El interior de la M-30 es a España lo que el metaverso al mundo físico. Lo que ocurre de esa circunvalación de Madrid hacia adentro equivale a un universo de la postrealidad donde todo se amplifica, a menudo se distorsiona y emana un clima de asfixia, desasosiego o euforia que se diluye conforme nos vamos alejando de esa carretera