- ¿Qué tipo de magia tiene El Hierro para usted, que ya ha escrito cinco novelas inspiradas en la isla?

- Para mí El Hierro siempre ha sido una tierra muy cercana al mito. La mayoría de las personas que la visitan dicen que allí parece que uno vive otro mundo y hablan también del sosiego. Yo siempre digo que se nos olvida mirar donde está El Hierro en el mapa. Es como la isla más descolgada del archipiélago. Parece que va a la deriva por el Atlántico. Y efectivamente cuando se está allí se tiene esa sensación de extrañeza y abandono.

- ¿Cómo se ha trasladado ese espíritu mítico herreño a su obra?

- Lo que he hecho en mi obra literaria es aprovechar esa sensación para construir un mito literario. Desarrollo la idea básica de que la isla realmente no lo es, sino que es el cuerpo varado de una especie de lagarto-dinosauro que se quedó ahí en el pleistoceno rodeado del Mar de Las Calmas. Se queda aletargado. A lo largo de los millones de años sobre ese gran lagarto dinosaurio se han ido depositando la tierra y la vegetación y se ha ido conformando una especie de isla. Este juego mítico y literario viene a explicar un poco los movimientos y los terremotos, porque serían a causa del despertar de ese gran lagarto de su letargo. Hay túneles volcánicos fascinantes realmente en la isla. Cuando nos metemos en esas grutas, donde incluso todavía descansan los restos de algunos bimbaches, parece que escuchamos la respiración lenta de la tierra. Parece como si fuera una branquia. Luego voy desarrollando los matices. Por ejemplo en El año de la seca, que en noviembre sale la segunda edición y que se ha publicado en muchos países. Y es curioso, porque fuera no piensan en una isla real, sino literaria, como pudiera ser la isla del tesoro. A veces cuando me escriben lectores del extranjero me fascina cómo se la imaginan de un modo mítico, como si no existiera.

- ¿Qué traslado tiene esta mítica herreña a los habitantes de la isla?

- Todos los herreños tienen la certeza de que viven una isla absolutamente singular. Cuando uno habla con el herreño se da cuenta. No es el típico orgullo patriotero. Simplemente son conscientes de que estamos hablando de una isla que tiene 278 kilómetros cuadrados. Es un pedazo de tierra ínfimo en la grandeza del mundo, que, sin embargo, está absolutamente plagado de mitos y leyendas. Por el Faro de Orchilla pasaba el meridiano cero y es un sitio absolutamente legendario. Ya el cardenal Richelieu hablaba de El Hierro y de que por ahí debía estar el meridiano cero. Lo que pasa es que después nos los robaron los ingleses. Cuando uno va allí uno se da cuenta de la mítica del lugar, porque allí están las cuevas habitadas por los bimbaches, justo al pie del faro, justo donde acaba el Mar de Las Calmas. Es increíble la cantidad de mitos que puede haber en un lugar tan pequeño. También está el famoso bosque de sabinas, que es un endemismo realmente peculiar. A veces me preguntan por culpa de mis novelas, digámoslo así, por las sabinas, por ese árbol retorcido que es capaz de ganarle la batalla al viento y de convertirse en una especie de escultura. La gente allí dice que en el bosque de sabinas se reúnen las brujas. Se supone que con sus ensalmos, brujerías y hechizos también colaboran en ese enrevesamiento de los árboles que a veces quieren huir espantados de lo que ven.

- ¿Qué cree que aportará la erupción al carácter de El Hierro como isla con este nuevo movimiento del lagarto gigante al que alude usted en sus novelas?

- Siempre y cuando, Dios lo quiera, se mantenga en unos márgenes que no haya problemas para la gente, será absolutamente histórica y esto significa que con el transcurrir del tiempo se va a convertir también en uno de los mitos de la isla.