Cuando aprieta el jilorio (14)

El potaje del fuego vivo en El Alpendre de Félix

El Alpendre de Félix, en el pago santaluceño de La Sorrueda, guarda el arcano de la cocina a la brasa

El alpendre de Félix

José Carlos Guerra

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

El restaurante El Alpendre de Félix, ubicada en la ‘remota’ La Sorrueda mantiene vivo el secreto de la cocina de leña, lo mismo para un potaje que para una deliciosa tarta de manzana.

Hoy hace más de 30 años el precioso pago de La Sorrueda era un remoto paraíso apalmerado que había vivido sus mejores días antes de la llegada del turismo, cuando bullía de animales y chiquillería. Despoblado por el éxodo de unos habitantes que, como tantos en las medianías y cumbres de Gran Canaria se desplazaron a las costas a por las zafras de tomates y guiris, el lugar languidecía derrumbando algunas de sus edificaciones por el paso del tiempo, como ocurría con la gallanía de los abuelos de Félix González Pérez, unos cuartos en alpendre en un caserío donde de antiguo prosperaban burros, vacas y cochinos.

Eran tiempos duros, los de hace 62 años, que es cuando nació Félix algo más abajo, en Sardina del Sur, en una familia de siete hermanos que pasó sus penurias, de forma y manera que con solo once años se ve obligado a abandonar la escuela y guindado sobre dos cajas de refrescos «para poder meter la cabeza en el fregadero», puntualiza con retranca, ponerse a lavar platos y calderos.

Es lo que él llama «empezar en la hostelería», en una trayectoria que arranca en el Sótano del Sur, que es donde estaba ese chorro primigenio. Es con el tiempo cuando el freganchín Félix comienza a gestionar sus propios bares y restaurantes, «todos típicos canarios», como La Pella, La Zafra, Viejo Rincón, y otros vinculados a asociaciones deportivas, como el del Club de Lucha Unión Sardina, o el Club de Fútbol Estrella.

El alpendre de Félix

El alpendre de Félix / José Carlos Guerra / José Carlos Guerra

Pero en una esquina del cerebro le seguía bullendo aquél alpendre que se estaba desastrando enfrene de la casa de sus abuelos, en la ya más que solitaria La Sorrueda. Así que aún de novio con Pino Vera Perdomo decide asentar en el destruido inmueble su próximo proyecto. Una locura en toda regla, porque hasta el casi colindante yacimiento de La Fortaleza era también pasto del olvido y de las fiestas, tanganas y acampadas que ocupaban los fines de semanas las hoy intocables cuevas prehispánicas. En resumen, era como montar un restaurante fuera de la órbita planetaria.

Son las once de la mañana en La Sorrueda. El palmeral murmulla al son de un alisio que trae las primeras nubes del otoño y Félix no está. Ha ido a darle de comer al caballo y las gallinas. Pasa un coche de alquiler con personas rubias rián para el flamante centro de interpretación del yacimiento de La Fortaleza. Y poco más.

Hasta que llega el hombre. Cuando aparece, él solo llena el barrio. Como si un único habitante colmatara la densidad por metro cuadrado del lugar.

Es un torrente que se va «directo a la ducha». Explica que viene de eso, de darle afrecho al animal, y de echarle un ojo al huerto de calabacín, berenjena, perejil, aceituna, limón, «verdura en general», estercoladas con sus propios animales, y del que sale buena parte de la alacena con la que surte al restaurante. Y se le acumula el trabajo, porque acaba de llegar el camión refrigerado del matadero insular y hay que darle fosnalla a la parrilla de las carnes y al horno de leña donde Pino elabora postres.

Restaurante El Alpendre de Félix

Restaurante El Alpendre de Félix / José Carlos Guerra

Historia del alpendre

Ya sentado enseña lo que fue el alpendre, una tonga de piedras, «pero no dio mucho trabajo», dice para pasmo del contertulio. No más ponerlo en marcha, tira de safaris y guaguas de turistas, cientos de comensales todos los días. «Pero no era ese el camino», con unas interminables jornadas de duro trabajo a granel.

Es cuando alongan las redes sociales cuando El Alpendre de Félix encabeza las clasificaciones de restaurantes en Santa Lucía, número 1 en Trip Advisor, «y número 1 de la prisión de Juan Grande, jajaja, que hasta el alcalde me aseguró que yo era un referente. Miré referente en Google y vi que era algo interesante», y venga más parranda. Con estos puntos, no más guaguas ni aglomeraciones, ni jornadas interminables.

Potaje a leña

Ahora el potaje se hace a leña el tiempo que requiera, se atienden a los ciclistas que se le han picado la rueda, a los turistas que llegan deshidratados, a los senderistas perdidos y se da aviso a los conatos de incendios, de tal forma que el alpendre -el único establecimiento en kilómetros a la redonda- funciona de parada obligatoria para una La Sorrueda renacida gracias al centro de interpretación de La Fortaleza y el mimo con el que se tratan los vestigios, en continuas campañas de investigación, lo que a su vez atrae a otros visitantes que aportan renovada sustancia al pago.

Ya es mediodía y Félix y Pino han puesto las brasas a todo meter, las de la parrilla y la del horno de los postres. De ahí saldrá la carne de cabra, las croquetas de cabra también, el pulpo pasado por las brasas, la morcilla dulce caramelizada con las manzanas de la huerta, las papas arrugadas de toda la vida, o el queso de cabra frito con servido con mermeladas pergeñadas por Pino, de pimiento rojo, de higo, o de cualquier otra fruta estrictamente de temporada, que incluye las de tuno cuando toca, de nuevo maceradas al fuego de la parrilla con su añadido de vino dulce. Sin olvidar las ensaladas, un alarde de tropicalismo local, con el caqui o sus mangos, o cuando aprieta el calor, sus gazpachos de sandía con su pimiento, el ajo, el pan y un exótico aceite de oliva.

Restaurante El Alpendre de Félix

Restaurante El Alpendre de Félix / José Carlos Guerra

Tartas y mermeladas

Una vez refrescada la bomba de calor de esta primera quincena de octubre, Félix y Pino vuelven a los potajes elaborados al calor de la leña con su piña, su batata, calabaza, berro, caldo blanco, judías y el fondo de sofrito, todo ello en una gran perola que descansa encima de las brasas y que le imprime el sabor de los potajes antiguos elaborados en su punto de mimo. Como ocurre con la peculiar repostería de Pino, que sacrifica variedad con la maestría que ha alcanzado con la sin par tarta de manzana o el bizcocho de almendra, por no mentar a tarta de queso, en la imagen superior, que complementa con golosinas como el maracuyá o la crema de pistacho, amén de la interminable ristra de mermeladas que también saca de su horno con frutas locales de temporada. 

Al Fuego

Dónde: La Sorrueda 

El restaurante El Alpendre de Félix está ubicado en el pago de La Sorrueda de Santa Lucía, justo al lado del centro de interpretación del yacimiento de La Fortaleza. Para los no familiarizados con la zona se hace casi imprescindible tirar de un GPS.  

Horario: de diez a seis 

El establecimiento de Félix y Pino abre todos los días de la semana desde las 10.00 a las 18.00 horas. 

Reservas: fines de semana 

El restaurante no tramita reservas y se atiende por turno de llegada. Tampoco son imprescindibles durante los fines de semana.