, solo estaban disponibles como sencillos de 45 rpm que vendía en los conciertos durante sus giras internacionales, como bonus tracks ocultas que atesoraban una deuda con el tiempo. 

Eli Paperboy Reed.

Eli Paperboy Reed. / Leticia Oliva

El primer sencillo se grabó en 2009, justo después de su exitoso álbum de debut Roll with you, y el último a principios de 2020, justo antes de Down every road, su aplaudido álbum de versiones de canciones de Merle Haggard. La nota común dentro de su amplio espectro musical alrededor del soul de los 60 es el ritmo endiablado, la letra rompecorazones y la invitación constante al baile a golpe de inconfundibles berridos en falsete.

I came to play

«I came to play», anunció el tema homónimo que cantó a comienzos del concierto, uno de los tres originales del disco que puso la banda sonora a la serie de cómics de Marvel, Moon Girl y Devil Dinosaur, erigida hoy en himno fiestero para romper pistas. 

Y si Hits and Misses es un viaje o puzzle de descartes de casi dos décadas de música intercalando reinvenciones de hits souleros con composiciones propias, el concierto belinguero incorporó también muchas de sus canciones más conocidas, como Come and get it, Young girl, Workin’ man blues o Explosion, siendo esta última la detonación final de 17 descargas con que el guardián del soul despidió la velada mañanera en lo más alto. 

Aún dura esa electricidad en la piel, la que se manifiesta a través de los cuerpos en movimiento en un mismo espacio, ese milagro que iluminó por unas horas el fundido a negro de una escena musical diversa y de calidad en el corazón de la ciudad, en la que el fin del domingo nos pille bailando.