La implantación del copago sanitario no ha supuesto una reducción en la compra de fármacos esenciales para la salud de los pacientes. Esa conclusión se desprende de un estudio sobre personas con infarto en el que ha tomado parte Beatriz González López-Valcárcel, catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión de la ULPGC, junto a otros investigadores provenientes de diferentes universidades españolas. "En un principio sí que hubo reducción de consumo de algunos medicamentos, pero fue transitorio, luego el paciente se adapta, se fastidia y consume lo mismo que antes, sólo que ahora paga más", explica la catedrática.

La necesidad de un estudio de estas características se le hizo manifiesta a González en pleno fragor político por la aprobación del polémico copago sanitario: "Se aprobó este cambio en 2012. Realmente tuvo mucha contestación política, se acabó convirtiendo en un tema de debate ideológico, pero no existían estudios detallados, mirando una población concreta y bien determinada, para poder llegar a una conclusión sobre si el copago termina afectando la salud".

Así, la catedrática de la ULPGC y otros colegas investigadores aprovecharon datos de la Universidad de Valencia sobre la población de infartados de esa región para emprender un análisis riguroso, del que se pudieran extraer conclusiones certeras sobre un tema tan sometido a disputa.

Se incluyó a todos los pacientes que tuvieron un infarto y sobrevivieron en la Comunidad Valenciana en los dos años previos al copago, unas 15.000 personas". La elección de pacientes con síndrome coronario agudo pretendía centrar la investigación en el comportamiento de aquellas personas que no debieran prescindir de seguir con el tratamiento médico. "Analizamos a una población que tiene que tomar los medicamentos sí o sí. Si te da un infarto tienes que tomar cuatro fármacos de por vida, si no te va a repetir", explica.

Los investigadores tenían datos de del comportamiento de esta población antes de implantarse el copago. Ellos los siguieron semanalmente hasta un año después de la entrada en vigor de la medida y luego contrastaron los números. Se trataba de comprobar la adherencia al tratamiento, es decir, si seguían tomando los fármacos como antes o, por contra, había variaciones tras la medida.

El copago no afecta por igual a todas las personas, pues segrega diferentes grupos en función de varíos factores. Los pensionistas, que antes no pagaban nada, pasaron a abonar un 10% de los fármacos que consumen, pero con un tope mensual de ocho euros. Antes todos los activos abonaban el 40% de los fármacos, sin límite. Con la reforma se segmenta este amplio grupo: los que tienen una renta menor de 18.000 euros anuales se quedan como antes, pero aquéllos con rentas de entre 18.000 y 100.000 euros ven aumentado el porcentaje del precio de los fármacos que deben abonar hasta el 50%.

Sobre esta segmentación trabajó el estudio sus conclusiones, que expone la catedrática: "El copago supuso una caída instantánea de la adherencia de los pensionistas, pero después empezaron a recuperar poco a poco y al cabo de año y medio habían vuelto a los niveles previos del consumo de fármacos. Año y medio después ya no se nota".

El que ahora pudiera conocerse el comportamiento de los enfermos atendiendo a sus rentas descubrió algo importante a los investigadores. "Pudimos ver que ya antes del copago, cuando todos los activos pagaban el 40%, los que no llegan a 18.000 euros de renta tenían peor adherencia. Nos lleva a descubrir que la verdadera injusticia está en este grupo que paga el. 40% sin límite mensual. Imaginemos una familia de parados con 600 euros al mes de ingresos y un hijo enfermo, que tiene que pagar el 40% del gasto en medicamentos", finaliza.