El barrio de Arenales esconde uno de los pocos vestigios que quedan en pie en la ciudad de la industria de principios del siglo pasado. Y nunca mejor dicho, porque solo la estructura de la chimenea de lo que fue la fábrica de harina construida en 1900 - posteriormente taller de mecánica y jabones hasta su cierre en 1980- se eleva hacia el cielo como un faro que no se ve desde el horizonte salvo si uno se interna en el patio del colegio Aguadulce, con el que colinda, o desde las terrazas de algunas viviendas anejas. La torre, de propiedad municipal y restaurada en 2006, da sombra hoy a un huerto que cultivan vecinos y miembros del colectivo social y cultural Arenando en el mismo solar público donde se ubica. El partido socialista en el Cabildo Insular ha solicitado al grupo de gobierno de la institución regional que se interese por el estado de conservación de esta edificación así como su posible protección de acuerdo a la Ley del Patrimonio Histórico de Canarias. El grupo PSC-PSOE reivindica además un paso de servidumbre para que todos los ciudadanos puedan contemplar el faro anegado, tal y como recogió el Ayuntamiento en su expropiación.

Gran Canaria es la isla que más vestigios de su pasado industrial conserva hoy en día. Más de 1.014 bienes, herramientas y materiales utilizados en los sectores agroalimentario y tabaco, madera y corcho, metalurgia y reparación naval, productos minerales no metálicos, papel y artes gráficas, textil y calzado, motores, química, energía y agua, y transportes y comunicaciones están catalogados en el Inventario que sobre Patrimonio Histórico Industrial en Gran Canaria (1900-1960) editó en 2011 el gobierno autónomo gracias al trabajo de la historiadora, Amara Florido, experta en patrimonio industrial.

La historiadora asegura que la chimenea es uno de los pocos referentes que quedan en la capital de esa industria del siglo XX, que ha sido destruida sin reconocer su valor patrimonial y etnográfico. En la capital es la única torre que se mantiene en pie tras la demolición de las de las compañías eléctricas que existieron en la Cícer y en las cercanías de la hoy Delegación del Gobierno.

"Junto con las de la fábrica de ron de Arucas y Telde son las únicas que se conservan en la Isla, aunque no en el aislamiento en que se encuentra ésta", señala Florido, que subraya que esa soledad ha beneficiado a que la chimenea, de 35 metros de altitud y de ladrillo rojo, no haya sido demolida.

Actualmente, la torre está encerrada en un solar entre las calles Molino de Viento, Aguadulce y León y Castillo, sin acceso por ninguna de ellas, y recogida como monumento en el Catálogo General Municipal de Protección Integral.

La chimenea es conocida con el nombre de Swanston. Curiosamente, la compañía comercial inglesa que junto a Tomás Miller colaboró en la construcción del puerto de La Luz en 1883. Sin embargo, no está claro hasta que punto la firma tuvo algo que ver en la construcción de la fábrica de harina en 1900. Lo que parece más sólido es que la ésta recogiese el nombre de los jabones que fabricaba esta firma, aunque fue la marca Dos Llaves la que finalmente cerró la industria jabonera en 1980.

El solar fue expropiado por el Ayuntamiento, que restauró la pieza arquitectónica en 2006. Sin embargo, la chimenea se quedó escondida entre las edificaciones porque nunca se habilitó una entrada desde la calle ni se construyó un parque para su contemplación como solicitaron los vecinos.

En 2012, el Consistorio se comprometió a garantizar una zona de paso y así se recogió en las modificaciones del Plan General de Urbanismo, aprobado el pasado año. Pero a día de hoy la torre solo puede ser contemplada por los vecinos que habitan en la zona, los escolares del colegio Aguadulce y los miembros del colectivo Arenando que han organizado en el terreno un huerto.

El Ayuntamiento asegura que no hay ningún proyecto concreto sobre la estructura salvo la que se recoge en el Plan General y que no es otra que la construcción de una zona verde así como la demolición de dos plantas de un edificio cultural de siete, aún sin edificar, y proyectado frente a la chimenea. Además, de su mantenimiento y conservación.

Icono histórico

El consejero socialista José Antonio Godoy en el Cabildo Insular, promotor de la recuperación de este referente industrial para el disfrute de los ciudadanos, argumentaba esta semana que, después de un año, el Ayuntamiento sigue sin abrir una servidumbre de paso para acercarse a la chimenea y que ésta no está lo suficientemente protegida, sobre todo en su base.

No es la primera vez que el grupo socialista de la mano de Godoy ha encabezado la defensa del patrimonio de la Isla y, por tanto, el de la ciudad. En los últimos dos años y medio, los socialistas han solicitado al Cabildo que divulgue el papel de reconocidos artistas como el arquitecto del siglo XIX Ponce de León, el muralista ya fallecido Jesús Arencibia o el pintor Pepe Dámaso, que cumple este año 80 años. También, que se postule para la reactivación de la candidatura del casco histórico como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco así como que se oponga al retranqueo del muro del Cementerio de Vegueta para permitir un acceso a los nuevos juzgados. Sus últimas batallas son la recuperación de la Chimenea Swanston y la protesta contra el vallado de acero corten que circunda al Castillo de La Luz y que impide la visualización de este Monumento Histórico-Artístico.

"Pedimos al Cabildo, que tiene voz y voto en la Comisión de Patrimonio municipal, que estudie cómo está la estructura para poder ampliar las medidas de protección sobre ella", subraya Godoy, que asegura que esta ciudad se ha querido sumar con tanta rapidez al carro del urbanismo y cosmopolitismo que ha ido reduciendo a la nada todos los vestigios del pasado de su origen agrícola y portuario cuando Las Palmas de Gran Canaria es lo que hoy es gracias a esa tradición rural y al tránsito marítimo. Y en línea con esta reflexión critica el "grave deterioro" en el que están calles y edificaciones del Puerto como Juan Rejón o Albareda, hace unas décadas centro neurálgico comercial de la urbe y del movimiento del puerto.

De la misma opinión, es la historiadora Amara Florido, que señala que el patrimonio industrial de la capital ha sido "infravalorado" cuando en otras ciudades las viejas fábricas o locales de manufactura son "verdaderas reliquias" que han sido aprovechadas para espacios culturales o como elementos decorativos en zonas ajardinadas. Y pone como ejemplos del desaguisado que se ha hecho en esta ciudad con la vieja fábrica de Tabaco de Las Alcaravaneras, del arquitecto Néstor Martín Fernández de la Torre, de la que solo se conserva la fachada, y del futuro que le espera a las fábricas de pescado de la Cícer, donde el Ayuntamiento contempla un aparcamiento y el potrero.

De cómo se pueden aprovechar el legado histórico -etnográfico repartido por la ciudad da muestra el propio centro de Infantil y Primaria Aguadulce, que tras la restauración de la chimenea Swanston trabajó con los escolares en un proyecto educativo para que éstos conocieran cómo era su barrio antes de que el centro se edificara en 1987. "Con la rehabilitación de la chimenea se nos metió el gusanillo de conocer cosas sobre el barrio y de lo que habían en aquellos solares de alrededor, en los que en su día también estuvo la patronal de Guaguas Municipales. Ese detalle le aprovechamos para ofrecer clases de educación vial", explica la directora del centro, Águeda Marcos.

En su momento, el propio centro reclamó que puesto que la torre estaba en la trasera del colegio se incluyera ésta dentro de la zona de patio. Su petición no tuvo eco, aunque el centro es una de las puertas de acceso para contemplar la circular torre.

A los pies de este faro industrial crecen hoy tomates, calabazas, judías, lechugas, entre otras hortalizas. Además, de árboles frutales y hierbas aromáticas. El colectivo Arenando, una asociación que nació para dinamizar el barrio social y culturalmente, solicitó hace tres años al Ayuntamiento el uso de este solar para un huerto urbano que actualmente está distribuido en 12 parcelas de pequeñas dimensiones y que gestionan ya los propios agricultores después de un comienzo comunitario.

Héctor Reyes, miembro del colectivo, es una de las personas que gestiona una de estas huertas para consumo propio. "Lo que la diferencia de otros huertos urbanos es que son los propios usuarios y no el colectivo quien lo gestiona y paga los gastos. En caso de que se abandone, el bancal va al siguiente de la lista", dice Reyes, que cuenta que el solar no tiene ahora nada que ver con lo que se encontraron al inicio, "lleno de basura".

Él también se muestra partidario de que la chimenea se ponga en valor y que sea recuperada como patrimonio histórico para la ciudad. Su propuesta es que el solar se convierta en una zona verde para el barrio con una puerta de acceso por León y Castillo y que se mantenga el huerto urbano. "Todo se puede compatibilizar".