Cuenta la leyenda que en el pueblo norteño de La Victoria de Acentejo vive un pequeño príncipe que con solo una sonrisa conquista a todo aquel con el que se cruza. Este héroe no lucha contra dragones, ni rescata a hermosas doncellas, él batalla cada día por vivir un amanecer más.

Su nombre es Daniel Izquierdo y el malvado de su cuento es una infección congénita por citomegalovirus. Una enfermedad rara que evita que a su cerebro lleguen las señales necesarias para caminar, hablar o ver. Aunque los médicos no le dieron esperanzas para escribir ni una línea de su hazaña, Daniel tiene ya seis años y es el único niño canario que ha logrado sobrevivir con esta afección. Su historia, todavía, no tiene fin.

Nada más nacer, Daniel se enfrentó con el "malo" de la película. "Le hicieron un análisis y tras muchas pruebas descubrieron que tenía este virus tan inusual", relata su madre, Teresa García. El bicho se había comido el cerebro de Daniel y el pequeño se enfrentaba al futuro con solo dos centímetros sanos de seso. "Al cerebro de Daniel no le llegan las señales y por lo tanto nunca podrá caminar, hablar o crecer", explica su madre.

La enfermedad del pequeño es tan poco común, que la medicalización que los especialistas le inyectaron en los primeros meses de vida, nunca se había probado en humanos. "El fármaco era tóxico y si salía mal podía suponer la muerte inmediata de mi hijo", explica García. Pero los príncipes están hechos de magia y Daniel superó el combate contra la ciencia. "El tratamiento mató el virus pero este ya había hecho bastante daño en su cabeza", aclara la madre.

Desde entonces, lo que queda en el cerebro de Daniel son las secuelas del bicho malvado que intentó acabar con él. "Ahora, dentro de lo que cabe, está estable, pero es una caja de sorpresas, no sabemos lo que le puede pasar mañana", apunta García. La peor consecuencia de este episodio son las entre 100 y 200 crisis epilépticas que sufre Daniel al día. "Dentro de unas semanas se va a operar para poder disminuir estas crisis y quizás así también pueda recupera la vista", apunta su madre.

La epilepsia está matando las neuronas de este príncipe pero no su alegría y ganas de vivir. "Daniel es un conquistador, allá por donde va se gana el cariño de enfermeros, maestros o médicos", reconoce García. A su familia no se hace falta ganársela. "Una risa de Daniel nos llena a todos ", añade con convencimiento.

El pequeño Daniel no para. "Va al colegio, a logopedas y fisioterapeutas", relata García. Y allá donde hay una fiesta también está él. "Lo llevamos de carnavales, de romería o lo que sea. Él nos pide salir, lo necesita", asegura la madre. Aunque el desconocimiento le ha cerrado muchas puertas, las más importantes, las de las vida, siguen abiertas para él. Porque no solo es un disfraz para los carnavales. Daniel Izquierdo es, en sí, un verdadero príncipe. El príncipe desconocido.