Hay personas a las que desde que las conoces sabes que no tendrás con ellas más relación que la cordial entre gente educada. Hay otras en la que intuyes que con el paso del tiempo podrías mantener una relación de cercanía y luego están esas otras que te enamoran desde el primer momento. Me pasó hace nada, desde que conocí a Héctor Santana, el joven con Síndrome de Down, que se presenta a la Gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. Héctor tiene un fino sentido del humor y es listo, mucho. Sabe que el paso que ha dado le ha convertido en la noticia de Carnaval y está orgulloso. Pero detrás de su valentía, de su superación de su tenacidad hay, como siempre, una serie de personas que le han llevado a la normalidad, a saber que se puede pero trabajando duro.

Hablo de sus padres, de sus educadores, de sus entrenadores, de toda esa gente que sembraron la semilla de la disciplina, del aprendizaje, de la superación. Héctor es un joven especial que en las entrevistas solo pide tiempo para desarrollar las preguntas a su ritmo. Es educado, controla sus gestos y es presumido. Tan listo que en los encuentros con la prensa lleva apuntado en un papel el nombre de las personas a las que el protocolo obliga a dar las gracias aunque tiene otros que menciona y no apunta, claro, son sus padres. “Ellos me han hecho así, me han ayudado y me han obligado porque ya sabes cómo somos los hijos”. Héctor me tiene enamorada porque reconozco en él a tantos padres que han dado la vida por hijos con dificultades. Una amiga valoraba la valentía de Héctor y recordamos su lucha con su hija: “Era lo que había que hacer de lo contrario nuestros hijos se habrían quedado aislados, en casa, como ocurría hace años”. Estoy segura que el escenario del Parque Santa Catalina se vendrá abajo el día que participe en la preselección de la Drag y no quiero ni decirles si se nos planta en la final. Se elegirá al mejor, y así debe ser, pero no creo que haya un candidato con el componente humano de Héctor ése que me dice, horas después de conocernos, un infantil y coqueto: “Eres encantadora”. Si encima me entero que quiere escribir su vida es que me quito el sombrero.