En plena víspera de Reyes de 2008, Francisco H., policía local en la capital grancanaria, decidió ir a unos grandes almacenes para hacer las compras navideñas. Hasta ahí todo normal, pero algo extraño pasó por la cabeza del agente, porque esa noche del 4 de enero optó por llevarse un portátil a las bravas, sin usar los cómodos plazos de la tarjeta de crédito, ni los 2.500 euros que gana al mes.

El funcionario agarró el ordenador de la segunda planta, se metió en los baños del comercio, desactivó la alarma del aparato e intentó salir por la puerta principal sin pasar por caja. Y ahí acabó la aventura informática de Tango 10, que es como le conocen sus compañeros en el cuerpo de la guardia urbana de Las Palmas de Gran Canaria.

Un guardia de seguridad lo paró en la misma salida de los grandes almacenes, y el bueno de Francisco acabó en los calabozos de Granadera Canaria. De allí salió condenado a cuatro meses de prisión por un delito de hurto, 60 días menos que la pena solicitada por el Ministerio Fiscal.

Y es que Francisco H. admitió los hechos y aceptó una sentencia de conformidad. Lo cazaron in fraganti, su culpabilidad no admitía dudas, estaba clara. Por eso todo se quedó en un juicio rápido que duró segundos, el tiempo necesario para que el juez de guardia dictase el fallo judicial de viva voz (in voce).

Además, la rapidez del proceso tampoco le venía mal al acusado, porque de esa manera todo terminaba cuanto antes y así evitaba que saliera a la luz su condición de policía, pues en el momento del robo no estaba de servicio y durante la vista oral "nadie dijo nada", que diría el gran Antonio Vega en una de sus oscuras canciones.

Pero la sentencia, ya en papel, ha visto la luz y ha causado estupor y revuelo en el mundillo municipal, que no da crédito a lo ocurrido, y menos aún que al agente, según algunos compañeros suyos, no se le haya abierto un expediente.

La resolución judicial, dictada por el Juzgado de Instrucción 3 de Las Palmas de Gran Canaria, considera probado que Francisco H., de 34 años, desactivó la alarma del ordenador sobre las 21.45 horas. Antes metió el portátil en una bolsa del centro comercial y lo llevó hasta el baño. Allí manipuló el aparato, lo volvió a guardar y se dirigió a la salida, donde fue "interceptado" por un guardia de seguridad.

El magistrado sí acuerda la suspensión de los cuatro meses de cárcel, pues se trata del "primer delito doloso" de Francisco y la pena es inferior a los dos años de cárcel. De ahí que la ley, atendiendo a "la peligrosidad criminal del penado", contemple la concesión del beneficio de la suspensión, siempre y cuando el condenado no vuelva a delinquir durante esos dos años.

El juez, en funciones de guardia esa víspera de la noche de Reyes, también impuso al acusado el pago de las costas procesales. Y, visto el asunto en perspectiva, no ha salido mal parado, pues el hurto se castiga con una pena máxima de tres años de cárcel, tal como recoge la sentencia. Entre sus compañeros se lamenta que siga patrullando la ciudad sin que aparente ningún cargo de conciencia.